Sin duda que la tecnología, los portentosos avances tecnológicos que
estamos viviendo están cambiando la forma en que nos relacionamos y ocupamos
nuestro tiempo. Pero para muchos adultos mayores, la velocidad de los cambios es tal que
supera la velocidad con que son capaces de adaptarse a tales cambios. Les
complica enormemente mantenerse en la cresta de la ola tecnológica. E
imperceptiblemente van quedando atrás, como quien está en una carrera que no
pueden seguir por más pino que le pongan.
También está el caso de quienes se resisten a incursionar en el ámbito
tecnológico para no perder el contacto humano, desdeñando las ventajas que su
uso podría entrañar. Prefieren ir al banco, hacer colas o esperar con tickets
en mano su turno, para efectuar pagos de cuentas o depósitos a terceros, antes
que ocupar la alternativa de acceder a los servicios bancarios vía
internet.
Lo hacen para socializar, para encontrarse con otros, para conversar
sobre el tiempo, lo que está pasando, para sentirse vivo, para interactuar
tocando, viendo, sintiendo, seguir pisando tierra, no depender de la
tecnología, no volverse loco cuando internet se caiga cuando menos debe caerse.
Porque la ley de Murphy está siempre ahí, presente, al acecho, lista para cumplirse
en el momento menos oportuno.
Se dice que se pierde tiempo, en el traslado, en las esperas. Es cierto,
pero el tiempo, para un adulto mayor no suele ser un recurso escaso, sino todo
lo contrario, y eso se agradece. Salir de casa, aprovechar de encontrarse con
alguien para tomarse un café conversado, no tiene precio.
Atrae poder hacerlo todo en casa con un solo click. Sin duda. Vitrinear
por internet para comprar lo que se quiere, comparar calidades, precios en la
tranquilidad de la casa. Pero también están quienes prefieren salir de compras,
vitrinear físicamente, realmente, no virtualmente, para poder mirar y tocar lo
que se quiere, así como encontrarse con alguien.
Con la pandemia tuvimos que aislarnos, conectarnos virtualmente y hacer
pedidos por internet. Las ventas por internet se dispararon, menguando las
ventas en tiendas físicas. Si bien la pandemia quedó atrás, el comercio virtual
llegó para quedarse, aún cuando unos más que otros, somos esencialmente seres
sociales.
En qué terminará todo esto. No lo sé, pero sospecho que al final del día
convivirán pacíficamente. No creo que desaparezcan los bancos físicos ni las
tiendas físicas, tal como no desapareció la radio cuando apareció la
televisión, ni el libro cuando apareció el libro electrónico (e-book), ni los
medios de comunicación impresos cuando surgieron los digitales, ni las
cafeterías cuando aparecieron las cafeteras caseras. La necesidad de estar
acompañados, de estar con otros, de relacionarnos humanamente, de vernos,
saludarnos, querernos físicamente sigue presente, quizás con más fuerza que
nunca.
Personalmente, mientras mis capacidades me lo permitan, seguiré usando
los dos canales, el real y el virtual. Si bien la tecnología, en el ámbito de las comunicaciones nos acerca a quienes están lejos, tiende a alejarnos de quienes tenemos cerca. Cada todas las cosas, la comunicación tecnológica tiene sus ventajas y desventajas,
que cada uno de nosotros sabrá sopesar en base a sus propias características y el contexto en que se mueve.