mayo 25, 2024

¿Quiénes son los sofistas?

De tiempo en tiempo escucho, o leo, la palabra sofista. Sin meterme en Mr. Google para saber cómo se define, intentaré hacerlo por mi cuenta, intuitivamente. Diría que un sofista es quien se las arregla para hacer uso del lenguaje de manera tal de llevar siempre agua a su molino de forma tal que nunca pierde. Un sofista es quien está convencido que siempre tiene la razón, a quien no le entran balas, quien siempre cae parado.

Un amigo español de nacimiento y luxemburgués por adopción, sostiene que sofista es quien es capaz de “demostrar” que el cielo está hecho de rayas rojas y verdes, aunque nosotros lo veamos azul. 

Chile, el mejor ejemplo es Jaime Guzmán, todo un personaje que ha dejado huella hasta el día de hoy, y quién sabe hasta cuando. En España, en la actualidad sería Miguel Angel Rodríguez, hoy consejero de Díaz Ayuso y que en el pasado lo fuera de Aznar. 

De los ejemplos dados se deduce que todo sofista tiende a ser un personaje maquiavélico.

En todo caso no es necesario ir demasiado lejos para percatarnos, a la luz de esta última definición, que estamos llenos de sofistas, particularmente de quienes sostienen tesis  extremas. Invito a pensar en quienes conocen por tener las características que permitan identificarlos como sofistas. 

mayo 18, 2024

¿Qué es ser de izquierda hoy?

Foto de Giulia May en Unsplash

Me he tomado la libertad de preguntar vía whatsapp ¿qué es ser de izquierda hoy? Las respuestas que he recibido hasta ahora son lo suficientemente ilustrativas como para darlas a conocer, y reveladoras de las miradas que se tienen desde distintos sectores. Como puede verse de las respuestas recibidas, algunas de ellas provienen de no solo de la izquierda propiamente tal, sino desde la derecha y la ultraderecha. A continuación, van las respuestas:

·      Es ser de derecha con una estrella (la del Che Guevara) o una hoz y un martillo (la del PC) en la frente.

·      Significa, en general, creer en la necesidad de un cambio social profundo para superar la desigualdad, la discriminación y la injusticia. Esto se traduce en una serie de valores y principios que deben estar en la base de las políticas de la izquierda chilena.

·   Creer en la necesidad de un cambio social profundo votando coherentemente en las elecciones y procurar tener actitudes coherentes.

·   Básicamente la izquierda es la lucha contra las desigualdades. Pero esto se presta a malentendidos. A mí no me molesta si las desigualdades fueran solo que los hinchas de Unión Española toman vino en caja y los hinchas de Wanderers en botella añejado y todo eso. La desigualdad que lleva a que unos de nuestra especie vivan en condiciones horribles eso si es perturbador. Es una vergüenza en el caso de países con medios para solucionarlo. Casi parece que lo hicieran a propósito. El ser humano es una especie que sin solidaridad, hubiera sucumbido. La especie humana tiene y necesita ternura, amor, empatía y cooperación.

·        Luchar por mayor justicia social. No da para más.

·    Entre el bien común y el bien privado, la izquierda debe pensar que el bien común te asegura tu bienestar.  Ahora que esto es muy complejo de conseguir, bueno, eso ya es otro tema.

·    No tengo información para decir que es en la realidad. Veo mucho "marketing político", mucho codazo al componente político base de una futura amplia correlación de fuerzas para la transformación. Poca ligazón con su historia, nula valoración proyectada del primer camino que logramos poner en marcha en los 70s. Y lo principal, no tenemos un proyecto estratégico para las mayorías actuales de trabajadores asalariados. De su composición actual no hay un análisis de lo subjetivo ni objetivo de sus demandas fundamentales; tampoco tenemos un análisis del poder (fortalezas y debilidades) que tiene la clase dominante, nacional ni internacional. Hay que trabajar mucho para armar el "Consejo de la Transformación" y dotarlo de poder real.

·        Que un tipo sea de izquierda es quien no entiende nada de lo que rodea este mundo, que crea fundaciones para robar, que aumenta los impuestos de otros para beneficios del partido, que da pensiones de gracia a violadores de niños y niñas, a drogadictos; es NO entender que lo hicieron WEON por años con su Fidel de los años 60.

·     Creer que es posible vivir en comunidad siendo solidario y procurando que todos tengan las mismas oportunidades.

·     Ser de izquierda tiene una componente contingente relacionada con la actividad diaria, y una componente "incontingente" relacionada con el largo plazo, con lo que podemos proponer como reemplazo del sistema capitalista. Es en esta última componente donde estamos más desorientados. 

 

mayo 10, 2024

La comunicación tecnológica versus la humana

Foto de Marvin Meyer en Unsplash

Sin duda que la tecnología, los portentosos avances tecnológicos que estamos viviendo están cambiando la forma en que nos relacionamos y ocupamos nuestro tiempo. Pero para muchos adultos mayores, la velocidad de los cambios es tal que supera la velocidad con que son capaces de adaptarse a tales cambios. Les complica enormemente mantenerse en la cresta de la ola tecnológica. E imperceptiblemente van quedando atrás, como quien está en una carrera que no pueden seguir por más pino que le pongan.

También está el caso de quienes se resisten a incursionar en el ámbito tecnológico para no perder el contacto humano, desdeñando las ventajas que su uso podría entrañar. Prefieren ir al banco, hacer colas o esperar con tickets en mano su turno, para efectuar pagos de cuentas o depósitos a terceros, antes que ocupar la alternativa de acceder a los servicios bancarios vía internet.

Lo hacen para socializar, para encontrarse con otros, para conversar sobre el tiempo, lo que está pasando, para sentirse vivo, para interactuar tocando, viendo, sintiendo, seguir pisando tierra, no depender de la tecnología, no volverse loco cuando internet se caiga cuando menos debe caerse. Porque la ley de Murphy está siempre ahí, presente, al acecho, lista para cumplirse en el momento menos oportuno.

Se dice que se pierde tiempo, en el traslado, en las esperas. Es cierto, pero el tiempo, para un adulto mayor no suele ser un recurso escaso, sino todo lo contrario, y eso se agradece. Salir de casa, aprovechar de encontrarse con alguien para tomarse un café conversado, no tiene precio.

Atrae poder hacerlo todo en casa con un solo click. Sin duda. Vitrinear por internet para comprar lo que se quiere, comparar calidades, precios en la tranquilidad de la casa. Pero también están quienes prefieren salir de compras, vitrinear físicamente, realmente, no virtualmente, para poder mirar y tocar lo que se quiere, así como encontrarse con alguien.

Con la pandemia tuvimos que aislarnos, conectarnos virtualmente y hacer pedidos por internet. Las ventas por internet se dispararon, menguando las ventas en tiendas físicas. Si bien la pandemia quedó atrás, el comercio virtual llegó para quedarse, aún cuando unos más que otros, somos esencialmente seres sociales.  

En qué terminará todo esto. No lo sé, pero sospecho que al final del día convivirán pacíficamente. No creo que desaparezcan los bancos físicos ni las tiendas físicas, tal como no desapareció la radio cuando apareció la televisión, ni el libro cuando apareció el libro electrónico (e-book), ni los medios de comunicación impresos cuando surgieron los digitales, ni las cafeterías cuando aparecieron las cafeteras caseras. La necesidad de estar acompañados, de estar con otros, de relacionarnos humanamente, de vernos, saludarnos, querernos físicamente sigue presente, quizás con más fuerza que nunca.

Personalmente, mientras mis capacidades me lo permitan, seguiré usando los dos canales, el real y el virtual. Si bien la tecnología, en el ámbito de las comunicaciones nos acerca a quienes están lejos, tiende a alejarnos de quienes tenemos cerca. Cada todas las cosas, la comunicación tecnológica tiene sus ventajas y desventajas, que cada uno de nosotros sabrá sopesar en base a sus propias características y el contexto en que se mueve.

mayo 01, 2024

¿Qué nos falta para dar el salto en la innovación?

Foto de Nick Fewings en Unsplash

El mes pasado se celebró el día mundial de la creatividad y la innovación. Aprovechemos de abordar la innovación, expresión a la que hacemos alusión con frecuencia como una suerte de estrategia para salir del subdesarrollo en que estamos sumidos.

Según la RAE (Real Academia de la Lengua Española), la innovación es la creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado; para otros, es el suministro de una solución al mercado y para la que todavía hay poca o ninguna competencia”. Esto es, toda innovación apunta a resolver un problema no resuelto aún, o que se puede resolver de mejor manera, y que tenga un mercado que la reciba con los brazos abiertos. En síntesis, las innovaciones apuntan a la búsqueda de respuestas creativas, no tradicionales, o distintas a las dadas hasta ahora, a los problemas existentes.

En tal sentido, innovar sería un negocio de alto valor, al menos en el corto plazo, mientras no tenga competencia. De alto valor no solo para el(los) innovador(es), sino porque permite generar nuevas oportunidades de empleo, reduciendo con ello los niveles de pobreza imperantes, por su impacto en la productividad, y su efecto disruptivo movilizador en la economía y en el ánimo de las personas, de las regiones en que se insertan, y en el país.

Si bien en Chile periódicamente se da cuenta de numerosos casos exitosos de empresas innovadoras, su impacto a nivel nacional en términos de su participación en el PIB es escuálido. De hecho el grueso de nuestras exportaciones está marcado por recursos naturales sin mayor valor agregado. Todo esto, a pesar que año tras año infatizamos la necesidad de incorporar agregar valor a nuestras exportaciones; de dejar de exportar madera en bruto que después regresa elaborada en formato de muebles (estantes, mesas, sillas). Lo mismo respecto del cobre. Es penoso observar cómo nuestros campos con plantaciones de pinos de la noche a la mañana son cortados para dejarlos pelados, esterilizados, proclives a la erosión, mientras los países a los cuales los exportamos, mantienen incólumes sus bosques nativos.

La política de sustitución de importaciones que se promovió en Chile fue sustituida por una política de promoción de exportaciones bajo la lógica de para qué producir acá lo que otros países son capaces de producir a menor costo. Se pensó que íbamos a diversificar nuestra matriz exportadora, siempre basada en nuestros recursos naturales, a partir de innovaciones, de creatividad y emprendimiento. Y sin embargo, acá estamos, en lo grueso, seguimos exportando lo mismo. Antaño, salitre, ahora cobre, y mañana ya estamos pensando en el litio. Como dirían Los Prisioneros, seguimos pateando piedras, sin mover las industrias.

Pareciera que innovar, esto es, pensar fuera de la caja no resuelve nada y que no se pagara bien, porque de otra manera no se explica que el impacto de las innovaciones nacionales sea tan magro a pesar de los estímulos y palabras de buena crianza que día a día pregonamos en torno a ellas.

La pregunta que me hago es ¿porqué seguimos exportando bienes sin mayor valor agregado? ¿porqué las innovaciones nacionales siguen siendo marginales sin lograr mayor impacto? ¿qué nos pasa? ¿cómo es posible que siendo China un país más atrasado que nosotros, en menos de medio siglo, nos esté sobrepasando con creces? No pocos me dirán que trabajan como chinos. Puede ser. No lo sé. En todo caso sospecho que innovar va más allá de su definición. Quizás tenga que ver con la actitud, con la manera de ser.