septiembre 30, 2011

La vigencia de la Concertación

Desde hace ya un buen tiempo que se ha vuelto una práctica trapear con la Concertación, tanto en los medios de comunicación como de parte de sus propios militantes y adherentes. Desde antes de la derrota sufrida en las últimas elecciones presidenciales, la Concertación ya se encontraba experimentando un agotamiento, del que a la fecha no se ha logrado recuperar.

No cabe duda que 20 años de gobierno, desgastan, es razonable que así sea: la vida es de dulce y de agraz, de soles y lluvias. Después del día viene la noche, y así sucesivamente. En democracia así es y debe ser; la alternancia es consustancial a ella pues se asume que nadie ha monopolizado para sí y para siempre al gobierno, salvo las dictaduras.

Si bien cabe preguntarse qué se hizo mal, o qué se pudo haber hecho bien y que no se haya hecho, esto debe complementarse con lo que viene, con el futuro, con la fijación de nuevos objetivos. El país de hoy es otro, muy distinto a aquel existente cuando se iniciaron los gobiernos de la Concertación. El de ayer era un país lleno de miedos, lleno de amarres, muchos de los cuales continúan. Hoy, el país sigue con miedos, pero los jóvenes, nuestros hijos y nietos no tienen nuestros miedos.

Así lo muestra la fuerza del movimiento estudiantil, la claridad y lucidez de gran parte de sus dirigentes. Estos hijos y nietos nuestros han crecido en democracia, en tiempos de gobiernos de la Concertación, y son nuestro máximo orgullo. Ellos cargan la responsabilidad de hacer lo que nosotros no hicimos, ya sea porque no tuvimos la fuerza y/o la voluntad suficiente para hacerlo, como por la cercanía de la dictadura cuya sombra se proyectaba con una fuerza difícil de visualizar actualmente. Basta recordar que Pinochet el 90 no se fue para la casa, sino que reasumió en propiedad la comandancia en jefe del Ejército, y después se apoltronó como senador vitalicio.

La Concertación nació para terminar con la dictadura, con los atropellos, los abusos. Pero también se creó para gobernar. Para resolver los tremendos déficits que nos legaba la dictadura. La Concertación constituyó, y constituye, el espacio de encuentro de fuerzas políticas de centro e izquierda que en el pasado habían sido adversarias. La dictadura hizo posible este encuentro impensable en el pasado, pero esta coalición de centroizquierda no podía remitirse al objetivo de terminar con la dictadura, sino que tenía que ser capaz de proyectar confianza, credibilidad y gobernabilidad. Para ello trazó un camino, el de la medida de lo posible, el de los acuerdos, el de no forzar los límites de una democracia frágil, donde el debate estaba cruzado entre desgastarse presentando proyectos de ley que la derecha vetaría y que por tanto solo tendrían valor testimonial y quienes no querían perder el tiempo en batallas perdidas de antemano.

Hoy la realidad es otra, la democracia ya no es tan frágil, es más sólida, más consistente, y los límites de lo posible ya no son inamovibles. La Concertación ha contribuido fuertemente a ello. Hoy, para los jóvenes ya no hay batallas perdidas de antemano. Los jóvenes procuran extender los límites de lo posible, y lo menos que podemos hacer quienes fuimos y somos concertacionistas, es respaldarlos con todas nuestras fuerzas. A mucho orgullo hemos generado las condiciones para que hoy se puedan expresar con la libertad que nosotros no tuvimos. Ellos son nuestro mejor legado. Ellos son la nueva concertación. Es nuestro deber respaldarlos.

Digan lo que digan, la Concertación está más vigente que nunca. Es la fuerza que permitirá construir la nueva mayoría que se requiere para gobernar. Las banderas de nuestra juventud son nuestras banderas.

septiembre 23, 2011

El gallito continúa

La relación del gobierno con el movimiento estudiantil parece ser la de un gallito, en el que se miden fuerzas, donde por momentos unos parecen ganar terreno, mientras otros pierden. Como en el boxeo, hay rounds en que gana uno de los contendores, pero en este caso no se sabe cuántos rounds tiene la pelea. Mientras tanto, se desgastan ambos, aunque unos y otros juegan a que el otro se desgaste primero. En esto, aparentemente el gobierno tiene todas las de ganar, y los estudiantes todas las de perder, particularmente el año académico, aunque por lo visto hasta ahora, parecen estar dispuestos a pagar dicho costo.

Si alguien cree que una de las partes ganará por knock out, creo que se equivoca. La prolongación de este gallito solo arroja pérdidas para las partes directa e indirectamente involucradas, aparte de que habla muy mal de sus actores, de su capacidad para dialogar, por más que expresen su disponibilidad para ello. La ciudadanía percibe que lo que menos hay por parte del gobierno es voluntad de diálogo, de abrirse a conversar sobre la mesa, sin tapujos, sin hipocresías, sin eufemismos. Las encuestas así lo confirman.

Si una marcha es exitosa, al otro día el gobierno amanece con un lenguaje conciliador, de apertura; en caso contrario, si la marcha fracasa como ocurrió con aquella realizada cuando el país estaba aún conmocionado por la tragedia aérea en la isla Juan Fernández, el gobierno reasume el control, con variadas amenazas que van desde la pérdida del año académico hasta el no financiamiento de los establecimientos públicos educacionales.

Es así como para la convocatoria de la marcha de esta semana las apuestas, tanto desde la dirigencia estudiantil, como desde el gobierno, giraban en torno a su resultado. En caso de fracaso, los propios líderes estudiantiles reconocían que tendrían que repensar la estrategia a seguir. El éxito de la convocatoria, el mismo día que el presidente exponía en la ONU, le da un nuevo aire al movimiento estudiantil y pone al gobierno en situación compleja, forzándolo a una apertura. Más, cuando los estudiantes están abriéndose a la posibilidad de retornar a clases manteniendo viva la movilización por la vía de horarios protegidos, en los que no haya clases.

Ojalá el gobierno, y las autoridades educacionales, sean capaces de “leer” este mensaje y no recurran a subterfugios que en el minuto actual solo contribuirían a profundizar el conflicto en vez de resolverlo.

septiembre 21, 2011

Estamos indignados

A raíz de la última columna de Felipe Cubillos antes de su trágica muerte, decidí escribir mi propia versión, mi visión de la misma temática. La otra cara de la moneda. Para quienes no han leído la columna de Felipe, la transcribo a continuación:

Soy un indignado de Felipe Cubillos, La Segunda, Martes 30 de Agosto de 2011

Pertenezco a ese grupo de chilenos que después del terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010 nos hemos dedicado a ayudar a levantar escuelas, jardines infantiles, botes de pescadores y comercios que fueron destruidos por la fuerza de la naturaleza. Hemos sido miles los que hemos dedicado nuestro mejor esfuerzo, nuestra pasión y nuestro compromiso en ayudar a volver a levantar a Chile. Lo hicimos desde la alegría y desde nuestra libertad.

Muchos lo hicimos donando a Teletón, Desafío Levantemos Chile, al Techo para Chile y a muchas organizaciones de la sociedad civil. Miles de jóvenes se volcaron a ayudar a miles de familias chilenas, y nos conmovimos con el sufrimiento, pero sobre todo nos cautivamos con el compromiso de tantos por reconstruir nuestra sociedad. Sabemos que todavía nos queda mucho por hacer.

Soy un indignado, porque trabajamos sin descanso para que ningún niño chileno perdiera su año escolar en 2010 y, junto a mucha gente, lo logramos. Pero, un año después, vemos que miles de nuestros jóvenes están a punto de perderlo.

Soy un indignado, porque logramos levantar escuelas caídas para que nuestros niños pudieran estudiar, pero, un año después, otros las queman.

Soy un indignado, porque trabajamos sin descanso para levantar los pequeños comercios devastados por el terremoto y tsunami para que los emprendedores se volvieran a levantar; pero, un año después, veo a cientos de comerciantes como ellos que sufren los destrozos de sus locales cada vez que hay una protesta callejera.

Soy un indignado, porque un joven inocente ha perdido su vida tan sólo por haber estado en el lugar y momento equivocados (mientras escribo esta columna nos acabamos de enterar de que la bala que mató al joven Manuel Gutiérrez salió del arma de un carabinero; ojalá tengamos la mesura para condenar un hecho puntual y no a una institución completa, pues si es así escalemos también hasta los organizadores de las protestas).

Soy un indignado, porque vimos cómo nuestros carabineros evitaban los saqueos en los días posteriores al terremoto, y ahora vemos cómo delincuentes, escondidos entre los estudiantes, los atacan sin piedad en cada protesta.

Soy un indignado porque, pese a todos los problemas que tenemos como sociedad, hemos tenido avances notables en las últimas décadas, y hoy nadie se atreve a reconocer su paternidad o maternidad.

Soy un indignado por esos pseudoempresarios que engañan a la gente, sobre todo a los más pobres, renegociándoles sus condiciones sin ni siquiera preguntarles.

Soy un indignado, porque conozco a muchos emprendedores de la educación subvencionada que, precisamente por hacerlo mejor que los colegios estatales (sí, los municipales, también son estatales), hoy día corren el riesgo de tener que cerrar sus colegios.

Soy un indignado, porque muchos de los parlamentarios de nuestro país han renunciado al liderazgo y responsabilidad que les otorgamos en las urnas.

Soy un indignado cuando veo al presidente del Colegio de Profesores defendiendo una supuesta calidad de la educación, cuando el gremio que preside se niega a evaluarse.

Soy un indignado, porque no estamos discutiendo las verdaderas y profundas razones de la pésima y desigual educación que les estamos entregando a nuestros jóvenes, quizás porque llevamos años usando a la educación como caballito de batalla de la política de turno.

Soy un indignado porque, salvo honrosas excepciones, hemos caído en la política de las encuestas y el Twitter, y hemos renunciado a defender las convicciones. ¿Qué tal si los políticos apagaran por unos días sus computadores y se dedicaran a defender sus convicciones?

Hoy día hablo por mí, y sólo por mí, porque además creo que no somos muchos los que en estos tiempos creemos en la libertad; sí, esa libertad para emprender, para equivocarse, para educar, para enseñar y para aprender.

Soy un convencido de que la derrota de la libertad no se debe a la fuerza de sus enemigos, sino que a la debilidad de sus defensores.

Hatsta acá la columna de Felipe. Cuando me llegó, decidí escribir mi versión, porque siento que la de Felipe es una versión de plaza Italia para arriba, la de los reyes cuando van a visitar a sus súbditos, la de los dueños cuando se dirigen a sus peones:

Soy un indignado, porque los usureros campean libremente por el país ganando descaradamente a costa de quienes trabajan sin descanso para ganarse el pan nuestro de cada día;

Soy un indignado, porque logramos levantar escuelas caídas para que nuestros niños pudieran estudiar, pero no somos capaces de proveer condiciones mínimas de trabajo a profesores que tienen la responsabilidad de educar a niños pobres sin recursos;

Soy un indignado, porque cuando queremos levantar nuestra voz contra las injusticias haciendo uso de nuestros derechos, los carabineros en vez de protegernos de los vándalos, los dejan actuar para generar condiciones de caos;

Soy un indignado, porque un joven inocente ha perdido su vida en manos de un carabinero que hizo uso y abuso de su poder;

Soy un indignado porque el hijo del jefe de carabineros chocó y arrancó, para que después su padre ordene anularle el parte, aparte de mentirle a todo el país diciendo que no intercedió;

Soy un indignado, porque dicen que el lucro conduce a la calidad, cuando luego de 30 años de lucro nos están legando una educación de baja calidad;

Soy un indignado porque, pese a todos los avances notables en las últimas décadas, la mayoría sigue pateando piedras con el cuento del chorreo del crecimiento;

Soy un indignado por esos pseudoempresarios que engañan a la gente, sobre todo a los más pobres, ofreciéndoles tarjetas de crédito y renegociándoles sus condiciones de pago sin ni siquiera preguntarles;

Soy un indignado, porque la educación la han convertido en un negocio aprovechándose de la gente que aún cree en la educación como el único mecanismo de movilidad social de que disponen;

Soy un indignado, porque la constitución política que nos rige ha esterilizado a los parlamentarios al dejarlos sin atribuciones, sin legitimidad ni representatividad, y que cada día que pasa las urnas de votación valen callampa;

Soy un indignado cuando veo al presidente de la república defendiendo el lucro en la educación, cuando llevamos ya 30 años de lucro y somos conejillos de indias del Banco Mundial y el FMI;

Soy un indignado, porque el modelo educacional que tenemos en vez de integrarnos, nos segrega, no nos permite mirarnos, sino que por el contrario, nos hace darnos la espalda;

Soy un indignado porque por décadas nos han vendido la pomada de la educación para salir de la pobreza cuando con el modelito que tenemos la perpetúa;

Soy un indignado porque por dinero somos capaces de vender hasta a nuestra madre, donde todo se compra y se vende, incluso las convicciones;

Soy un indignado porque no estoy dispuesto a sacrificar la igualdad por la libertad ni la libertad por la igualdad, como si fuesen opciones excluyentes, cuando no tienen porqué serlo;

Soy un indignado porque lo que yo quiero siempre es imposible, y lo que ellos quieren siempre es posible y es lo que definitivamente se hace;

Soy un indignado porque no me gusta la libertad para pisotear al otro, para ganar fortunas a costa de los otros, ni para cobrar lo que a uno se le antoja;

Soy un indignado por la derrota de la cooperación, de la colaboración, del entendimiento, en manos de sus enemigos, los que detentan el poder económico y militar;

Gracias Felipe por darme la oportunidad de escribir esto! Y mostrar que las cosas se pueden mirar desde distintas ópticas, que la moneda tiene dos caras, incluso más, muchas más caras......;

Gracias Felipe por darme la oportunidad de poner sobre la mesa el drama de la existencia de al menos dos Chiles que se dan la espalda, que se ignoran, que no se comunican, que no saben lo que piensan;

Gracias Felipe por recordarme que cuando los estudiantes hablan con el presidente dicen A y el presidente piensa B, y así sucesivamente... pero lo que hay es B porque al final se hace lo que quieren los dueños del país;

Gracias Felipe por recordarnos que por más que se movilicen los estudiantes, al final del día se hará lo que los dueños definen como la Verdad revelada... y para asegurarse que así sea, tienen a las FFAA como su guardia pretoriana;

Gracias Felipe por recordarnos que nada nuevo hay bajo el sol ...... así ha sido, es y será ... lo demás es circo .... con las movilizaciones estamos viviendo el circo ..... tú y yo sabemos en qué terminará …… porque el orden será siempre definido por unos, los poderosos, en tanto que el desorden está siempre en el otro lado ...

Perdónanos Señor porque no sabemos lo que hacemos ni decimos!!!!

septiembre 15, 2011

La posición de estudiantes y profesores

Tanto la CONFECH, que agrupa a los estudiantes universitarios, como el Colegio de Profesores, en su misiva al Ministro de Educación, le plantean claramente “su disposición al diálogo y al trabajo en pos de una educación pública, gratuita y de calidad para terminar con el negocio, estafa y la segregación que se vive en Chile hasta el día de hoy”.

A pesar de la caridad del objetivo que se persigue y del procedimiento para alcanzarlo, no faltan quienes postulen que el objetivo planteado es irracional, utópico, imposible. La evidencia internacional dice lo contrario, esto es, que tener una educación pública, gratuita y de calidad, es un postulado racional, realista y posible. Y con mayor razón en un país con el nivel de desigualdad como el que tenemos en Chile. No es tarea fácil conciliar gratuidad con calidad, pero con voluntad y empoderamiento ciudadano capaz de exigir, es una tarea posible.

Para alcanzar a tener esta educación a la que se aspira, estudiantes y profesores sostienen que es preciso erradicar el negocio, la estafa y la segregación en el campo educacional. Quienes quieran incursionar en el ámbito educativo, con financiamiento estatal, deben hacerlo impulsados por una vocación de servicio antes que por la rentabilidad del negocio, porque en estricto rigor, solo una educación de mala calidad es un buen negocio. Una educación de verdadera calidad, aquella que exige buenos profesores, buenos investigadores, diálogos, conversaciones, es un pésimo negocio.
La erradicación de la estafa se explica porque a lo largo de todas estas décadas las familias han sido “beneficiadas” con créditos para financiar aranceles fijados a discreción y sin la más mínima garantía en torno a la calidad de la educación recibida. La máxima parece ser: endeudarse a todo dar por algo que no se sabe en qué terminará.
Si existe una palabra que nos permita caracterizar al modelo educacional chileno en su conjunto, es su capacidad para segregar, dividir, reproducir y amplificar las ya odiosas desigualdades de origen socioeconómico. La privatización de la educación ha agravado esta realidad que ofende.
El negocio y la estafa en la educación son causa y efecto de la segregación. Quienes más necesitan una educación de calidad, no la tienen. Para remate, el Estado, responsable del bien común, de integrar, de promover la unidad, en vez de concentrar esfuerzos en esta dirección, se esfuerza por lo contrario, esto es, por ausentarse, por mirar a otro lado, dejándolo a “manos de las familias”.
En su carta al ministro, estudiantes y profesores reiteran su disponibilidad para resolver el conflicto educacional “a través de un diálogo franco y abierto con el gobierno y la ciudadanía”. A diferencia de lo que plantean voces interesadas, no les interesa parar el país, estar marchando todas las semanas, ni andar tomándose universidades, colegios ni liceos. En simple: no quieren acuerdos entre cuatro paredes a espaldas de la ciudadanía, como ya ocurrió el año 2006.
Por eso exigen transparencia, sesiones de trabajo televisadas, de modo que cada uno se haga responsable de sus posturas. ¿Es mucho pedir? Para los partidarios del oscurantismo, del ocultismo, pareciera que sí.

septiembre 09, 2011

Los dos Felipes


La tragedia aérea en la isla Juan Fernández, que se llevó a 21 de nuestros compatriotas, nos ha sumido en el dolor y la sorpresa en tiempos de movilizaciones e indignaciones. Menos de una semana después, a los 92 años, se nos fue Gabriel Valdés, el Conde, brillante canciller de Frei Montalva, y brillante primer presidente del Senado después de la dictadura. Hoy, los mismos que en aquellos tiempos lo calificaban de peón del marxismo internacional, ahora afirman que “es el presidente que el país se farreó”.

Entre los 21 estaban dos Felipes que quizá simbolicen lo mejor de nuestro país: Felipe Cubillos, emprendedor, filántropo y Felipe Camiroaga, comunicador sin igual, buena onda. Cuando digo “nuestro país” quizá debiera decir de “nuestros dos países”.

Días antes de la tragedia, uno de los Felipes, Cubillos, expresó su indignación en una columna de un diario vespertino capitalino, porque los estudiantes estaban destruyendo lo que estaba costando tanto reconstruir, porque en vez de dedicarse a estudiar y aprovechar las instalaciones, las estaban destruyendo. Su foco estaba puesto en el no aprovechamiento de las oportunidades.

El otro Felipe, Camiroaga, por esos mismos días, en un video, expresó su respaldo al movimiento estudiantil, que contra viento y marea, ha sido capaz de resistir toda clase de embates que van desde el ninguneo, su criminalización, su división, su marginación.

Las visiones de ambos, nos retratan los dos chiles en que vivimos. Los de Plaza Italia para arriba y Plaza Italia para abajo; el Chile de los reyes cuando van a visitar a sus súbditos, y el Chile de los que creen que todos somos hijos del Señor; el de los que se creen dueños del país cuando se dirigen a sus peones, y el Chile que se rebela.

No obstante las miradas tan diametralmente distantes, fueron capaces, no solo viajar en un mismo avión rumbo a la Eternidad, sino de compartir aventuras y emprendimientos como el que se los llevó para siempre.

En esta misma semana salieron a flote las utilidades de las isapres en el primer semestre de este año: más de 45 mil millones de pesos. Impresentable, pero que nos muestra en toda su dimensión las razones de los dos chiles que no se conocen, o que cuando se conocen se espantan. Y el modelito educacional que tenemos lo que hace es perpetuar y agudizar las abismales diferencias entre ambos chiles. No integra, no une, todo lo contrario, segrega.

Los dos Felipes nos dejan grandes lecciones que no podemos soslayar. La principal: fueron capaces de trabajar juntos, de mirarse a los ojos, de unirse tras un objetivo común. Este es el gran desafío que tenemos. El gobierno tiene una oportunidad de miedo que no debiera dejar escapar: cambiar las bases en que se sustenta el modelo educacional que tenemos. Será capaz de hacerlo? O se limitará a hacerle cambios marginales, cosméticos?

El movimiento estudiantil se podrá apagar, pero resucitará si sus denuncias no son recogidas. Mal que mal, lo que tenemos es una secuela de una revolución pinguina que en el 2006 se apagó con mesas de trabajo que no llegaron a buen puerto. Quedaron brasas que hoy nos queman.

septiembre 01, 2011

¿Qué nos dicen las movilizaciones?

Los países que se entusiasmaron con la planificación central desde el Estado, terminaron cayendo en la dictadura política, donde muchos quedaban en manos de las decisiones de unos pocos, de quienes configuran el buró político y que aspiraban a regularlo todo.

Otros países cayeron en su opuesto, en minimizar el Estado. Es el caso de Chile, donde la “mano invisible” se encarga de “planificar”, de determinar qué y cuánto producir, quienes producen, y cuánto se paga por los bienes/servicios y el trabajo que realiza cada uno. Es el modelo neoliberal del que nuestro país es un caso extremo, el de la economía supuestamente libre. Claro que un Estado mínimo para el libre juego económico, pero máximo para proveer la mal llamada seguridad nacional o cautelar una muy peculiar concepción del orden público.

Se trata de un modelo que siente urticaria por todo lo que huele a Estado, al que le achaca todos los males habidos y por haber. Muchas veces con razón, reconozcámoslo. La mayor crítica que se le hace a todo lo estatal es a su ineficiencia, la que es catalogada como congénita, irreparable, aún cuando existen contraejemplos.

Un modelo que eleva a la categoría de Dios Padre Todopoderoso al mercado, el que debe inundar todo el quehacer colectivo en todas las áreas imaginables. Desde las últimas décadas del siglo pasado este modelo se instaló en Chile gracias a un maridaje entre economistas formados en la Escuela de Chicago, y FFAA que detentaban el poder político pero que no sabían nada de economía. Eran los tiempos en que las libertades políticas estaban conculcadas y los derechos humanos pisoteados.

Con un país sumido en el temor, instalaron el modelito. Las áreas a las que echaron mano fueron las clásicas: educación, salud y previsión. A más de tres décadas, de impuesto el modelo, no han logrado legitimarlo. Las movilizaciones, el arraigo y respaldo que los estudiantes tienen en la ciudadanía, señalan claramente que en las tres áreas estamos haciendo agua.

La Concertación, condujo al país por un sendero en base a la política “en la medida de lo posible”, donde “lo posible” era determinado por una derecha que se había asegurado dejar todo atado y bien atado. Hoy, las movilizaciones estudiantiles reprochan a los partidos de la Concertación haber arriado sus banderas en aras de lo posible, del realismo, del pragmatismo; a la derecha le reprocha su resistencia a modificar un modelo impuesto a sangre y fuego que ya no se sostiene.

Lo que está en juego hoy, por suerte, no es ni una dictadura política ni militar, las que no se vislumbran en el corto plazo; lo que está en juego es si toleramos o no una dictadura económica que las movilizaciones están denunciando, y que se expresa en los abusos de quienes concentran los recursos económicos.