enero 20, 2009

Haciendo historia con Obama

Ayer asumió la presidencia de la primera potencia mundial, Barack Obama, en un hecho sin precedentes, al menos en la historia norteamericana. Para ilustrar el significado de lo que está ocurriendo basta realizar un símil con nuestro país. A cerca de medio siglo de la abolición de la segregación racial, los norteamericanos se dieron el lujo de escoger como presidente a un descendiente de africano. Su padre nació en Africa, vivió en Hawai, y teniendo Obama tan solo 6 años, este padre volvió a África, abandonando a su esposa. La madre blanca de Barack, con tan solo 25 años rehizo su vida. Barack no la tuvo fácil.

En Chile, a poco de llegar al bicentenario de nuestra independencia, no tenemos ni esperanza que algún mapuche o descendiente de alguna de nuestras razas aborígenes o de nuestras minorías étnicas, asuma la conducción de nuestro país. Así como en otras materias los norteamericanos dan vergüenza, en esta en particular, están dando una lección al mundo. Una lección de democracia, de tolerancia, de integración, de movilidad, que nos quisiéramos tener.

Con esto, Obama ya está haciendo historia. Pero a esto hay que agregar que asume en las condiciones más difíciles imaginables. En medio de una crisis financiera sin precedentes desde la época de la gran depresión que combinado con las más altas expectativas y el involucramiento en guerras con secuelas difíciles de prever.

Cuando el mundo se tornó monopolar, se pensó que la tensión de la guerra fría llegaría a su fin. En cierto modo, la caída del comunismo expresada en la caída del muro de Berlín y la reunificación alemana, produjo una sensación de alivio. Ya no tendrían sentido las carreras armamentistas y la energía podría concentrarse en el desarrollo. A poco andar la tensión ha vuelto por sus fueros. Hoy el mundo tiende a ser multipolar, el prestigio de los Estados Unidos está por los suelos, e internamente está acosado por un déficit fiscal sin precedentes. La receta económica republicana, afín con la neoliberal que impera por estos pagos, es simple, tal como la ven sus admiradores: menos impuestos, menos gastos sociales y una fuerte propensión a incrementar los gastos en seguridad interna y externa, esto es, en fortificar sus FFAA. El resultado no es otro que déficit. El ciclo es conocido: los demócratas deben esforzarse por subsanar los déficits generados por los republicanos.

A esto se debe agregar la crisis financiera actual desencadenada a partir de un mercado financiero que operó sin regulaciones y/o cuyas instituciones reguladores no funcionaron, fieles a la filosofía de los republicanos. Poner al frente del máximo organismo regulador norteamericano (la Comisión del Mercado de Valores –SEC, en sus siglas en inglés) a un campeón del neoliberalismo es como poner a un gato a cargo de una carnicería. Hizo cualquier cosa menos lo que debía.

Desmontar todo esto es la tarea que tiene por delante Obama y las presiones que tiene de lado y lado son mayúsculas: por un lado están quienes votaron por él creyendo en su mensaje de cambio, en su mensaje de “Yes, we can”; por el otro, los poderes fácticos, que desde la sombra están intentando no pagar los costos de sus irresponsables acciones. Mal que mal, lo que el mundo espera es el desmantelamiento de una política neoconservadora iniciada por Reagan y llevada a su máximo esplendor por Bush, con las consecuencias que estamos conociendo. Tanto en el plano económico como militar.

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