agosto 24, 2007

El loco en su salsa

Confieso que me abruma tanta adulación a un entrenador recién contratado para dirigir la selección chilena. Una adulación que sobrepasa toda mesura de todo el arco periodístico. Moros y cristianos rinden loas a cada uno de los pasos que está dando, a cada una de sus decisiones, acciones y palabras. Me abruma porque nunca antes había visto algo similar en el entorno futbolístico.

Si, nunca antes me ha tocado conocer un caso similar en el que se vanaglorie a un entrenador sin que a la fecha muestre resultado alguno. Si alguna vez se ensalzó a algún otro entrenador a alturas similares solo fue sobre la base de resultados: de alguna clasificación, de algún título. Pero nunca he observado conducta periodística semejante con alguien que aún no lleva ni un partido con la selección, y que por tanto aún no ha ganado nada.

En este sentido me extraña la falta de prudencia colectiva que se observa en los medios de comunicación que sin querer queriendo pueda estar generando expectativas desmedidas que abran paso a una nueva frustración. Desafortunadamente frustraciones tenemos de sobra como para seguir alimentándonos de ellas.

Todo este entorno que se ha producido garantiza que para las eliminatorias, al menos para los primeros partidos, éstos se jueguen a estadio lleno, con recaudaciones que financien la apuesta realizada al contratar al loco. Pero no garantiza resultados, y a la larga estos son los que valen. En este caso particular el único resultado admisible es la clasificación en las eliminatorias para el próximo campeonato mundial. A diferencia del mundial del 62 donde con Riera hubo un proceso, acá no hay proceso alguno. A lo más quizá haya uno si el loco logra clasificar a Chile.

No obstante lo expuesto es posible rescatar aspectos positivos de todo esto. El principal, la conversión de un ambiente negativo en uno positivo. Toda la prensa respalda todo movimiento del loco, lo que se quisiera cualquier otro entrenador; los clubes se han abierto a prestar el máximo de colaboración en circunstancias que en el pasado tendían a poner obstáculos para facilitar a sus jugadores a la selección; y los jugadores ahora solo desean ser convocados cuando antes algunos de ellos se resistían a hacerlo aduciendo los más inverosímiles motivos.

No se trata de ser pesimista, sino de intentar pisar suelo firme. No perdamos de vista que el entrenador no lo es todo, no vaya a ser que ante un fracaso después salgamos con que no podemos pedirle peras al olmo.

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