septiembre 27, 2018

Las paradojas de la política

En Chile se está viviendo un período político especial donde un gobierno de derecha debe abordar una agenda que no le acomoda. Desde sus propias huestes no pocos afirman que están aplicando políticas más propias de la actual oposición. Similar crítica se dio cuando bajo el primer gobierno de Piñera (2010-14) el entonces senador Longueira antes de ser nominado ministro, le acusó de ser una suerte de quinta Concertación.

Un botón de muestra es el proyecto de ley que reconoce y da protección a la identidad de género, impulsado por el gobierno de Piñera, fue aprobado en el Senado gracias al respaldo de la oposición y con el rechazo de la mayoría de los senadores de la propia coalición gobernante, particularmente de RN y de la UDI. Lo señalado da cuenta de un proyecto impulsado por la izquierda, que en el pasado no pudo aprobarse, gracias a un mayoritario rechazo al interior de la derecha, y que ahora fue aprobado. El mundo al revés como dirían algunos. Por ello José Antonio Kast, excandidato presidencial, exdirigente de la UDI, y actual impulsor de un movimiento de ultraderecha, acusa al gobierno de gobernar bajo una agenda de la izquierda. La oposición en un sector de la derecha es tal que intentarán ir al Tribunal Constitucional, a dónde recurren cuando las cosas no se dan a su pinta.

El otro caso está referido a la problemática que afecta a la Araucanía, donde la derecha siempre criticaba a los gobiernos por su incapacidad para detener la violencia, y muy especialmente por sus políticas conciliatorias y la ausencia de medidas represivas frente a hechos de violencia. Gran parte de su discurso, tanto a nivel nacional, como en la zona de la Araucanía, apelaba a la necesidad de incrementar los niveles de seguridad por la vía de aumentar la presencia y acción policial, alentando la necesidad de enviar fuerzas militares a la región. Hoy en cambio, a seis meses de asumida la conducción del gobierno, busca asumir un rol pacificador, de búsqueda de acuerdos entre los distintos sectores en lo que denomina Plan Impulso Araucanía. Este plan, al menos en el papel, más parece una continuidad de las acciones adoptadas por los gobiernos anteriores que buscaban estimular el desarrollo y establecer la paz en la región por la vía de una fuerte inyección monetaria bajo la lógica de que con plata se puede comprar la paz.

La otra novedad en este tema es el anuncio de algo que la izquierda siempre procuró impulsar sin mayor éxito por la persistente oposición de la derecha: el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas. Si bien falta aterrizar este y tantos otros anuncios, así como “la letra chica” con que estén acompañados, lo concreto es que este tema nunca estuvo en la agenda de la derecha. Y ahora lo está y tendrá que proponer un cambio en la constitución. No pocos congresales derechistas arrugarán la nariz.

En ambos casos los proyectos de ley implicados serán aprobados con el apoyo de la izquierda y la renuencia de no pocos en la derecha. Así y todo, insisten en que la actual oposición le está negando la sal y el agua al gobierno. Con razón dicen que la historia se escribe con renglones torcidos.

septiembre 20, 2018

Populismo al acecho

El populismo está al alza de la mano de la polarización política, económica y social. El populismo es el arte del engaño, de la explotación de las desgracias, de las desigualdades, de la mala educación. Por lo mismo suele ir de la mano del nacionalismo.

El populismo surge en tiempos de turbulencias de todo orden, político, económico, social, científico-tecnológica y existencial. Es alentado desde las sombras por siniestros personajes al amparo de discursos grandilocuentes, de frases para el bronce, pero muy especialmente de la incapacidad de gran parte de la población para discernir, reflexionar, analizar críticamente lo que ocurre. Personajes que actúan como pastores que conducen a sus rebaños al matadero sin que estos lo perciban. Ejemplos tenemos por doquier en el pasado y también actualmente, aquí en Latinoamérica, y donde quiera que vayamos.

Latinoamérica desde sus tiempos de independencia, ha experimentado oleadas de populismo. Los hay de derechas y de izquierdas, su común denominador es lo mencionado más arriba: la explotación de una crisis mediante el sacrificio de una o más generaciones por la vía de una oferta quimérica, que no especifica metas ni plazos.

En Europa, la construcción de la comunidad europea, fue a partir de las cenizas dejadas por la segunda guerra mundial a la que fue conducida por el nazismo y el fascismo a nombre de la superioridad racial. Hoy, esta Unión Europea se encuentra en jaque como consecuencia de los populismos y nacionalismos que están resucitando en los distintos países bajo el pretexto de los flujos migratorios, del desempleo y las dificultades de los gobiernos y los partidos políticos tradicionales para abordarlos.

En USA, Trump es la mejor expresión de un fenómeno que se apoya en lo peor del ser humano: el odio, la expulsión, el exterminio de quien es distinto, de quien no piensa como uno. Un inmigrante que toma la bandera del levantamiento de muros físicos, legales y arancelarios para frenar la inmigración.

Populismos y nacionalismos que se alimentan de las lacerantes, persistentes y crecientes desigualdades que las dirigencias empresariales, sindicales, políticas y profesionales han sido incapaces de reducir, junto con la apatía de muchos que se resisten a participar ante la ausencia de liderazgos creíbles y confiables entre ellas.

Tras los populismos que están entrando en escena hay fanatismos, fundamentalismos y dogmatismos que creíamos haber superado. Sin embargo, por lo que observamos a escala mundial, parecen retornar en todo su esplendor. Así parecen señalarlo los resultados de las últimas elecciones que se han estado registrando en los más diversos países. De fuerzas marginales se están convirtiendo en actores relevantes capaces de inclinar la balanza a uno u otro lado.

No obstante lo expuesto, confío en que más temprano que tarde este proceso se revierta de la mano de lo mejor de cada uno de nosotros. Próximamente, en Latinoamérica, tendremos una prueba de fuego en las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Brasil.

septiembre 14, 2018

¿Cuál democracia está más enferma? ¿la del 73 o la de ahora?

Con motivo del último 11 de septiembre, al cumplirse los 45 años del golpe, el presidente Piñera alude a la crisis política, económica y social que vivía el país, al afirmar que la democracia se encontraba gravemente enferma.

A diferencia de 5 años atrás, cuando por estas mismas fechas hizo alusión a los cómplices pasivos, ahora intenta ubicarse por sobre el bien y el mal, buscando balancearse como un equilibrista. Aquí todos seríamos responsables de lo ocurrido, lo que es lo mismo que decir que nadie lo es, y que sería la hora de dar vuelta la página, no quedarnos atrapados en el pasado, levantar la mirada hacia el futuro. En tan solo 5 años, ha pasado de la teoría de los cómplices pasivos a la teoría del empate de los errores con los horrores; en tan solo 5 años retornó al eufemismo de antaño, cuando no se podían decir las cosas por su nombre. Ya no habla de dictadura, sino de régimen o gobierno militar. Esto habla de un cambio, de un movimiento hacia la derecha.

Afirmar que Chile vivía una democracia gravemente enferma merece una mínima reflexión. Eran tiempos de convulsión, de rebelión, de altos niveles de conflictividad, de compromisos y donde los matices tendían a desaparecer. Por lo mismo se podría afirmar que la democracia estaba más viva que nunca, en pleno desarrollo con una elevada participación política, las mujeres tenían derecho a voto, las instituciones políticas funcionaban a tope, el ejercicio de la libertad de expresión en los medios de comunicación era total.

El 11 de septiembre del 73 clausuró todo esto. Si la democracia estaba gravemente enferma, con el “pronunciamiento” le dieron el golpe de gracia. La remataron bajo el anzuelo de convertir al país en “una gran nación”. Con mala cara en 1988 hicieron un plebiscito para perpetuarse con el mismísimo que la remató. El país, con lápiz en mano, sin bayonetas, decidió rechazar a quienes fueron los cómplices pasivos de entonces para entregar su confianza a los mismos políticos que habrían conducido al país a una “democracia gravemente enferma”.

La pregunta que debiéramos hacernos es si la democracia actual es sana. Como siempre, dependerá del cristal con que se mire, pero es como para pensarlo. Si algo no es del gusto de la derecha, ponen el grito en el cielo y recurren a la tercera cámara, el tribunal constitucional hecho a la pinta de ellos.

La pregunta de fondo es ¿quién diagnostica si una democracia está sana o no? ¿cuáles son los elementos determinantes del diagnóstico? ¿lo que digan los de arriba?

A veces pienso que es hoy cuando la democracia estaría gravemente enferma y que en el 73 estaba más viva que nunca. Mal que mal hoy la participación electoral está en descenso, al igual que la tasa de sindicalización, los grados de participación y actividades en juntas vecinales y centros de madres, la política cooptada por los negocios empresariales, la perpetuación de los mismos de siempre en los distintos cargos. Mientras tanto, las personas cada vez menos ciudadanas, subsumidas en su metro cuadrado, en su supervivencia, sin tiempo para involucrarse más allá de uno mismo.

Y cuando el individualismo gana la carrera, la democracia muere.

septiembre 06, 2018

Hay vida después del trabajo


Uno de los hitos de nuestras vidas está constituido por el paso de un estado de trabajador al de jubilado, expresión que se asume viene de “júbilo”. Se trata de un cambio de estado no menor, de cierta complejidad, razón por la cual se le suele temer, y por lo mismo, esquivar, posponer. Mal que mal somos hijos de rutinas, de disciplinas, y el trabajo nos provee de ellas.

Mi paso al estado de “júbilo” ha sido paulatino, de aterrizaje suave, pasando primero desde un trabajo a jornada completa a uno de tres cuartos jornada por 3 años, y luego a un cuarto de jornada durante un año. Finalmente, no sin cierto temor, colgué los guantes hace ya poco menos de un año.

Discrepo de quienes sostienen que se trata de un cambio de un estado activo a uno pasivo. Prefiero llamarlo de “júbilo” si se cumplen lo que identifico como cuatro condiciones.

Una, llegar en buenas condiciones de salud física, lo que si bien depende de factores genéticos y/o inesperados, uno también ayuda si ha llevado una vida sana, sin reventarse ni abusar de sus propias posibilidades, ya sea alimentándose sanamente, como realizando algún deporte.

Dos, llegar en buenas condiciones de salud mental, lo que si bien parece que ir más allá de nuestra voluntad, quizá podamos ayudar por la vía de llevar una vida intelectual intensa, con un pensamiento crítico y reflexivo que remueva nuestras neuronas para mantenerlas vivas.

Tres, tener una salud financiera básica que no la da la pensión básica ni mucho menos, y en este plano los países tienen una gran deuda con sus viejos. Los grandes avances científicos y tecnológicos de las últimas décadas, si bien han logrado elevar la esperanza de vida en términos de años, tienen pendiente mejorar la calidad de vida de muchos de ellos. A la salud financiera también la ayuda no dejarse llevar por los cantos de sirena del neoliberalismo y su presión para que consumamos más y más a costa de endeudamientos.

Cuatro, una salud familiar razonablemente sana, sin mayores problemas familiares, ya sea con hijos, nietos, maridos, esposas, parejas. Esto es, que no nos hagan sufrir, o les hagamos sufrir, sino que por el contrario, sean fuente de felicidad, de buenas vibras, de buena onda.

Si llegamos al ocaso de nuestra existencia con estas cuatro variables bajo control, me atrevo a asegurar que no hay razón alguna para pasarla mal. Por el contrario, es la etapa para hacer un alto en el camino con el fin de disfrutar y sentir la distensión, la paz, la tranquilidad que quizá haya sido tan esquiva en muchos parajes de nuestro devenir por esta tierra.

Es la oportunidad para levantar la frente, mirarse a sí mismo y el horizonte, para seguir luchando por aquello en lo que creemos, por fortalecer las amistades, por entregar lo mejor de nosotros mismos, por hacer aquello que siempre hemos querido, pero que una y otra vez hemos pospuesto por falta de tiempo.

Si, hay vida después del trabajo!