julio 01, 2016

El camino al éxito

El país se vio estremecido por un triunfo espectacular de la selección chilena en la Copa América que le permitió coronarse bicampeón. Espectacular por múltiples factores: por no existir mayores expectativas al inicio del campeonato ante las magras actuaciones en los partidos preparatorios; por haber sido ante Argentina, con quien se había perdido en el primer partido; por ser la misma final del año pasado; por haber sido obtenido fuera del país; por la tensión imperante, el alargue y los penales; por el juego desplegado, por la garra con que se desenvolvieron los jugadores.

Un triunfo que eleva la autoestima a un país escaso de triunfos internacionales en territorios ajenos. De un país encapsulado hacia adentro, aislado, de espaldas al mundo, hemos pasado a ser un país abierto, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.

Son muchas las reflexiones a las que nos invita este triunfo. De partida, estamos en presencia de una generación de excepción que ha llegado a estar donde está no por azar. El triunfo es la punta del iceberg, lo que se ve, pero por debajo hay todo un trabajo, esfuerzo, entrenamiento, sacrificio.

El éxito alcanzado no debe obnubilarnos. El verdadero éxito se alcanza al final de un camino pedregoso, complejo, tapizado de fracasos, de caídas y levantadas. No existe éxito sin fracasos ni esfuerzos sostenidos, que son los que le dan sentido. De lo contrario, son falsos, efímeros, volátiles, que no se sostienen en el tiempo.

Debemos valorar una generación dorada de jugadores, y para ello nada mejor que seguir su ejemplo; debemos valorar a quienes los formaron, muchos de ellos anónimos que disfrutan de sus triunfos en silencio, a quienes los encauzaron por el buen camino. Destaco con letras de oro a Sulantay, quien fue uno de los primeros entrenadores de esta pléyade de jugadores de excepción; al loco Bielsa que supo inculcarles confianza, espíritu triunfador, cabeza en alto, hacia adelante; al pelao Sampaoli, quien trabajó sobre tierra abonada, al igual que a Pizzi, quien recogió un equipo en medio de una crisis dirigencial de proporciones que nos tenía sumidos en el excepticismo del cual supo sustraernos a tiempo.

A todos ellos, gracias, muchas gracias!

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