marzo 30, 2011

Liberarse de los miedos

Los resultados de la reciente gira de la selección chilena de fútbol por Europa no pudieron ser más positivos. La huella del loco sigue vigente, ahora de la mano del Bichi. Tuvimos suerte que la funesta directiva actual de la ANFP ofreciera la dirección técnica al Bichi, y que éste la aceptara. Ningún otro técnico habría estado más habilitado para asumir la herencia que dejó el loco. Quizá Pellegrini, el Ingeniero, pero Bichi corría con ventaja porque conoce, ha estado más cerca de la generación futbolística actual, y ha sido partícipe en su formación. Siendo de distintas escuelas, ambos comparten el gusto por el buen fútbol, el ofensivo y un particular trato técnico-psicológico con los jugadores que permite sacar lo mejor de cada uno.

Tanto en el encuentro con Portugal como con Colombia se observó una continuidad respecto de lo que venía haciendo la selección con el loco, particularmente en lo que más interesa: mantener esa hambre de gol que tanto nos deleitó durante las eliminatorias pasadas y en el mismo mundial. Atrás ha quedado ese espíritu arratonado con que se solía salir al exterior, temiendo lo peor, renunciando anticipadamente al triunfo, buscando el empate. El loco nos liberó del miedo, nos elevó la autoestima, la confianza en nosotros mismos, en el valor de la disciplina, el trabajo persistente.

Eso se agradece porque el miedo paraliza, el miedo inhibe, impide el despliegue de todas las capacidades. El Bichi, inteligentemente, sabiendo lo que tiene entre manos, deposita confianza en los suyos. Matías, quien por más de 4 años no había convertido ni un gol de tiro libre, ahora, en dos partidos seguidos marca dos golazos con pelota detenida. Consultado al respecto, el Bichi solo atinó a afirmar que “A Matías hay que saber cómo tratarlo”.

Una frase para el bronce, como las que en su momento nos deleitara el loco. Filosofía pura. No solo a Matías hay que saber cómo tratarlo, a todos hay que saber cómo tratarlos. El gran problema que nos aqueja es que no sabemos cómo tratar a las personas. De hecho, en vez de confiar, desconfiamos; en vez de alentar, desalentamos; en vez de conversar y dialogar se procura imponer, poner la bota encima, poner por delante los galones, introducir el miedo, el poder duro, la amenaza.

Este camino propio de esquemas autoritarios, patronales, es el de la perdición, el de la baja productividad, de la no innovación. Desafortunadamente Chile, como país, tiene una fuerte tentación por este camino de perdición con su impronta autoritaria. Lo prueba el que somos de los países con más horas de trabajo y que rendimos poco.

Esta tentación por imponer el miedo es lo que impide que se desate la productividad, se liberen las capacidades y energías de las personas. Los países desarrollados, los ganadores son los que se han sacado de encima los miedos atávicos que impedían su despegue. Los resultados obtenidos por la selección chilena de fútbol nos muestran de lo que es capaz de realizar una organización conducida por quienes saben cómo tratar a las personas que la conforman.

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