noviembre 26, 2010

De un día para otro

El impacto del accidente carretero protagonizado en la autopista del sol por una conocida línea de buses con un camión, con un saldo de 20 muertos a este minuto, y múltiples heridos de diversa gravedad no ha dejado indiferente a nadie.

Aún se desconocen las causas del accidente, las que se están investigando, aunque ya se esbozan las más diversas hipótesis, al igual que acciones a adoptar para elevar el nivel de seguridad en nuestras carreteras, más propios de un país tercermundista que de un país desarrollado.

Sin embargo, mis reflexiones van por otro lado. Más allá de las hipótesis que se barajan y las responsabilidades que se están investigando, el punto es que lo ocurrido nos obliga a hacer un alto en nuestra andadura por este mundo, a percatarnos de nuestra fragilidad, de los azares que nos acosan. Cuando creemos que lo tenemos todo controlado, de un día para otro, nuestras vidas cambian, se ven tronchadas, quedando familiares y amigos/as sumidos en la tristeza, el abandono, la sensación de orfandad, sin piso.

De la noche a la mañana, todo cambia. La normalidad de nuestras vidas se ve alterada. Si bien se estima que los creyentes están más preparados para enfrentar estas coyunturas que los no creyentes, así y todo el dolor y la impotencia nos afecta a todos por igual. Nuestras prioridades cambian al percatarnos de cuán frágiles somos, de cómo nuestras voluntades pueden verse alteradas por factores absolutamente fuera de nuestro control.

Lo ocurrido, al igual que tantos otros accidentes de similar tenor, nos sobrecoge porque todos estamos implicados potencialmente. Cada uno de nosotros pudo haber sido partícipe de este accidente. Nuestros hijos, nuestros familiares. Quienes lograron sobrevivir, enfrentarán la vida con otros ojos a partir de este instante. Este hecho, constituirá un hito que marca un antes y un después, que nos hará cambiar, inexorablemente. Al igual como a tantos de nosotros nos cambió la vida, que de un minuto a otro, por los más diversos motivos –sobrevivientes de accidentes como estos, o de enfermedades que se habían definido como terminales-.

Desde entonces, la vida se mira de otra manera, dejando pasar lo intrascendente, poniendo el foco en lo relevante, elevando la mirada hacia el horizonte no dejarnos llevar por el pesimismo, sino que al contrario, apreciando a quienes nos rodean, agradeciendo e irradiando optimismo. Tarea difícil, compleja, pero imprescindible si no queremos dejarnos abatir.

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