abril 27, 2007

Fundamentalismo en la educación

Con el transcurso de los días se van clarificando las posiciones en torno al proyecto de ley presentado por el gobierno que aspira modificar la LOCE actual. La semana pasada dejé constancia que la LOCE que nos rige fue promulgada un día antes que Pinochet entregara el gobierno, aunque con la precaución de no abandonar la escena y conservar el poder militar en calidad de comandante en jefe del Ejército como una forma de asegurarse que ni la LOCE ni otras leyes de amarre fueran modificadas. Tiempos de democracia vigilada.

Este dato no es marginal. Es preciso recordar que en su momento, la LOCE buscó plasmar el fundamentalismo de mercado en el campo educacional a sangre y fuego. En el ámbito político la derecha tomó sus resguardos imponiendo un sistema electoral binominal que ha inflado su peso político en el parlamento por sobre su peso real; en el ámbito comunicacional controla los principales medios de comunicación nacional. Una ley promulgada con rango tal que no basta una mayoría simple para cambiarla, lo que explica que a la fecha ni siquiera se haya intentado modificarla.

Fundamentalismo expresado en el desmantelamiento del rol estatal en materia educativa; la apertura de espacios al financiamiento privado en la educación y el financiamiento público a establecimientos educacionales privados con fines de lucro. No hay que olvidar que esto fue precedido en 1981 con el traspaso de las escuelas y liceos públicos a los municipios sin el correspondiente traspaso de recursos, atribuciones y competencias. Todo esto a espaldas de la ciudadanía.

La consecuencia no es sino la que observamos hoy. Una educación segregada, excluyente, desfinanciada, y de mala calidad. Suele ponerse énfasis que la educación municipal es de mala calidad, pero en honor a la verdad todo el sistema educacional chileno es de mala calidad, incluido el particular pagado. Las pruebas internacionales así lo demuestran. Incluso más, me atrevería a afirmar que la educación particular es más ineficiente que la pública si se considera que opera con al menos el triple de recursos que los establecimientos municipales y con los sectores de mayor capital social-cultural. Por tanto, que sus alumnos obtengan más altos puntajes en las pruebas SIMCE o PSU no indican nada.

Bajo el actual sistema educacional, cuyo marco está dado por la LOCE actual, estamos perpetuando la segregación, incrementando la desigualdad social y la exclusión consiguiente. Con un sistema como el actual no tenemos futuro. Así de simple. El movimiento pingüino no hizo más que poner sobre la mesa esta realidad que no fuimos capaces de prever oportunamente.

abril 12, 2007

La LOCE en acción

No deja de impresionar la visceral reacción opositora ante la intención gubernamental por modificar la ley orgánica constitucional de enseñanza (LOCE). No está de más recordar que ella fue promulgada, entre gallos y medianoches, el 10 de marzo de 1990, un día antes de que Pinochet entregara el gobierno a Aylwin.

Cualquier gobierno relativamente decente se habría abstenido de promulgar a último minuto una ley que compromete el futuro de todo un sector, el educacional. Más encima, una ley promulgada a espaldas de la opinión pública, sin debate alguno, salvo el que se debe haber dado entre los expertos y prohombres del gobierno. Si a eso se agrega, los altos quorums exigidos para su modificación, así como el sistema electoral binominal que ha inflado a la derecha, llegamos a la realidad educacional actual: de mala calidad en la que impera una lógica libremercadista extrema y una LOCE inmodificable, que a la fecha la propia Concertación no se ha dado siquiera la molestia de intentar modificarla por no contar en el Congreso con la mayoría requerida. Eso hasta hoy, cuando gatillado por la revolución pingüina, el gobierno decide enviar al Congreso un proyecto de ley destinado a modificar la LOCE.

Actualmente la LOCE se centra en que el Estado debe resguardar la libertad de enseñanza, sin prestar similar atención al derecho a la educación. El proyecto propone equiparar ambos derechos. La LOCE actual no obliga al Estado a financiar un sistema gratuito que asegure el acceso a la enseñanza preescolar; la modificación extiende esta obligación a la enseñanza preescolar.

En la actualidad la LOCE permite el financiamiento público a instituciones educacionales privadas con fines de lucro, creadas sin mayores exigencias respecto de su creación y continuidad. En paralelo las escuelas municipales deben funcionar con subvenciones irrisorias basadas en la asistencia y sin real autonomía. El resultado lo tenemos a la vista: una educación de mala calidad. Por eso extraña que se afirme que la LOCE no tiene nada que ver con una educación de calidad: tiene mucho que ver. Lo anterior no implica que la LOCE sea la solución para una educación de calidad, pero ella contiene las bases conceptuales, los fundamentos, los cimientos, sobre las cuales se construye el sistema educativo. Lo que corresponde es que ella recoja la amplia experiencia nacional e internacional en la materia.

La derecha ha puesto el grito en el cielo por el tema del lucro. El quid del asunto es otro: la calidad de la educación que queremos y una magnitud y destino del financiamiento público consistente con el nivel de calidad al que se aspira; que las reglas de juego sean parejas para todos; y que exista una rendición de cuentas transparente respecto del financiamiento público que reciben las instituciones educativas. No es justo que unos puedan seleccionar y otros no. No es justo que para unos rija un estatuto docente y para otros no. No es justo que existan establecimientos con financiamiento público que puedan lucrar y otros no. No es justo que con recursos públicos se haga lo que se les de la gana. De esto y muchas otras cosas es lo que el proyecto trata e invita a debatir con altura de miras. Ni mas ni menos que todo lo que no se hizo con la LOCE del 10 de marzo de 1990.

La pretensión de la derecha por perpetuar una LOCE fraguada entre cuatro paredes nos está costando caro, y por tanto ella debe asumir en plenitud su responsabilidad en la materia.

abril 05, 2007

La dependencia tecnológica

Intenté suspender la suscripción del diario por unos días por ausentarme de casa, pero no me fue posible porque “el sistema estaba caído” y con muy buenas palabras me dijeron que no podían hacer nada. Hace unos días quise pagar mis cuentas de luz en una de las tantas casa de pago de cuentas, pero un letrero me frenó en seco: “Disculpe las molestias, el servicio está suspendido por caída del sistema”.

El broche de oro de la dependencia respecto de la tecnología en la sociedad chilena está dado por el fiasco del transantiago. No están operativos los sistemas o dispositivos tecnológicos (de gestión de flota, GPS, cámaras, botones de pánico, etc.) destinados a monitorear la cantidad, recorridos, frecuencias de buses y pasajeros, y el sistema de transporte público en la capital del reino se desploma con consecuencias a la vista de todos.

Si bien existen múltiples definiciones en torno a la tecnología, para no complicarnos mayormente asumiremos que la tecnología es un conjunto de inventos, técnicas y/o conocimientos vinculados a la generación de un ambiente, sector o producto en particular. Toda tecnología conlleva la aplicación del conocimiento en los mas diversos procesos productivos con miras a hacerlos más eficientes y rentables. Ella encierra conocimiento acumulado en el tiempo a partir de la experiencia, la observación y la aspiración por reducir el esfuerzo o trabajo manual.

Desde la segunda mitad del siglo pasado el avance tecnológico ha tomado un vuelo tal que se manifiesta en la proliferación y masificación de artefactos en la sociedad que ni nuestros propios padres se hubiesen soñado. Lo que más llama la atención es la autonomía que ha adquirido este vuelo. En efecto, el desarrollo tecnológico ha tomado vuelo propio, autónomo cuyas consecuencias sobre la sociedad, los países y las personas no se logran dimensionar.

Existe la sensación que el desarrollo tecnológico tiene un curso único, dado, que no podríamos alterar, que condiciona nuestras vidas, frente al cual solo cabe resignarnos. Como si fuera el mercado el que determinara su curso. Sin embargo ella es una verdad a medias, porque en estricto rigor, en la actualidad el devenir tecnológico está determinado por unas pocas y grandes empresas multinacionales que a su vez condicionan el comportamiento de los consumidores por la vía publicitaria de modo que el consumo se oriente hacia donde ellos desean.

Vivimos tiempos caracterizados por la alta tasa de uso tecnológico en los procesos productivos y en la sociedad en general, lo que explica la dependencia tecnológica en que nos desenvolvemos. Basta que se caiga un sistema para que se nos descuadre la existencia misma. es hora que no solo la sociedad se adapte a la tecnología imperante, sino que incida en su curso participando en las decisiones en torno al desarrollo tecnológico.