noviembre 23, 2005

Decisión de voto

Lo que para algunos era carrera corrida, ya no lo es. A un par de semanas de las elecciones presidencial y parlamentaria, vale la pena hacer un alto. Manejo los mismos antecedentes que todos, esto es, los resultados de las más diversas encuestas, las tendencias que se observan; también me veo sorprendido por la multimillonaria y atosigante campaña de algunos candidatos; y también me encuentro bajo el influjo de los diversos medios de comunicación escritos y audiovisuales.

Salvo de unos pocos que se atreven a expresar lo que piensan y por quien votarán, del resto de los mortales desconozco absolutamente sus intenciones de voto. Por tanto los comentarios que siguen están condicionados por esta realidad que me rodea y todo aconseja no pasar por alto los resultados que arrojan las encuestas. Si bien algunas de ellas tienen su origen en empresas ligadas a sectores políticos particulares, basta cotejarlas con otras para recoger algunas lecciones. Entre ellas se puede mencionar que:

a) la primacía absoluta de Michelle ha dejado de ser tal, y por tanto se está abriendo la posibilidad de una 2ª vuelta;

b) la apuesta de Sebastián está modificando el cuadro político, perforando no solo parte de la votación de Joaquín –lo que era de esperar-, sino que de parte de la Concertación;

c) el estancamiento y deterioro de las posibilidades de Joaquín no obstante su protagonismo político en las últimas décadas; y

d) la marginalidad de la candidatura de Tomás, a pesar de sus esfuerzos por levantar una alternativa a la izquierda de la Concertación.
Las variables que suelen incidir en la intención de voto suelen concentrarse en las siguientes:

1. Gobernabilidad: tras un candidato se asume la existencia de una coalición de partidos que lo respaldan, con capacidad no solo para ganar elecciones, sino que para gobernar, para dirigir los destinos del país, para construir y aplicar políticas públicas.

2. Credibilidad: todo candidato es más o menos creíble, lo que depende en lo fundamental de su historia de vida, de su consecuencia entre lo que dice y hace.

3. Personalidad: todo candidato tiene su propia personalidad, carácter, temperamento, liderazgo.

4. Propuesta: todo candidato tiene un mensaje, un sueño que ofrecer, transmitir, comunicar y que busca interpretar los anhelos de quienes quiere representar.

La ponderación o peso que se le proporcione a cada variable depende de cada uno. Por ejemplo, hay quienes les interesa sobremanera que la propuesta que formule uno u otro candidato, en cambio para otros esa variable no condiciona de manera alguna su voto; para otros, la personalidad del candidato es un elemento clave a la hora de tomar una decisión; o su credibilidad.

A cada candidato se le puede evaluar variable a variable, y que a cada una asignársele un peso específico, lo que depende de cada votante en particular. En mi caso que construido mi particular tabla haciendo uso de la escala de Lickert (con una puntuación de 1 a 5), arrojándome un valor de 3,9 seguida por Sebastián con un 3,6. De mi particular análisis se deduce que:

a) la fortaleza de Michelle se centra en la gobernabilidad que ofrece, la que viene dada por la coalición que la respalda –la Concertación- antes que por ella misma. Esta fortaleza debe explotarla intensamente porque sus oponentes no la tienen. Se trata de una gobernabilidad probada desde 1990 que los restantes candidatos no están en condiciones de ofrecer. Basta preguntarse: con quien podrá gobernar Sebastián? Joaquín? Tomás? La derecha no fue capaz siquiera de ponerse de acuerdo en torno a un candidato, menos lo será para gobernar.

b) La credibilidad es otra fortaleza de Michelle, que emana de su historia personal, de su capacidad para sobreponerse a las desgracias y a las dificultades, para desenvolverse con autonomía e independencia ante los más diversos conflictos de intereses que se le generarán, más allá que venda o no las empresas de su propiedad. Palos blancos nunca le vana faltar.

c) La personalidad, al menos la que ha mostrado a la fecha –o la que muestran los medios de comunicación- sería su debilidad, sobretodo en un país en el que si bien el machismo y autoritarismo de antaño han ido quedando atrás, aún persisten resabios de ellos. Cuando a Michelle se le reprocha que “no da la talla o el ancho” para la presidencia, el mensaje subliminal subyacente es que a la cabeza del gobierno debe ir alguien “con pantalones”, de sexo masculino, que mande. Curiosamente, en esta línea, tanto Sebastián como Lavín están buscando posicionarse como “continuadores” de Lagos, por su personalidad con fuertes rasgos de autoritarismo del cual Michelle se siente muy lejana. Por otra parte, las múltiples obras que están caracterizando el gobierno de Lagos parecen estar siendo apropiadas por los candidatos opositores antes que por Michelle. Ella debe salir al frente, denunciar la hipocresía que significa escuchar a los candidatos de derecha sus denuncias en torno a la delincuencia, la desigualdad y el desempleo. No son ellos quienes los resolverán, más bien son ellos los responsables, los que impiden su solución. A la fecha no hemos sido capaces de resolver estos problemas, es cierto, pero ello no implica que ellos sean capaces de hacerlo. Las veces que han sido gobierno, estos problemas los han multiplicado, porque sus intereses reales están en otra parte.

d) La propuesta de Michelle no ha sido explicitada, está implícita, y por tanto hace falta que aflore con mucha fuerza. Mientras Sebastián y Joaquín se centran en proponer infinidad de propuestas, viables e inviables, cual encantadores de serpientes, Tomás no es capaz de formular propuestas en una realidad que es muy distinta a la de los años 70. Michelle debe enfatizar un mensaje de continuidad y cambio, del buen camino, de más mercado con más y mejor Estado, de una sociedad de ciudadanos que va mucho más allá de una sociedad de consumidores. Una Michelle que salga al paso a los ataques, los cuales de ser pasados por alto corren el riesgo de menoscabarla. Cuando Sebastián la acusa de falta de carácter, éste debe responder respecto de su propio carácter cuando tuvo que enfrentar coyunturas políticas complejas:

I. Para las pasadas elecciones parlamentarias, Sebastián resolvió postular como candidato a senador por Valparaíso. Cuando la UDI levantó la candidatura del almirante Arancibia, se bajó o lo bajaron: qué pasó? Nunca se supo. Dónde quedó su carácter?

II. Siendo presidente de RN fue incapaz de asegurar que los votos de los senadores de su propio partido fuesen consistentes con los acuerdos internos adoptados en materia de reforma constitucional.

III. Siendo presidente de RN, en colisión con Pablo Longueira, entonces presidente de la UDI, y siendo ya candidato presidencial Joaquín, renuncia a petición de este último. Dónde está ese carácter de que hace gala?
Porqué, una y otra vez se ha tenido que bajar? Cuáles son las presiones que lo fuerzan a abandonar caminos ya decididos? Quienes son los que lo presionan? Qué nos asegura que, en el hipotético caso que asuma la presidencia, no renuncie el día de mañana? En Brasil, décadas atrás, en los años 60, un presidente electo, Janio Cuadros, a poco de asumir la presidencia, renuncia, yéndose al exterior. Hasta el día de hoy se desconocen los motivos. Falta de carácter? Presiones indebidas y ocultas? Incapacidad?

Por último, importa señalar que hay candidatos sin posibilidades reales de alcanzar la presidencia, de carácter testimonial cuyo objetivo es marcar el inicio de una nueva senda en rechazo a una realidad particular. La paradoja reside en que ese voto testimonial, por lo general, termina por favorecer a los candidatos que menos se acercan a los postulados que los mismos electores profesan. En Chile a estos candidatos se le conoce como los curas de Catapilco, en recuerdo de la elección presidencial de 1958, hace ya casi 50 años atrás, cuando un candidato -el cura de Catapilco-, sacó un número de votos suficiente para asegurar la elección de Jorge Alessandri, arrebatándole la victoria a Salvador Allende. Ya entonces la mano negra de las fuerzas fácticas entraban en acción.

noviembre 15, 2005

Concentración económica

En las últimas semana se ha estado debatiendo en torno al tema de la concentración económica y la desigualdad. Incluso han aflorado voces afirmando que no tiene nada de malo la concentración económica, que ella es positiva, apuntala el crecimiento, incrementa la eficiencia de la sociedad en su conjunto, y es consecuencia de las economías de escala capaces de reducir los costos medios de los bienes/servicios.

Curiosamente estos son los argumentos de los campeones de la libre competencia, del libremercado, de quienes por años nos han cantado a gritos a favor de la competencia, que la diseminación de la propiedad era consustancial a ella para garantizar la existencia de infinidad de actores -consumidores y productores- en el marcado, ya que ellos, imposibilitados de ponerse de acuerdo, de coludirse, garantizarían el funcionamiento de la "mano invisible" de manera tal que el precio de equilibrio resultante de los bienes/servicios correspondientes, optimizaría la asignación de los recursos. Aleluya, aleluya!!!!

Cuando ya nos estábamos comprando el cuento completo, sin vaselina, desde los mismos sectores -esos que pregonan día y noche las virtudes de la librecompetencia, del desguace del Estado, de la flexibilidad laboral, de la eliminación del salario mínimo, de las indemnizaciones, de las inamovilidades- surge ahora un nuevo grito de guerra: que la concentración económica puede traer consigo más progreso, más crecimiento. las históricas luchas antimonopolio están siendo relegadas al olvido con eufemismos tales como que "la concentración solo sería negativa si atentara contra la libre competencia". como si fuera llegar entrar y salir del mercado cuando se afirma que existe libertad de entrada en la mayoría de los sectores, libertad que forzaría a los productores a traspasar a los consumidores las potenciales rentas que se obtienen de las fusiones, vía menores precios y/o productos/servicios de mayor calidad. No necesariamente!!!! como lo comprueban las utilidades que registran las instituciones previsionales de salud y la banca. La libertad de entrada en términos prácticos está en jaque por el volumen de inversiones que se requiere para incursionar en una pelea de perros grandes.

La libre competencia, más allá de voluntarismos, ella está siendo jaqueada por una concentración económica. Siendo inevitable en muchos casos por la cuantía de las inversiones requeridas y/o las economías de costo que puede conllevar, por eso mismo al frente debe posicionarse un Estado incorruptible dotado de las atribuciones que garanticen que las potenciales ventajas de toda concentración se traspasen efectivamente a los consumidores. No vaya a ser que una vez que los perros grandes se terminen comiendo a los chicos, hagan de las suyas.

De hecho, ¿acaso ya no lo están haciendo? Lo hacen con sus proveedores a quienes pagan cuando se les antoja; lo hacen amarrándonos con tarjetas de crédito que nos esclavizan a ellos. Más allá de nuestra responsabilidad por endeudarnos más allá de todo límite, no es menos cierto que la misma fuerza y empeño que colocan en engatusarnos, es la misma que colocan para ejecutarnos a la hora de los quiu.

noviembre 10, 2005

¿Ser o no ser neoliberal?

Desde que tengo uso de razón, me enseñaron que la economía surge a partir de la escasez, en particular, cuando la cantidad demandada por un bien/servicio supera la oferta disponible en el mercado. La economía busca responder interrogantes básicas tales como: ¿qué producir? ¿cúanto producir? ¿cómo producir? ¿cómo distribuir? ¿cuánto cuesta producir? ¿qué alternativas se encuentran disponibles? ¿para quienes producir? ¿en qué magnitud? ¿a qué precio?

En tal sentido la economía se considera la disciplina responsable de abordar la asignación "óptima" y/o "eficiente" de los recursos disponibles normalmente limitados, y por consecuencia, se asume que busca contribuir a satisfacer el máximo de necesidades con los recursos disponibles. El fin de la historia, al menos en el ámbito económico, se habría alcanzado con el libremercado, con esa “mano invisible” que guía el comportamiento mercantil. Existen múltiples ejemplos irrefutables acerca de la existencia de esa ley de la “mano invisible”, así como en el mundo de la física nadie cuestionaría la ley de gravedad formulada por Newton. En este sentido ¿quién podría no ser un neoliberal?

Junto con esto, me enseñaron que este libre mercado funciona cuando no existen barreras de entrada, o sea, con la libre concurrencia de muchos oferentes y demandantes, porque cuando son pocos los actores ya sea por el lado de la demanda, como por el lado de la oferta, el libremercado deja de funcionar como tal y empiezan a operar los carteles o monopolios. Curiosamente, por la vía del libremercado observamos una tendencia hacia la existencia de pocas grandes empresas en los más diversos sectores, amparados en la lógica de las economías de escala y de la creciente incorporación de tecnologías de información y comunicación en la gestión de las organizaciones.

Me enseñaron que el libremercado funciona cuando todos los actores tienen acceso a la misma información, no existiendo información privilegiada para unos en desmedro de otros. También me enseñaron que el Estado no debe interferir en el libremercado, más bien debe asegurar que se den las condiciones para que “la mano invisible” funcione; pero también me enseñaron que los mercados reales no suelen ser perfectos, por lo que se requiere la intervención del Estado para que el libremercado opere como tal: un Estado tan chico como sea posible, un Estado estrictamente necesario para subsanar subsidiariamente algunas “imperfecciones” que puedan presentarse.
En base a estos antecedentes ¿quién podría no ser neoliberal?

Sin embargo la realidad es más compleja, no se limita a lo meramente económico, como lo constatan los propios neoliberales, quienes en el plano político-cultural suelen ser ultraconservadores, y no trepidan en pretender imponer conductas, valores y prohibiciones que harían palidecer a cualquiera.

El neoliberal centrado en lo económico adhiere a un enfoque reduccionista que termina por olvidar que la economía es un componente de la realidad que debe estar al servicio del ser humano y no viceversa. De hecho, el modelo neoliberal, en los países donde ha sido aplicado a ultranza, genera sociedades excluyentes, donde periódicamente es ingresa a fases de crisis explosivas. La exclusión opera sobre la base de la coexistencia de insolidaridad y del desmantelamiento de los servicios públicos por parte del Estado. Un Estado incapaz de pagar seguros de desempleo o pensiones mínimas o decentes a quienes la mano invisible mercantil desecha por inservibles, ya sea por edad, como por incompetente. Los seguros privados de salud, operando bajo la lógica de la rentabilidad, no pueden sino expulsar a aquellos afiliados que se enferman en demasía o tienen enfermedades de muy alto costo. Afiliados “cachos” que son entregados a manos del Estado para que éste se encargue de ellos, pero un Estado raquítico a quienes los propios neoliberales les niegan la sal y el agua para que ejerza en plenitud el rol subsidiario que el propio modelo neoliberal le tiene asignado.

Desafortunadamente son muchos los sectores donde no existe simetría de información, particularmente en los sectores financiero-bancario, de servicios de comunicación, salud y educación. ¿Tenemos claridad respecto de las tasas de interés que nos aplican? ¿De la calidad los servicios educacionales que prestan las diferentes instituciones educacionales? ¿De los contratos y las tarifas que nos aplican las empresas proveedoras de servicios telefónicos? Y cuando queremos reclamar ¿adónde podemos recurrir? ¿Tenemos tiempo para hacerlo cuando el trabajo nos exige más y más?

El problema de fondo del neoliberalismo reside en que asume que somos de usar y tirar. Aldous Huxley lo graficó claramente en su “Un mundo feliz” somos, en la medida que servimos en términos económicos, si somos productivos, en caso contrario, más vale que nos vayamos al tacho de la basura. Enfoque que entronca con el darwinismo puro, con las teorías racistas, por las cuales unos son elegidos y otros, condenados.

Los “defectuosos” no tendríamos nada que hacer en este mundo. En estas circunstancias, como bien lo afirma Andrés Monares en su paper titulado ¿Quién podría ser neoliberal? y que de alguna manera motivó el tenor de esta columna.

noviembre 03, 2005

Pildoritas universitarias

Hace poco me tocó participar en un debate en torno a los estudios universitarios, y uno de los expositores hizo mención a la masificación universitaria, punto sobre el cual me permití hacer algunos alcances.

En las últimas décadas, la cobertura de educación universitaria ha aumentado significativamente, desde menos del 20% hasta casi el 40% en el grupo etáreo correspondiente. De una educación universitaria elitista estamos pasando a una masiva. Cuando la cobertura sobrepase el 60% podríamos hablar de una educación universitaria universal. Por tanto todo señalaría que nos espera un futuro promisorio.

Cualquiera pensaría que si hoy son más quienes siguen estudios universitarios que en el pasado, es porque son más los alumnos con méritos académicos. Esto es, hoy serían mucho más los alumnos que egresan de la educación media con los conocimientos requeridos para proseguir estudios en las universidades.

Sin embargo creo que las cifras pueden inducir a engaño porque antes que un mayor conocimiento de quienes postulan a las universidades, lo que estaría ocurriendo es un aumento de la oferta, esto es, de las vacantes como consecuencia de la liberalización y mercantilización de las universidades. Liberalización, por la irrupción de universidades privadas abiertas sin mayores barreras de entrada, creadas bajo la figura de instituciones sin fines de lucro y que no trepidan en incurrir en multimillonarias campañas publicitarias para atraer matrículas; mercantilización, porque la educación superior se ha transformado en un negocio tratado como si se tratara de la comercialización de un bien privado, obviando su fuerte componente de bien público. Mercantilización que también ha invadido a muchas de las universidades estatales, las que también han estado abriendo carreras y vacantes en base a evaluaciones privadas de sus beneficios/costos sin que exista regulación alguna, dejando librada la oferta y demanda a la “mano invisible” de un mercado capaz de ofrecer de todo a distintos niveles de calidad, para todos los gustos, a distintos precios.

Este aumento en la oferta, tanto de carreras como de vacantes tiene su origen en aprovechar oportunidades de negocio antes que en los mayores conocimientos de quienes postulan a las universidades. La mayor cobertura universitaria se explica, en lo fundamental, porque las exigencias de ingreso a las universidades son significativamente menores que las existentes en el pasado. Si estas exigencias fueran las que imperaban hace 20 años atrás, una importante proporción de las vacantes que se abren no se completarían, muchas carreras no se impartirían, y muy probablemente muchas de las actuales universidades estarían en crisis por falta de alumnos.

En este sentido percibo que la masificación se ha logrado a costa de una degradación en la educación en todos los niveles. El extremo énfasis en lo cuantitativo y ha sido en desmedro de lo cualitativo. A las universidades están ingresando alumnos sin mayores hábitos de estudio, por lo que cuesta entender cómo han podido terminar su educación media. Esta realidad, de alguna manera hipoteca nuestro futuro.
Se me quedan elementos en el tintero que no abordaré para no abusar de mis queridos lectores. Entre ellos, el tema del esfuerzo, de “sacarse la cresta”, de “comprar” educación, mecanismo por el que se privilegia la exigencia económica sobre la académica, o dicho de otro modo, la exigencia académica está condicionada por lo económico.

Al paso que vamos imagino un mundo en el que las farmacias incluyan dentro de sus estanterías pildoritas universitarias de distintos colores y calidades. Cada color corresponde a una carrera. Por ejemplo, color rojo correspondería a Ingeniería Comercial y tendríamos de diferentes precios ya sea porque son más concentradas como porque son de mayor duración.

La idea es que compremos una pildorita, la tomamos con un vaso de agua y ya está! De un minuto a otro, sin mayor esfuerzo asimilamos las capacidades y competencias asociadas a cada carrera para una duración dada. Vencido el plazo, por arte del birbiriloque los conocimientos desaparecen, salvo que nos compremos otra pildorita, distinta de la anterior porque el tiempo ha transcurrido y las competencias y capacidades exigidas han cambiado. Con estas pildoritas nos ahorraríamos años de estudio y esfuerzo. También podríamos tener pildoritas apitutadas –claro que serían más caras-, pildoritas que permitirían obtener buenos trabajos y en forma inmediata, a diferencia de las otras pildoritas, las “normales”, que no garantizarían la obtención de trabajo alguno.