marzo 28, 2018

A lucrar sin parar

Gracias al movimiento estudiantil se generó un proyecto de educación superior que buscó eliminar el lucro en las universidades por la vía de impedir que estén en manos de empresas controladoras con fines de lucro. Este proyecto fue aprobado bajo el anterior gobierno de Bachelet con el concurso de parlamentarios de todas las bancadas luego de un largo proceso no exento de dificultades.

Y cuando se pensaba que el proyecto ya estaba en curso, Pilar Armanet, a nombre de la Corporación de Universidades Privadas, hace una presentación ante el Tribunal Constitucional (TC) para que revise la legalidad del artículo correspondiente. Con ello aprovecha la instalación del nuevo gobierno de derecha y la conformación de un TC dominado por quienes han colaborado con el primer gobierno de Piñera. Armanet, fue vocera del primer gobierno de Bachelet, milita en uno de los partidos que conformaban la Nueva Mayoría, el PPD, y actualmente es rectora de la Universidad de las Américas.

Como se temía, el TC acaba de declarar inconstitucional el artículo del proyecto de educación superior que prohibía las universidades incluir controladores con fines de lucro. El subsecretario de educación se apresuró a señalar que lo resuelto por el TC no altera la esencia de la legislación que prohíbe el lucro. Sostuvo incluso que la ley prohíbe tajantemente la posibilidad de lucro en las universidades y que el reciente fallo no altera esta situación. Finalizó afirmando que cualquier universidad que busque lucrar con la educación será sancionada.

Lo expuesto no dejará de extrañar a más de un lector. ¿Cómo es eso? ¿se prohíbe o no el lucro en las universidades?

El artículo 15 del DFL 1 del 30 de diciembre de 1980 afirma que las universidades, que se creen deberán constituirse como personas jurídicas de derecho privado sin fines de lucro. A más de un observador le extrañará que se trate de una ley de tiempos del innombrable, cuando el dominio de los economistas Chicago Boys no tenía contrapeso alguno. La razón fundamental la dio Pablo Barahona (QEPD), quien fuera ministro de economía, presidente del Banco Central y uno de los dueños de la Universidad Finis Terrae. Afirmó que las grandes universidades del mundo no tienen fines de lucro, sus rectores los eligen los profesores, no los dueños. No se venden ni se heredan como las fábricas o buses. El lucro sería a costa de la calidad. Lo que importó al momento de promulgarse la ley era abrir la posibilidad de crear universidades privadas que hicieran contrapeso a las universidades existentes que se veían dominadas e infiltradas por la izquierda. En consecuencia, no era el afán de lucro el que dominaba la escena, sino que ganar la batalla de las ideas por parte de la derecha en un terreno que históricamente le ha sido esquivo: las universidades.

Si se mira lo que son actualmente las facultades de economía y negocios del grueso de las universidades chilenas, incluidas las estatales, pocos dudan del ascenso de la derecha. Con el tiempo, consolidado el pensamiento neoliberal en las universidades, la tentación por lucrar se fue fortaleciendo. Surgieron figuras “originales” orientadas a burlar la ley: universidades sin infraestructura física que arriendan a inmobiliarias cuyos dueños son los mismos de las universidades. Empresas que prestan servicios a las universidades cuyos propietarios son los mismos, cuidándose de afirmar que las transacciones son a precio de mercado. Simultáneamente, a lo largo de todas estas décadas, las universidades lucran infringiendo la ley a vista y paciencia de autoridades nacionales que han estado mirando al techo aduciendo que no disponen de herramientas para controlar el lucro. Hecha la ley, hecha la trampa.

Desafortunadamente lo acordado por el TC más parece entrar en una lógica de guerra que de acuerdos, al borrar con el codo lo que se había acordado en el parlamento.

marzo 23, 2018

Jugando a dos bandas

En Chile, Piñera ha iniciado su gobierno siguiendo la lógica del refrán “a Dios rogando y con el mazo dando”. Por un lado, se está en una postura de buscar acuerdos con la oposición o parte de ella, proclamando la necesidad de la unidad nacional, buscando homologarse con el primer gobierno de la Concertación encabezado por Aylwin. Al mismo tiempo, particularmente a través de algunos de sus personeros, efectuando afirmaciones y/o adoptando decisiones que van en la dirección contraria a la proclamada al asumir.

En su primer discurso como presidente, Piñera hizo alusión a que buscará la unidad de todos los chilenos, y que reemplazará la errónea lógica de la retroexcavadora y el enfrentamiento por la sana cultura del diálogo, los acuerdos y la colaboración.

Si alguna vez se ha aplicado la lógica de la retroexcavadora, fue en tiempos del innombrable, cuando sin consulta, sin parlamento, entre cuatro paredes, se definió el modelo de país que tendríamos, y que supuestamente nos conduciría al desarrollo, el modelo educacional que nos regiría, el modelo previsional que posibilitaría pensionarnos con el 70% de nuestros sueldos en activo. Las consecuencias de esa retroexcavadora, están presentes en carne viva. En síntesis, mientras unos hablan de retroexcavadora, otros simplemente la aplican a como dé lugar.

Una sana cultura del diálogo, acuerdos y colaboración pasa necesariamente por estar abiertos a sentarnos sin imposiciones, amenazas, ni patadas en las canillas, reconociendo diferencias y buscando puntos de encuentro.

Será difícil llegar a acuerdos cuando al mismo tiempo se tiene un gabinete conformado por quienes en sus primeras declaraciones y acciones actúan más a semejanza de retroexcavadoras que de unidad y acuerdos. Colocar como ministra de la secretaría de la mujer a quien se opuso a la ley de aborto aprobada bajo el gobierno de Bachelet, y que por lo mismo deberá implementarla, no es justamente un mensaje de paz, sino que de guerra. Lo mismo ocurre con el ministerio de educación, en cuya cabeza se tiene a un ministro que es contrario a la gratuidad y que concibe a la educación como un bien económico. Y al frente del ministerio de justicia se nombra a quien fuera defensor del líder de Colonia Dignidad y soslayara las violaciones a los DDHH. Y la guinda de la torta es el ministro de defensa, quien en tiempos de senador de la región de la Araucanía estaba convencido que para resolver la violencia imperante en su región se debe recurrir a más mano dura, más represión, más militarización.

Las primeras actuaciones de estos personeros, así como de muchos otros, no son precisamente señales en la dirección de la búsqueda de acuerdos, sino que muy por el contrario. Pocas dudas caben que se está jugando a dos bandas, una estrategia que no ayuda en nada a una verdadera unidad nacional y al desarrollo del país.

marzo 14, 2018

El desafío opositor

Como consecuencia de las últimas elecciones presidenciales chilenas, desde el pasado 11 de marzo, una nueva coalición de derecha, ChileVamos, ha asumido la conducción del gobierno. Si bien en el Congreso Nacional ChileVamos no posee mayoría, ni en la cámara de diputados, dos factores contribuyen a facilitar el accionar gubernativo: el fuerte carácter presidencialista del sistema político chileno, y la existencia de una oposición que aún no se repone de la derrota experimentada y que difícilmente actúe unida.

La derrota de la centroizquierda ha sido consecuencia de su agotamiento y división. Agotamiento que se expresa en la no renovación de sus cuadros dirigenciales y de sus objetivos, esto es, en la ausencia de un proyecto político claro y atractivo a los nuevos tiempos, agravado por prácticas non sanctas más propias de la derecha. En síntesis, una suerte de pérdida de brújula.

Se tenía “la pelota” (el gobierno), se quería conservarla, pero ya no se sabía qué hacer con ella, y tampoco se quería que la tuviera la derecha.

Todo ello se confabuló para que se llegara a las elecciones con una centroizquierda facturada, partida al menos en dos: la Nueva Mayoría (NM) y el Frente Amplio (FA). Al menos dos, porque la NM, si bien existió formalmente hasta el término del gobierno de Michelle Bachelet, mostró fisuras desde sus inicios, debilitando su accionar. Dada la envergadura de las reformas que se aspiraban concretar, estas fisuras afectaron significativamente su claridad, eficacia y eficiencia.

Se viven tiempos donde lo expuesto parece darse también en otros países. En Argentina, la división del peronismo abrió la puerta al triunfo de una derecha encabezada por Macri, empresario de fortuna, al igual que Piñera. En Brasil, la derecha accede al gobierno a través de Temer, luego del golpe blando contra Dilma Rousseff. Ya antes, Paraguay había defenestrado a Lugo por el mismo mecanismo. En Ecuador, su actual presidente Lenin Moreno, si bien llegó al gobierno como continuador de su antecesor Correa, al asumir introdujo un giro hacia la derecha. En Perú, la última elección se dio esencialmente entre dos candidatos de derecha. En América del Sur hasta la fecha se han librado de esta tendencia, tan solo tres países, Uruguay, Bolivia y Venezuela. Sin embargo este último país, dada la crisis en que se encuentra sumida, no destaca justamente por ser un ejemplo a imitar.

Las derrotas duelen, pero también son oportunidades para repensar, reflexionar en profundidad, para reencontrar la brújula perdida. Es la tarea que tiene por delante la actual oposición, tarea que demanda una alta tasa de responsabilidad. Ya se dio un importante primer paso, al actuar unida para presidir el senado y la cámara de diputados. Estos años que vienen serán para saber qué hacer con la “pelota” (gobierno) con miras a tener el país que queremos. Ojalá 4 años sean suficientes.

marzo 08, 2018

Una oportunidad fantástica

La premiación de la película Una mujer fantástica con el Oscar a la mejor película extranjera nos sitúa, como país y una vez más en el ámbito artístico-cultural, en la cresta de la ola y en el tapete noticioso mundial.

Antes de la premiación, la expectativa era enorme, así como la cautela, dado que en más de una ocasión “el pan se quemó en la puerta del horno”. Expectativa generada por la calidad y el abordaje dado a una temática compleja, la transexualidad; y cautela por la eventual resistencia a premiar una película de esta naturaleza.

Apenas se supo que la película había sido premiada, el candidato presidencial electo chileno, Piñera, no dudó en aprovechar la fantástica oportunidad para afirmar en un twit, al más puro estilo Trump: “Esta noche el cine chileno tocó ls estrellas. Grande Chile y un gran abrazo, con orgullo y emoción, a todo el equipo de #UnaMujerFantástica, la mejor película extranjera en los #Oscars”.

Dentro de los sectores políticos que lo respaldaron en la última elección, no dejó de sorprender la aparición del meteórico twit. Mal que mal, en el marco de la última campaña presidencial, consultado sobre el tema, Piñera sostuvo que en muchos casos la transexualidad se corrige con la edad y que no podía pretenderse que el género sea algo cambiable todos los días a la sola voluntad de las personas, llegando al extremo de rematar que no debíamos andar cambiando de género como quien se cambia de camisa todos los días. Estas afirmaciones dan cuenta de la superficial visión que posee de un tema que afecta en términos de exclusión y discriminación a quienes están involucrados.

Por otra parte, el grueso de quienes respaldaron a Piñera, que conforman la coalición ChileVamos, se caracterizan por su conservadurismo valórico y su resistencia a enfrentar la homosexualidad, fenómeno que visualizan como una anomalía, una desviación y/o una enfermedad, al igual que las personas trans. Ello explica su resistencia a legislar en estas materias, particularmente en la UDI y RN. Si bien, están asomando sectores liberales en estas materias en el seno de la propia derecha, siguen siendo minoría y las queda un largo trecho que recorrer.

Mientras tanto, la orden del día en la derecha es resistir, aguantar, frenar. Pero como el agua que busca su cauce, más temprano que tarde tendrán que sumarse. Se resiste a reconocer la igualdad de género, la transexualidad, así como en su tiempo se resistió al divorcio. Es lo que llamo la derecha atrasada. Dentro de esa derecha, Piñera así como ve oportunidades de negocio, no puede dejar de ver oportunidades políticas, como en este caso, donde no desperdició la fantástica ocasión para darse una olímpica vuelta carnero.

marzo 01, 2018

La mala educación no es gratis

Una mala educación, esto es, una educación de mala calidad, nos condena como país. Por tanto, me atrevería a afirmar, que revertir esta realidad está entre nuestros mayores desafíos.

No es necesario ser muy astuto para percatarse de las razones. Ser ignorante en la actualidad, tiene un costo muy alto. No solo nos sume en la pobreza material e intelectual, sino que además nos convierte en consumidores compulsivos al no tener la capacidad de reflexionar, de analizar críticamente, y por tanto corremos un alto riesgo de ser engañados fácilmente, de ser malos profesionales, de no desarrollarnos como personas. En síntesis, una mala educación nos destruye como personas y por ende, como país. Así de simple.

Si aspiramos ser un país desarrollado es imprescindible un esfuerzo mayúsculo en materia educacional, de todo orden, tanto financiero como de los procesos de enseñanza-aprendizaje, de gestión y de evaluación.

Lo expuesto involucra el trabajo a realizar tanto en el aula como fuera de aula, tanto en los establecimientos educativos como en el seno de las familias. Si bien los profesores son claves, la responsabilidad educativa no se circunscribe tan solo a ellos, sino que se hace extensivo al personal no docente, administrativo, directivo, a los medios de comunicación, al ambiente familiar.

Se equivoca quien crea que el proceso educativo se limita a los períodos escolares, porque en rigor se hace extensivo a toda la vida. Se aprende desde que nacemos hasta el fin de nuestros días. Nunca es tarde para aprender; siempre hay algo que aprender. Estar abierto a aprender es de la esencia del desarrollo humano. Esto nos incumbe a todos, la buena, la verdadera educación nos libera, la mala educación nos esclaviza.

Termino estas líneas con un mensaje que apareció en la puerta de entrada de una universidad, que decía más o menos así: “Destruir cualquier nación no requiere el uso de bombas atómicas o el uso de misiles de largo alcance, sólo se requiere de un bajo nivel educativo, ignorancia de su historia y que sus estudiantes hagan trampas en los exámenes y ante cualquier barrera que encuentren en la vida; los pacientes mueren a manos de quienes se gradúen como médicos; los edificios se derrumban a manos de quienes se gradúen como ingenieros; el dinero se pierde a manos de especuladores, malos economistas y malos contadores; la justicia se pierde a manos de jueces y abogados mal formados; la desigualdad se agudiza. En concreto, el colapso de la educación es el colapso de la nación.

Todos tenemos derecho a una educación de calidad, y nadie tiene derecho a recibir una educación de mala calidad. La buena o mala educación no se circunscribe a tener o no recursos económicos. Va mucho más allá de ello. La mejor defensa de un país es tener un país bien educado antes que bien armado.