enero 25, 2018

El camino al desarrollo: el caso de Estados Unidos de Norteamérica

En mi última columna di cuenta del camino al desarrollo seguido por Inglaterra. En esta ocasión lo haré en torno a los Estados Unidos de Norteamérica (USA) dado que se tiende a pensar que allá son los campeones del neoliberalismo, de la libre competencia, de la no intervención estatal. Mal que mal en USA están los próceres provenientes de la Escuela de Chicago bajo la dirección de Milton Friedmann. Tales próceres, entre los que destacan no pocos chilenos, se encargaron de distribuir la “verdad revelada” en materias económicas al mundo entero.

Sin embargo, es preciso recalcar que no obstante que el neoliberalismo nace en USA, a lo largo de casi toda su existencia, allá se practica lo contrario. Y no será porque sean estúpidos, sino que por el contrario. La historia económica de USA se caracteriza por la práctica de un desembozado intervencionismo estatal. Incluso ha sido llamado el país madre y bastión del intervencionismo moderno, particularmente para el desarrollo de sus bases industriales. IBM no habría sido nunca IBM sin el apoyo estatal. Lo mismo que con muchas de sus principales industrias. Para qué hablar de su industria armamentista.

Antes de su independencia, cuando era una colonia de Inglaterra, ésta le prohibía que produjera manufacturas con alto valor agregado, para evitar su competencia. Cuando USA se independizó, muchos de quienes eran partidarios del libre comercio, percatándose de las desventajosas condiciones en que se encontraban, se convirtieron en defensores de un intervencionismo estatal que fuese capaz de sentar las bases industriales que les permitiera acceder al desarrollo y estar en condiciones de competir.

Desde entonces, hasta el término de la segunda guerra mundial los sucesivos gobiernos de USA, tanto republicanos como demócratas implementaron activas políticas de intervención estatal en las más diversas esferas. De hecho, por más de 100 años la tasa arancelaria para importar productos manufacturados fue uno de los más altos del mundo. Este “apoyo”, junto a la de los altos costos de transporte en esos tiempos, dotó a la economía norteamericana de una protección que hizo posible su desarrollo industrial para alcanzar a ser una potencia sin contrapeso mundial. Recién una vez asentado su dominio, después de 1945, una vez finalizada la segunda guerra mundial, USA decide liberalizar su comercio y a transformarse en el nuevo campeón del libre comercio.

La irrupción de los japoneses, de los tigres del sudeste asiático y del gigante chino, todos apoyados por fuertes estados protectores de una base industrial sólida, a punta de aranceles, de espionajes industriales, de envío de sus estudiantes a las mejores universidades del mundo, otorgando incentivos para que industrias extranjeras se instalen en sus suelos afectó la competitividad de la industria norteamericana. Y para resolverlo ¿Qué hace USA? Elige a Trump! Y qué hace Trump? ¿Profundiza el librecomercio? Muy por el contrario, lo rigidiza, lo bloquea, buscando el retorno de sus empresas instaladas en el extranjero.

Así es como nos encontramos hoy con la paradoja de que el país campeón de la libertad, de la competencia, aboga por el intervencionismo estatal, en tanto que China, bajo la dirección del partido comunista chino, se convierte en el representante del libre comercio. El mundo al revés.

enero 19, 2018

El camino al desarrollo: el caso de Inglaterra

Los “expertos” economistas, nos dicen que las políticas intervencionistas por parte del Estado están obsoletas, y que lo que corresponde es el libremercado, trayendo bajo el poncho el neoliberalismo a ultranza. Ariscan la nariz ante las regulaciones e intervenciones del Estado digitados por los grandes intereses empresariales. No sin razón si tomamos en consideración que en no pocas oportunidades el Estado ha terminado siendo capturado por quienes deben ser regulados.

Sin embargo la historia es clara al respecto. Los países hoy desarrollados, para llegar a serlo, en sus orígenes tuvieron un Estado activo, interventor, gestor de políticas comerciales e industriales, que no solo protegió, sino que promovió la generación de una base productiva sólida, fuerte, capaz de competir en las grandes ligas.

Los países subdesarrollados, o en vías de desarrollo, que estaban en esta senda, sucumbieron ante la ola neoliberal de los años 70 y 80, desmantelando lo poco que tenían y que tanto había costado generar.

Veamos lo que hizo Gran Bretaña cuando tenía una economía relativamente atrasada (siglos 13 y 14): se basaba en exportaciones de lana en bruto y algunos tejidos de lana con bajo valor agregado, los que exportaba a con mayor grado de desarrollo (los Países Bajos) en esos tiempos. Tal como nosotros exportamos nuestros recursos (minerales, maderas, frutas), algunos de ellos con escaso valor agregado. ¿Qué hicieron? ¿liberaron su economía? No, por el contrario! Uno de sus reyes, Eduardo III, resolvió promover el desarrollo de manufacturas locales de tejidos de lana. Trajo tejedores del exterior (Flandes), aumentó los aranceles a las exportaciones de lana en bruto, y prohibió las importaciones de tejidos de lana. Todas medidas que sería denostadas por los neoliberales de hoy.

¿Qué lograron? A poco andar, Inglaterra, de ser un país exportador de lana en bruto, se transformó en productor mundial de productos laneros. Todo esto bajo una política que al momento de ser presentada la reforma correspondiente se hizo bajo la convicción de que nada contribuía tanto a la promoción del bienestar público como la exportación de productos manufacturados y la importación de materias primas extranjeras.

Este solo ejemplo es ilustrativo del camino seguido por quienes hoy son países desarrollados. Justamente el contrario que estamos siguiendo nosotros. Si bien de la boca para afuera pregonamos la necesidad de agregar valor a nuestras exportaciones, en la práctica lo que hemos estado haciendo a lo largo de estas últimas décadas es todo lo contrario. A lo más, medidas puntuales sin mayor repercusión, como lo demuestra la composición de nuestras importaciones y exportaciones.

En síntesis, en vez de seguir el camino hacia nuestro desarrollo, con las políticas asociadas, estamos siguiendo el camino que asegura nuestro subdesarrollo. Todo ello bajo el “desinteresado consejo” de organismos financieros internacionales –FMI y Banco Mundial entre otros- de la mano de poderosos medios de comunicación.

enero 09, 2018

Por un Estado más activo y eficiente

Hasta los años 70 del siglo pasado Chile sostuvo una estrategia de desarrollo orientada a la sustitución de importaciones con un importante apoyo estatal para la generación de un incipiente sector productivo que con el tiempo fuese capaz de sustentarse por sí mismo. Este apoyo estatal se expresó por medio de fuertes aranceles sobre las importaciones, subsidios o impuestos, junto con la activa intervención del Estado, por intermedio de la CORFO (Corporación para el Fomento de la producción), en el proceso productivo en sectores clave, y la creación, entre otras empresas, de la CAP (Compañía de Acero del Pacífico), SOQUIMICH (Sociedad Química y Minera de Chile), Banco del Estado, ENDESA (Empresa Nacional de Electricidad), ENAP (Empresa Nacional de Petróleo).

Este camino, no muy distinto al de los países hoy desarrollados, fue truncado abruptamente por una retroexcavadora, la dictadura cívico-militar que duró más de una década y media. Tiempo más que suficiente para privatizar casi todas estas empresas, reducir abruptamente los aranceles a las importaciones y eliminar toda clase de incentivos a la producción nacional. La economía del país se abrió siguiendo las recetas de los Chicago Boys bajo la lógica de producir solo aquello que nosotros somos tendríamos ventajas comparativas y competitivas, e importar todo aquello que otros países son capaces de producir más eficientemente. Una lógica pura e implacable impuesta a sangre y fuego bajo la promesa de que después del diluvio saldría el sol, el tan ansiado desarrollo. Fue tal el entusiasmo de sus promotores que prometieron el oro y el moro, asegurando que a fines de los 80 lo tendríamos todo, automóviles, teléfonos, televisores. El tan esquivo desarrollo estaría a la vuelta de la esquina. Incluso se dieron el lujo de proyectar un plebiscito para el 88 dando por seguro que lo ganarían y así perpetuarse legalmente. La crisis vivida al inicio de la década de los 80 desmoronó el naipe tan laboriosamente construido, desatando un nivel de desempleo sin precedentes desde los tiempos del salitre. A punta de sacrificios que aún no se dimensionan en toda su magnitud, en términos de los grandes números, el país logró salir a flote y como tal sigue flotando en aguas tempestuosas.

Hoy, para no pocos, seríamos un país ejemplar en el concierto latinoamericano. Sin embargo, lo que tenemos es un país con luces y sombras. Por un lado creemos encontrarnos adportas de alcanzar el estatus de país desarrollado cuando se escuchan los cantos de sirena del neoliberalismo; por otro, nuestros pies son y seguirán siendo de barro mientras nuestra canasta exportadora siga siendo altamente dependiente de recursos naturales sin mayor valor agregado y tengamos que importar productos altamente tecnologizados.

Desde que tengo uso de razón que vengo escuchando el discurso de la necesidad de diversificar nuestra matriz productiva, nuestra canasta exportadora, de reducir la dependencia del cobre, de promover las innovaciones y el emprendimiento. Salvo casos aislados sin mayor proyección en el espacio y en el tiempo, seguimos con la misma estructura productiva/exportadora de siempre.

Los países hoy desarrollados, en su primera fase contaron con el apoyo vigoroso, insustituible y sin complejos del Estado que contribuyó a sentar sus bases productivas industriales, sin escatimar recursos. Este apoyo se expresó de mil formas que escandalizarían a los ortodoxos economistas de hoy: controlaron la emigración de sus trabajadores y profesionales altamente calificados, estimularon la inmigración de profesionales y trabajadores calificados de otros países, alentaron la importación de maquinarias, aplicaron espionajes industriales para producir localmente lo que se producía afuera, prohibieron la exportación de recursos naturales en bruto.

Por lo expuesto, invito a los lectores a conocer las vías por las cuales los países hoy desarrollados alcanzaron su estatus actual, para descubrir que lo hicieron de la mano de un Estado activo e interventor en apoyo a una base productiva mínima capaz de desenvolverse en un contexto mundial altamente competitivo.

enero 04, 2018

Pateando la escalera

Foto de m. en Unsplash
Los países actualmente desarrollados promueven urbi et orbi, el libre comercio a ultranza, como el mecanismo para alcanzar el desarrollo por parte de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Lo hacen a todo nivel, haciendo uso de todos los recursos a su alcance, y dando a entender que sería el “único” camino, vía organismos financieros internacionales encabezados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, de la mano de medios de comunicación “serios” y de pseudodoctores en economía que se han plegado sin la más mínima reflexión al dictamen emergente desde el olimpo. Es así como hoy estamos frente a una suerte de dictadura económica, donde cualquier pensamiento económico distinto, que no sacralice el libre mercado, es denostado de inmediato.

Sin embargo, si escarbamos un poco en la historia de los países actualmente desarrollados, veremos que para llegar a ser tales, no liberalizaron el mercado, sino que por el contrario, buscaron promover el desarrollo de una industria nacional por medio de una variada batería de medidas que hoy provocarían escándalo entre los economistas convencionales. De hecho, éstos celebran el arribo del neoliberalismo y que las políticas intervencionistas hayan sido abandonadas. Un país pionero en este plano fue Chile, de la mano de la dictadura de Pinochet, que sirvió de prueba de ensayo para que en la década de los ochenta, en USA e Inglaterra, de la mano de Ronald Reagan y Margaret Tatcher respectivamente, se lanzaran con todo a desmantelar todo lo que oliera a intervencionismo estatal.

Quienes hasta el día de hoy persisten en la reducción del aparato estatal, parecen olvidar que en su momento, los países hoy desarrollados practicaron el más descarado intervencionismo sobre el libre mercado buscando promover una incipiente industria local y posteriormente “protegerla” durante un período hasta que fuese capaz de valerse por sí misma, consolidándose sin necesidad de protección. Recién en ese minuto, una vez que tales países alcanzaron el desarrollo, se abrieron a promover el libre comercio.

Al hacerlo, emulan al padre Gatica: predican pero no practican, dado que actualmente promueven el libre comercio, pero en su momento lo que hicieron no fue sino aplicar la más frío y descarada intervención del Estado en el comportamiento de los mercados.

Es como si una vez alcanzada la cima gracias a una escalera, decidamos sacarla para que los demás no que puedan ocuparla, como lo sostuvo Ha-Joon Chang, destacado economista de la Facultad de Ciencias Económicas y Ciencias Políticas de la Universidad de Cambridge.