noviembre 24, 2017

Despacito

Los resultados de las recientes elecciones presidencial y parlamentaria revelan un país, Chile, que políticamente se encuentra dividido en dos mitades, una levemente superior a la otra. Se afirma que Chile cambió, pero también se podría afirmar que nada ha cambiado, que no hay nada nuevo bajo el sol.

Las invocaciones a la unidad nacional, las campañas publicitarias, las redes sociales si bien inciden en la composición de las dos grandes tendencias –izquierda y derecha-, no parecen incidir mayormente en sus respectivos tamaños o fuerzas electorales.

Esta realidad es de larga data y ni siquiera la dictadura que duró más de 3 lustros, y que persiguió ferozmente a sus opositores, fue capaz de modificar mayormente. Del tradicional tercio de la población que solía representar la derecha, logró convertirla en una fuerte minoría que asciende a poco menos del 45% del electorado que vota. Este último porcentaje incluye lo que Mario Vargas Llosa, muy acertadamente, denominó como la derecha cavernaria.

A lo largo de estas décadas, desde el inicio de la transición democrática, esta potente minoría, desde la oposición ha logrado imponer sus condiciones, gracias al mantenimiento del innombrable como comandante en jefe del ejército para luego engrosar las filas de sus senadores designados, complementado por un sistema electoral binominal que recién ahora se ha reemplazar por uno proporcional. A ello se agregan la exigencia de altos quórums para poder hacer modificaciones sustantivas.

A lo largo de todos estos años la izquierda ha querido, sin mayor éxito, efectuar los cambios constitucionales que posibiliten un rol más activo y solidario del Estado en la promoción de una educación y una salud de calidad para todos, así como un sistema previsional que asegure pensiones dignas. Sin embargo no se puede desconocer que la foto del país de hoy no es la misma que la de hace más de dos décadas. Por donde se le mire, el Chile de hoy es mejor, más abierto, más inclusivo, más justo, menos pobre que el de ayer. Hoy los chilenos que viven en el exterior pueden votar con todo lo que ello significa; hoy los chilenos podemos divorciarnos cuando una relación matrimonial ha llegado a su ocaso.

Importa consignar que durante todo este período, la derecha solo ha logrado ser mayoría una vez, del 2010-14, gracias a la división de la izquierda. Hoy, por el mismo motivo, la derecha tiene ante sí la posibilidad de acceder nuevamente a encabezar el próximo gobierno. Posibilidad que está en manos de la capacidad de la izquierda para actuar unida, dado que lo más probable es que el resultado de la segunda vuelta se definirá milimétricamente.

Nos guste o no, tener un país partido políticamente en dos mitades con mínimas diferencias electorales, fuerzan la necesidad de acuerdos y andar despacito, como se ha estado haciendo hasta ahora. Como dice el dicho: no por mucho madrugar se amanece más temprano.

noviembre 20, 2017

Lo que quedó de la elección

Los resultados de las elecciones presidencial y parlamentaria sorprenden en circunstancias que no debieran sorprender. De partida, las encuestas hace rato que dejaron de ser instrumentos de medición confiables, ya sea por la creciente abstención, o el alto número de indecisos en la medida que se acerca la elección, como por su manipulación por parte de los poderes fácticos.

La abstención e indecisión se explican esencialmente por la despolitización que se está viviendo, donde pareciera que la vida ciudadana corriera por un carril distinto a la política. Como que la política no afectara nuestras vidas, el rumbo de la nación, como que da lo mismo quienes sean nuestras autoridades. Cada vez más la elección se basa no en un ideario o un futuro, sino que en base a cuán conocida sea la persona. En este plano se explica la explosión de candidaturas de la farándula, muchos de los cuales fueron elegidos.

Es la banalización de la política. Así como se tiene comida chatarra, películas basura, ahora también se tiene política chatarra con una gran cantidad de políticos indiferenciables.

El riesgo que corremos, tal como lo dijera en su tiempo Platón es que al desentendernos de la política seamos gobernados por los peores hombres.
Por otro lado, las encuestas fallaron. Daban ganador por paliza a Piñera, muy por sobre el 40% y a la candidata del Frente Amplio, Beatriz, le asignaban una tendencia a la baja con porcentaje que superaba levemente el 10%. A partir de las encuestas, y en colusión con los medios de comunicación masivos, se fabricó un escenario de segunda vuelta a la pinta: Piñera versus Guillier, pensando en una distancia entre ambos por sobre 20 puntos. Todo ello hizo presumir que la segunda vuelta sería carrera corrida.

Pero la ciudadanía, o al menos muchos de quienes votaron no parecen haberse dejado llevar por las encuestas y patearon el tablero. En términos de expectativas, Piñera fue derrotado porque no alcanzó lo que esperaba y tendrá que hacer malabares para alcanzar el 50% y ganar en la segunda vuelta. No le bastarán los votos de Kast. Se tendrá que mover hacia la derecha dura y hacia el centro, una suerte de misión imposible.

Por el otro lado, Guillier no se puede dar por triunfador porque salió segundo, pero los resultado sí le permiten ver luz al final del túnel, esencialmente porque la distancia que lo separa de Piñera no es tan grande como se pensaba y porque tiene todo un mundo del Frente Amplio a conquistar que no quiere que Piñera sea presidente. Tampoco la tiene fácil, no podrá dar puntada sin hilo.

El 20% del Frente Amplio habilita a sus dirigentes a sentarse de igual a igual ante Guillier y su comando. Esas conversaciones tendrán que ser de cara al país en torno a pocos temas específicos en los que puedan darse acuerdos claros y contundentes.

En todo caso nuestro drama es que tenemos un país políticamente partido en dos mitades casi iguales, donde unos quieren perseverar en el modelo neoliberal individualista y competitivo en todas sus expresiones, y otros que quieren reemplazarlo drásticamente por un modelo solidario. Una mitad levemente superior, del orden del 55% aspira este último modelo.

Se ha intentado romper esta suerte de cuasiempate sin éxito a la fecha. Para ello sería necesario un gran acuerdo nacional centrado en la educación, la salud y la previsión, las cuales sean vistas como bienes públicos antes que privados, lo que implicaría un gran esfuerzo nacional para asegurar gratuidad con calidad en educación y salud, y no más AFP tal como se entiende actualmente.

noviembre 19, 2017

La noche que nos espera

Escribo estas líneas luego de haber votado. Ya están saliendo los primeros cómputos de las mesas en el exterior. Intentaré bosquejar los escenarios que visualizo y las esperanzas que abrigo.

Todo indica que habrá segunda vuelta y que habrá una alta abstención. Espero que haya segunda vuelta y que la abstención no sea tan alta como se espera. Sería ideal que fuese baja porque indicaría que los jóvenes y los pobres salieron a votar, rompiendo la tendencia.

Según las encuestas previas y la prensa “seria”, habría segunda vuelta y que ésta sería entre Piñera y Guillier. Los demás candidatos no entrarían en la recta final. Esto ha sido tan notorio, que se ha llegado a ningunear a los restantes candidatos.

A mi modesto entender creo que a Guillier se le infló vía encuestas para que emergiera como el rival de Piñera. Una vez inflado, el partido socialista pisó el palito y desahució a sus propios candidatos presidenciales (Inzulza, Atria, Lagos y Allende) por un candidato independiente, y gracias a esa decisión no hubo primaria en la coalición gubernamental. Se llega a la paradoja que las primarias se establecieron gracias a la voluntad de la Nueva Mayoría, pero finalmente estas no las implementan y sí lo hacen las otras fuerzas políticas opositoras.

Gracias a la decisión del PS, las fuerzas de gobierno se dividen en dos candidatos a la presidencia: Guillier y Goic. A ellas cabe agregar la de las fuerzas de izquierda disidentes del Frente Amplio, con Beatriz a la cabeza, y el Meo, quien concurre por tercera vez para aguar una vez más la fiesta. La única diferencia reside en que esta vez la fiesta la están aguando entre los cuatro.

Desde el momento que parte la carrera, la candidatura de Guillier se empieza a desinflar. Según las encuestas se está llegando a la primera vuelta con Piñera empinándose por sobre el 40%. Si la diferencia con quien llegue segundo supera el 20%, la segunda vuelta sería carrera corrida, particularmente si el segundo es Guillier o Goic. Distinto podría ser el caso si Beatriz entrara en segundo lugar.

¿Por qué? simplemente porque creo que se desataría una dinámica nueva, una recomposición de fuerzas. Significaría que decidieron votar quienes habitualmente no lo hacen. Haciendo un símil futbolístico, tendríamos un partido con un segundo tiempo totalmente distinto al primero, con otros jugadores, con otro ánimo, el de dar vuelta el partido. Es como si el primer tiempo terminara 2-0 a favor de un equipo, y en el segundo tiempo el equipo rival se sobrepone, empata y en los minutos finales convierte el gol que le dará el triunfo.

Este cambio de ánimo no veo que sea capaz de producirlo Guillier ni Goic si alguno de los dos llegara a la segunda vuelta. Sí lo veo posible en el caso de Beatriz o del mismo Meo, pero sobretodo en Beatriz. La veo con más capacidad para sumar. A quienes integran los partidos de gobierno actual no les será fácil asumir que deberán ceder el protagonismo a una nueva generación, pero si la mezquindad no se apodera de ellos, la segunda vuelta puede y debe ganarse. Unos pondrán la fuerza y la voluntad para avanzar, los otros la consistencia, la experiencia y el respaldo.

Cualquiera sea el resultado que se tenga al filo de la noche, la derecha asomará con aires de triunfalismo. No sin razón, pero los partidos duran 90 minutos y este partido no habría terminado si no gana con más del 50% de los votos.

Confieso que me sorprende que las encuestas asignen tan bajo respaldo a Goic, del orden del 5 a 6%. Me sorprende a punto tal que por momentos estimo que hay un sesgo, una suerte de bluffeo por parte de la derecha y de los más poderosos medios de comunicación. Me cuesta creer que tenga tan baja puntuación en circunstancias que creo que ha tocado la tecla apropiada para el momento que vivimos: recuperar la decencia. Es el mayor desafío que tenemos. También ha tocado la tecla del trabajo en equipo en oposición al individualismo reinante y que ha simbolizado mediante la abeja.

Si bien la nueva dinámica a la que hago alusión, y que se podría desencadenar a partir de esta noche, se puede dar con cualquiera que sea el eventual contendor de Piñera en la segunda vuelta, creo que es más factible con Beatriz por su eventual capacidad para reencantar a los jóvenes de que se puede.

No quiero pensar en una noche de cuchillos largos, muy por el contrario, quisiera ver resurgir una esperanza que nos catapulte hacia nuevos horizontes.

noviembre 16, 2017

No da lo mismo

Una de las mayores incertidumbres instaladas en Chile con motivo de la contienda electoral que se dirimirá este domingo, es el de la participación. No sin motivos, se teme una alta abstención. Una mayor o menor abstención afectará más a unos que a otros. Ello se debe a que tiende a ser mayor entre los jóvenes y entre los más pobres.


El tema no es nuevo y se arrastra desde hace tiempo, pero en Chile no lo veíamos dado que la inscripción era voluntaria y el voto obligatorio. En efecto, la abstención se calculaba en base al total de inscritos, pero se expresaba tácitamente por la vía de no inscribirse por parte de los más jóvenes. Con el tiempo, el padrón electoral fue envejeciendo. Votaban los mismos de siempre. Ahora con la voluntariedad del voto y la inscripción automática, se ha producido una suerte de sinceramiento de la abstención. Lo bueno es que invita a una reflexión que no se estaba haciendo.

Cabe agregar que estamos ante un fenómeno mundial que viene de la mano de la exacerbación del individualismo y de una pérdida de interés por lo colectivo, por el bien común. Bajo esta lógica se ha instalado una suerte de política del “agarra aguirre” que se expresa en conductas corruptas, colusiones, fraudes, acosos y privilegios indebidos. Cuesta encontrar algún sector que haya escapado a esta lógica. Empresarios, políticos, carabineros y miembros de las fuerzas armadas, así como pastores y curas, han estado involucrados. No todos, ni siquiera la mayoría, pero esos pocos manchan a todos.

Ante este escenario, uno se pregunta ¿para qué votar? ¿para qué participar? ¿en qué me beneficiará? Se suele afirmar que nada va cambiar, que estarán los mismos de siempre, que debemos seguir trabajando.

En lo inmediato no deben esperarse beneficios tangibles, puesto que no es ese el objetivo que se persigue. Lo que sí debe esperarse son beneficios esencialmente intangibles, un mejor ambiente, un espíritu de concordia, una satisfacción de ser partícipes de un proceso que con todas sus imperfecciones y limitaciones, es infinitamente superior a aquél en el que se da cuando a un iluminado se le ocurre dar un golpe de Estado. Al participar nos da derecho a reclamar, a exigir, a patalear, a fiscalizar.

Nuestra participación y la de muchos otros es la que hace posible orientar la dirección de un país en un sentido u otro. Un grano de arena no hace una montaña, sin embargo un gran número de granos, sí hacen la montaña.

Es de la esencia de la democracia votar, participar, integrarse, organizarse. Somos individuos sociales que nos debemos a nosotros mismos y a los demás. Somos lo que somos por nuestras raíces y por nuestras relaciones con los demás. De lo contrario quedamos cojos. Participar es un imperativo que hace la diferencia. No da lo mismo votar o no votar, así como no da lo mismo mirar de frente que de espaldas.

No está de más afirmar que mientras más alta sea la votación que registren los comicios, más representativas serán las autoridades que emerjan, y por tanto, mayor será la responsabilidad que cae sobre sus hombros, así como mayor el control que tendremos derecho a ejercer sobre sus actuaciones.

Un bajo nivel de participación electoral no solo deslegitima a las nuevas autoridades, sino que a nosotros mismos. Participar activamente, no solo mediante el voto, fortalece la democracia y nos da la autoridad moral para exigir y no andar llorando sobre la leche derramada.

Por ello, mi invitación es a votar libremente, reflexivamente, pensando en un país de y para nosotros y las futuras generaciones, esto es, por un país más solidario, más amable, más integrado.

noviembre 09, 2017

Modelos de sociedad en juego

En las próximas elecciones se definirá quienes nos representarán en la presidencia, en el parlamento y en los consejos regionales. Más allá de la chimuchina, parece relevante levantar la mirada hacia el horizonte.

En términos de capacidades, cada uno de los candidatos tiene sus fortalezas y debilidades, intentando cada uno subrayar las primeras, y omitir las segundas. Es así como, procurando llevar agua a sus respectivos molinos, unos ponen el acento en sus capacidades de gestión, otros en su consecuencia, en su trayectoria, en sus equipos de trabajo, en su decencia y/o en su moderación. Sopesar, colocar en una balanza cada uno de estos componentes, no es una tarea baladí. Por el contrario, es una tarea compleja cuando se trata de decidir en base a atributos personales.

La decisión se ve facilitada si más allá de las características de cada candidato hacemos el ejercicio de discernir respecto del futuro que se nos propone, hacia qué modelo de sociedad se nos quiere llevar.

A grosso modo podríamos visualizar tres modelos de sociedad. Uno de ellos es el modelo neoliberal caracterizado por ser altamente competitivo, individualista, que reduce al Estado a una función de defensa del derecho de propiedad y del orden público. Bajo este modelo la desigualdad, la ostentación, el consumismo, no es tema. En la actualidad, el mejor ejemplo es Estados Unidos encabezado por Trump.

Un segundo modelo es el de bienestar, que busca combinar el individualismo con la solidaridad, donde tiene cabida la competencia y la cooperación, con amplio espacio para las organizaciones sociales, las empresas y el Estado. Este modelo impera fundamentalmente en los países europeos, donde la desigualdad sí importa, al igual que la austeridad. En estas décadas, quien mejor representa este modelo en Alemania es su canciller, Merkel.

El tercer modelo es el que privilegia la igualdad por sobre todo, para lo cual asigna un rol preponderante al Estado como regulador y ejecutor, asumiendo que el espíritu solidario y cooperativo de las personas nos guiará hacia una sociedad de iguales. Este modelo ha intentado ser puesto en práctica en los países comunistas fracasando estrepitosamente, como lo ha demostrado el derrumbe el imperio soviético.

En Chile, la dictadura nos impuso a sangre y fuego el primero de estos modelos, el neoliberal. Desde 1990, con la llegada de los gobiernos democráticos se ha procurado virar hacia el segundo modelo, con mayor o menor éxito, dependiendo del cristal con que se mire.

Los otros cuatro candidatos –Goic, Guillier, Enriquez-Ominami y Sanchez- procuran representar a quienes aspiran una sociedad donde la libertad y la igualdad sean capaces de conjugarse armoniosamente, sin violencia, sin odio. Eso es lo que creo y/o quiero creer.

Lo más probable que en la elección presidencial nadie obtenga la mayoría absoluta, por lo que habría una segunda vuelta. A ella concurrirían un candidato de la derecha, representando la consolidación del modelo neoliberal, y un candidato representativo de quienes aspiran a un modelo de bienestar. Ganará quien sea capaz de sumar tras sí a quienes hayan quedado fuera de carrera.

noviembre 03, 2017

Por convicción o por conveniencia

En un contexto en el que la economía ha capturado la política y la democracia, las convicciones estarían cediendo a las conveniencias. Esto es lo que parece observarse en la actual campaña presidencial y parlamentaria con miras a las elecciones del próximo 19 de noviembre y que ya se encuentran en su tramo final.

Pondré sobre la mesa un par de ejemplos muy ilustrativos de lo señalado. Por la derecha, no se entiende que un candidato como José Antonio Kast, esté corriendo sin el respaldo explícito del que por su naturaleza es su partido, la UDI. Por convicción y doctrina, Kast representa mucho más cabalmente a la UDI que Piñera. La única razón que explicaría el apoyo de la UDI a Piñera es la percepción de que el horno aún no está para bollos, esto es, para poner a uno de los suyos a la cabeza de la presidencia de la nación. Lo que ha llevado a José Antonio Kast a no participar en las primarias e ir hasta el final es su convencimiento de que su propio partido había resuelto dejar a un lado sus convicciones para dejarse llevar por las conveniencias subiéndose a quien visualiza como ganador. Prueba lo anterior que la UDI ni siquiera llevara un precandidato a las primarias organizada por la derecha.

Por la izquierda, o centroizquierda, se tiene el caso de la candidatura de Guillier. No se entiende que el partido socialista (PS), teniendo tres precandidatos de fuste en sus filas –Insulza, Atria y Lagos- se haya inclinado por un independiente. En la historia política chilena ha sido habitual que la derecha tienda a respaldar candidaturas independientes –por una suerte de aversión a la “política”-, no así en el mundo de la izquierda. La única explicación plausible de una decisión con consecuencias que no son difíciles de prever, es que sus máximos dirigentes se hayan dejado llevar por la conveniencia, dejando aparcadas las convicciones.

El efecto dominó de la decisión del PS fue inmediato: se bajó Lagos, quien había sido proclamado por el PPD y el PC también se suma a lo decidido por el PS. En estas condiciones la democracia cristiana (DC) no estuvo disponible para unas primarias competiendo sola contra Guillier. Con ello, las fuerzas que respaldan al gobierno se quedan sin primarias, mirando las primarias de la derecha y del Frente Amplio.

Para la galería, las razones dadas por el PS para bajar a sus precandidatos presidenciales e inclinarse a Guillier se centran en que es una candidatura que emergió de la ciudadanía, que no surge de los partidos políticos, hoy por hoy desacreditados al por mayor.

Las razones de fondo sin embargo serían más pedestres: ninguno de sus precandidatos punteaba en las encuestas, las que favorecían a Guillier. En concreto, el mejor árbol al cual arrimarse era Guillier, así como por la derecha el mejor arbolito era y sigue siendo Piñera. Los datos disponibles, a semanas de las elecciones, indica que al PS le habría salido el tiro por la culata.

La única fuerza política que parece estar moviéndose por convicciones pareciera que fuese el Frente Amplio (FA), quizá porque no tenga nada que perder por la etapa en que se encuentra, la de la travesía por el desierto, conquistar corazones, invitar a soñar, a pensar que otro Chile es posible.

La DC ha tenido un comportamiento de difícil comprensión. Por un lado levanta una potente candidatura presidencial, Goic, en señal de su incomodidad en la actual coalición gobernante y con miras a marcar presencia en base a su identidad, pero por otro lado no se ve a su partido, la DC, especialmente sus candidatos al parlamento, alineado a fondo tras ella lo que inevitablemente la afecta. Por convicción pone a su mejor carta sobre la mesa, pero por conveniencia no pone las manos al fuego.

En concreto, todo está dado para que gane la derecha, más que por sus propios méritos o fallas en la andadura presidencial, sino por la catarata de desaguisados desatada desde hace un bien tiempo en las fuerzas de la centroizquierda y que se expresa en que de las ocho candidaturas, dos representan a la derecha y seis a la centroizquierda. De haber una segunda vuelta no cuesta mucho imaginar que para la derecha será mucho más fácil sumar los votos de sus candidatos que a la centroizquierda. Quien llegue a la segunda vuelta tendría la difícil misión, no solo de sumar los votos de seis candidatos, sino que la de restañar heridas y amalgamar lo que actualmente parece imposible.

Sin embargo, la historia también nos dice que en política todo es posible, particularmente en tiempos de cólera.