marzo 10, 2016

Blancas palomas

El caso de Longueira, quien fuera diputado, senador, ministro y candidato presidencial, que se bajó a último minuto por depresión, no parece ser sino el broche de oro de conductas, comportamientos, actitudes, procedimientos que cualquiera con al menos dos dedos de frente, calificaría de reprochables. Sin embargo, si uno escucha y ve las conferencias de prensa que los involucrados convocan a su pinta, sin derecho a efectuar preguntas, da la impresión que serían dulces, blancas e inocentes palomas, o que se quieren hacer pasar por tales.

En todos los casos hay algunos elementos que se repiten. Se autocalifican de honestos, intachables. Jovino, Pablo, Ena, Orpis y tantos otros que han estado y están en el candelero, suelen repetir el mismo discurso. Que no se llevaron plata para la casa; que los medios de comunicación los condena a priori en base a acusaciones infundadas sin el debido proceso; que a lo más han cometido irregularidades sin mayor intención. Lo que importa es capear el chaparrón.

Por otro lado, a las denuncias se les busca restar dramatismo al amparo de la leyenda de que en Chile las instituciones funcionan y que por tanto, hay que dejar que operen, sin interferencias. Sin embargo, todos sabemos que las instituciones “funcionan” mejor con los de arriba que con los de abajo. En efecto, las cárceles están llenas de los de abajo por delitos de poca monta, como que no hay espacio para peces gordos.

Con voz engolada, desde las alturas, los que saben, nos informan que la economía está en fase de recesión, como para que nos preparemos para apretarnos el cinturón. Simultáneamente, impávidos, estupefactos, observamos los millones de pesos que se intercambian en las alturas por charlas adobadas con suculentos almuerzos a empresas que fueron del Estado y que se vendieron a vil precio a prohombres de la dictadura. Y éstos, no hallan nada mejor que contratar a quienes fueron sus enemigos en tiempos de guerra para que les sirvan de escuderos. Es así como no pocos de los perseguidos de ayer, terminan cohabitando con quienes fueron sus cancerberos.

Observamos cómo los de arriba, las élites, se embolsan millones vía colusiones, para después descubrir que el delito no está tipificado, y que por tanto no habría delito. Ya ocurrió con las universidades que fueron creadas sin fines de lucro, pero como el lucro no está especificado, entonces no habría delito. Y así, lenta y silenciosamente, salen limpios de polvo y paja. Evaden impuestos, miran al techo, y cuando los pillan piden rebaja por “colaborar”.

Lo último, como si de una teleserie se tratara, el colmo de los colmos, es que párrafos de artículos de leyes salgan de los escritorios de las empresas involucradas. Y después nos salen con que no hagamos de esto una caza de brujas, que dejemos que opere la institucionalidad, esto es, dejar pasar el tiempo. Mal que mal, el tiempo lo borra todo.

Al fin y al cabo, los afectados no serían sino blancas e inocentes palomas. Cualquiera diría que nos están viendo las canillas.

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