enero 22, 2014

En vísperas del fallo de la Haya



Chile y Perú están a la expectativa del fallo que emergerá del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de las Naciones Unidas, con asiento en La Haya, Holanda. Fallo que surge a raíz de una demanda presentada por Perú, el año 2008, para delimitar la frontera marítima, sosteniendo que el Tratado de 1929 solo fijó la frontera terrestre. Chile, por su parte, se ampara en tratados de 1952 y 1954, y que han regido por más de medio siglo, pero que Perú, desde el año 2005 no considera como tratados, sino como meros acuerdos pesqueros destinados a regular las capturas.

En síntesis, para Chile manda el paralelo, y Perú solicita que mande la bisectriz del ángulo formado por las costas chileno-peruanas, esto es una frontera marítima que divida en partes iguales las aguas de la zona.

El TIJ, creado en 1945, está para resolver pacíficamente controversias de esta naturaleza, y que en el pasado se resolvían militarmente. Los países firmantes del Pacto de Bogotá, voluntariamente le reconocen juridicción al TIJ para resolver diferencias entre los países. Perú y Chile son dos de los países firmantes que se comprometen, de buena fe a acatar lo que el TIJ resuelva sin margen a apelación. De allí la expectativa en torno a la resolución que emerja el 27F.

En Perú predomina el optimismo. No es para menos, no tienen nada que perder. Cualquier solución, por más salomónica que sea, favorece a Perú. En cambio, en Chile impera un cierto pesimismo, porque no tiene nada que ganar, a lo más salir igual que antes del fallo.

Por momentos, en ambos países, surgen algunas voces destempladas, que más parecen voces en el desierto. En Perú, un expresidente, condecorado en Chile por el actual gobierno, invitando a embanderar casas, calles y plazas para celebrar el fallo que emerja y que se asume no conocido antes del 27E; en Chile, sendos diputados, uno de gobierno y otro de oposición, invitando a desconocer el fallo si éste “no se ajusta a derecho”. Otros afirman, a última hora, como temiendo un fallo adverso, que el TIJ no tiene atribuciones para fallar. En fin, de todo hay en la viña del Señor.

Afortunadamente, en general, domina la tranquilidad y madurez, tanto desde las máximas autoridades de ambos países, tanto nacionales como locales, como en los pueblos, con mínimas dosis de tensión, propias de la incertidumbre de “cómo vendrá el fallo”, pero que en ningún caso permiten avizorar un clima guerrero.

Por el contrario, se respira confianza en el fallo sea la oportunidad para fortalecer las relaciones y cerrar un capítulo centrado en la mirada al pasado, para abrir uno centrado en el futuro, en lo que nos une. Es más lo que nos une que lo que nos separa. La reciente reunión entre los alcaldes de Arica y Tacna, al igual que sus expresiones, dan testimonio de ello.

El horno no está para aventuras nacionalistas ni militaristas por parte de ambos países, por más que no falten quieran calentar ambiente. El ánimo dominante, a ambos lados de la frontera, es acatar el fallo cualquiera que éste sea.

Lo que vendrá se relacionará con interpretaciones del fallo y su ejecución, para lo cual también se requerirá se impongan la madurez, criterio, los intereses comunes de las partes por sobre la inmadurez, el descriterio y los intereses contrapuestos.

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