junio 29, 2011

Educación pública, gratuita y de calidad

El movimiento que estamos observando a nivel nacional, tanto de parte de estudiantes como de profesores, demanda una educación pública, gratuita y de calidad. Con esta bandera, pone en jaque ideas, conceptos que se han estado instalando en nuestra sociedad a lo largo de los últimos 40 años.

Se demanda una educación pública en un contexto de endiosamiento del mercado, de privatización, de prédica antiestatal, de reducción del gasto público en educación, de una concepción de la educación como una mercancía más. Vuelve por sus fueros la demanda por una visión de la educación como un derecho, como un bien o servicio esencialmente público antes que privado. Si bien, la educación beneficia a la persona que la recibe, posee un fuerte componente público por las externalidades positivas que genera, esto es, porque la sociedad, las personas que rodean a quienes se educan también se ven beneficiadas, contagiadas.

Hasta los primeros años de la década de los 70 la educación en Chile era financiada casi en su totalidad por el Estado con un gasto público del orden del 7% del PIB. Los ejes fundantes de esta concepción eran el derecho a la educación y la gratuidad de los estudios. Se valoraba el beneficio social que generaba la educación antes que el privado. Con la dictadura, desde los años 80, la educación y muy en particular la educación superior, es concebida más como un bien privado que como un bien público en razón de los potenciales mayores ingresos privados que recibirían sus beneficiarios. Por ello, de una matrícula gratuita se pasa a una matrícula pagada. En la actualidad Chile se encuentra dentro de los países que más gastan en educación superior el relación al PIB, pero al mismo tiempo, con menor gasto público. Esto significa que el gran peso del gasto está siendo cargado a las familias. Con Corea somos el país con mayor incidencia del gasto privado dentro del gasto total.

Se demanda una educación estatal gratuita en todos los niveles, incluyendo la educación superior, cuyo financiamiento debe provenir de impuestos específicos a las empresas y a los profesionales. A los primeros por la mayor productividad que le reporta disponer de trabajadores con formación superior y con mayor poder adquisitivo; a los segundos, por los ingresos adicionales que le reporta la formación profesional.

Se demanda una educación de calidad, la que ha estado ausente a pesar que en su momento, como en los clásicos regímenes totalitarios, se pregonaba a los cuatro vientos que con el paso del tiempo, la competencia traería como consecuencia la calidad. A 30 años de la revolución educacional que significó la mercantilización de la educación, no podemos afirmar que sea la calidad de la educación la que nos distinga en el concierto de las naciones.

En síntesis se puede afirmar que en lo grueso la realidad educacional actual en Chile está marcada por la impronta dada por el régimen militar sin cambios de fondo. Si bien se han producido cambios en las últimas décadas, han sido simples retoques, los admitidos por los dueños del país, puesto que no han alterado las bases del esquema de educación vigente.

La viabilidad de una educación pública, gratuita y de calidad está dada por su factibilidad económico-financiera y política. Respecto de la primera, como ya se ha dicho, el gasto público en educación superior chilena está muy por debajo de la mayoría de los países del mundo, y en particular, de los países más desarrollados que Chile pretende alcanzar. Por otra parte, es necesario revisar la composición del gasto público de manera que sea consistente con la prioridad que en el papel que en el país se le asigna a la educación en general, y a la educación superior en particular. No se entiende que un 10% de los ingresos de CODELCO se destinen a las FFAA y nada a la educación. Esta realidad supone que la seguridad nacional está monopolizada por la defensa nacional y que la educación no es concebida como un asunto de seguridad nacional. Un país con una población educada es un país más seguro que un país armado hasta los dientes. Y esto último está vinculado a la factibilidad política de efectuar un cambio de esta naturaleza en las prioridades de distribución del gasto público, lo que dependerá de la correlación de fuerzas políticas existentes en el país.

Lo que es claro, es que bajo el paradigma vigente, la universidad estatal chilena está condenada a morir, al igual que la educación pública básica y media.

La demanda que está tras las movilizaciones, es de carácter radical, y supone que el racional dominante debe ser la solidaridad, la colaboración, la construcción de una sociedad civil empoderada donde el sistema educacional es guiado por ella en su conjunto, y no por grupos económicos, políticos o académicos con fines particulares. Mientras este racional no se de, será impensable su implementación. Por ello la demanda debe entenderse como un punto de inflexión que altere sustantivamente la tendencia a la fecha.

junio 24, 2011

La estafa de La Polar

Los tiempos que estamos viviendo, en Chile y en el mundo, parecen querer dar cuenta que una sociedad que se rige por el lema de llegar y llevar, slogan histórico de una de las tiendas de comercio de nuestro querido Chilito. Si bien nació hace ya más de 90 años como una modesta sastrería en las cercanías de la Estación Central, en 1953 incursiona en el ámbito comercial, y en la década de los 80 abre sus primeros locales, para posteriormente expandirse a regiones y estrenar su tarjeta de crédito para entrar a competir en las “grandes ligas” del retail que hoy están en las cuerdas, en el ojo del huracán. El año pasado incluso inició su expansión internacional.

¿Dónde está el negocio? No está tanto en la comercialización de productos, sino que en las tarjetas de crédito, en tener deudores, que ojalá no paguen para así ensartárselos con tasas de interés usureros, multas y cobranzas que elevan las deudas hasta alcanzar niveles estratosféricos. Son varias las cosas que están siendo jaqueadas con lo que está ocurriendo.

A los que idearon el sistemita imperante pareciera que se les pasó la mano. Le daban tarjeta a cualquiera, no importando su nivel de ingresos, ni nada. Liberales totales, le daban tarjeta a quien pasara por el frente de alguna de sus tiendas. Era llegar y llevar. Incluso llamaban telefónicamente a las casas, lo que me consta personalmente, donde me decían que tenía una tarjeta a mi disposición aún cuando no la había solicitado. Insistían en que era una ganga.

La incitación al endeudamiento, que no es exclusiva de la tienda en cuestión, llega al extremo en que si compras algunos productos específicos con tarjeta su precio es menor que si lo compras al contado; o bien, si compras con tarjeta acumulas puntos. Incluso hay tiendas en que si compras con tarjeta hasta salgas con plata porque los cajeros están adiestrados para ofrecerte avances en efectivo. Los que después te cuestan un ojo de la cara.

La gracia del sistemita radicaba en tenerte cautivo de la tienda porque al final del día, perdón, del mes, necesariamente tenías que ir destinando proporciones cada vez mayores de tu sueldo al pago de la deuda. Y pobre de ti si dejabas de pagar.

Esto nos dice que el negocio no está en la venta de los productos, sino que en el endeudamiento de las personas. En el caso en cuestión el problema alcanzó los ribetes que se conocen nada más que porque saltó por los aires que gran parte de la deuda había alcanzado niveles incobrables. Esto es, se les pasó la mano más allá que sus competidores. La deuda promedio de sus clientes de la tiendita del “llegar y llevar” es el doble que la del sector.

Un mundo que se construye sobre la base de que se gana más sobre la base de endeudar a las personas que sobre la base del trabajo de las personas, es un mundo que más temprano que tarde termina por derrumbarse. Es lo que está pasando en muchas esferas.

No es llegar y llevar. El pan hay que ganárselo con buenas artes.

junio 15, 2011

Los golpistas en acción

El fin de semana pasada, la dirigencia del principal partido de gobierno, la UDI, tuvo una jornada de análisis de la coyuntura política que culminó con un golpe a la cátedra: desbancar a la directiva a partir de una petición de Longueira, el dirigente más venerado entre sus militanteds. La causa de fondo fue un diagnóstico lapidario respecto de la directiva actual. De otra manera no hay cómo explicarse la decisión adoptada y que debe haber sido craneada con anticipación entre 4 paredes.

Para quienes en el exterior desconocen la realidad política chilena, se les debe recordar que la UDI es la heredera de “los gremialistas”, quienes con Jaime Guzmán a la cabeza, estuvieron tras el golpe del 73 que llevó a Pinochet al poder. los que constituyeron el soporte civil de la dictadura, y los encargados de cautelar que los amarres bien atados se mantengan hasta que ellos lo determinen. Estos amarres están contenidos en la Constitución del 80, que por más que haya sufrido cambios, estos han sido marginales, sin ver alterada su esencia, y en un sistema electoral binominal imposible de modificar sin la venia de ellos mismos. Levantarán el veto cuando les venga bien, al igual que cuando se eliminaron los senadores vitalicios.

Un diagnóstico que debe haber caracterizado a la actual directiva como débil ante el gobierno y para “leer” la coyuntura actual. Un diagnóstico que percibe a una UDI cuyo peso específico, como partido mayoritario en el gobierno, no se ve reflejado en la distribución de los cargos ni en las políticas que se están emprendiendo. No se sienten integrados, y de ello sería responsable la directiva nacional. En consecuencia, hay que cambiarla. De un plumazo, los tímidos avances registrados en estos años fin de democratizar su institucionalidad interna, son borrados de un plumazo. El golpe del fin de semana pasada representa un serio retroceso para la renovación interna de la UDI. Un golpe “a la uruguaya” donde los coroneles, los viejos tercios se apoderan del partido sin cambiar al presidente, pero un golpe al fin y al cabo, sin mediar elección alguna, confirmando que el golpismo está en el ADN de la UDI. Desconozco en qué otro partido, se haya dado un golpe de esta naturaleza. La institucionalidad interna saltó por los aires. El fin justifica los medios, Maquiavelo en acción.

El fin perseguido es claro: meter presión al gobierno, hacerle sentir que con la UDI no se juega, que como partido mayoritario tiene derecho a “más cuoteo”, a más cargos, a imponer sus políticas, tarea para la cual la directiva anterior habría sido débil. Si no cambiaron a Coloma fue para no ser tan brutos. El momento fue escogido con pinzas, cuando el gobierno está zarandeado por fuerzas y movimientos sociales que no se sienten representados bajo la institucionalidad política imperante. Esto se refleja en los bajos niveles de adhesión hacia el gobierno. En consecuencia, el diagnóstico de parte de los coroneles de la UDI incluyó la necesidad de desmarcarse del gobierno para no caer arrastrados. Si hubiesen podido, también habrían derrocado al gobierno. Si no lo han hecho es porque la pera no estaría aún madura para ello.

El drama de la UDI es que siente que no obstante ser el partido mayoritario, ninguno de los suyos esté encabezando el primer gobierno de derecha desde la salida de Pinochet. Y para remate, que el presidente sea Piñera, que no pertenece a sus entrañas y a quien ven como la antítesis de lo que representa la UDI. No soportan estar en un segundo plano, estar en el gobierno, pero sin encabezarlo. Eso les duele. Se sienten marginados, no ven el sello UDI en el gobierno. Les empelota una agenda de un gobierno centrada en acuerdos para la vida en común o en reformas políticas, que en nada la representan.

Quieren el Ministerio del Interior. El éxito o fracaso de la nueva directiva se va a medir por su capacidad para hacerse de dicho ministerio, para imponerse, para ver satisfechas sus exigencias en el corto plazo, antes de las próximas elecciones municipales. Ese es el gallito que viene.

junio 11, 2011

La trampa crediticia en la educación superior al descubierto

La educación chilena parece estar despertando luego de tres décadas del inicio de su privatización, desde que una ideología resolvió que dejara de ser un derecho, para transformarla en un negocio. Hace 5 años hubo un primer aviso, una advertencia de que no todo lo que brillaba era oro, que el ídolo tenía pies de barro. El movimiento pingüino que amenazó en transformarse en revolución pingüina, terminó por ser absorbido vía comisiones cuyas conclusiones llevaron a cambios destinados a mantener incólume la esencia. Esencia que vuelve a estar siendo jaqueada por estos días, esta visión de la educación como una mercancía antes que como un derecho.

Pocos saben por qué los tapones están saltando ahora con tanta fuerza. Entre los factores que pueden estar incidiendo podemos especular con los siguientes. Uno, porque ya llevamos muchos años de aguante, de rabia acumulada, mal que mal, ya son 30 años de privatización educacional los que celebraba el ministro Lavín en el Edificio Diego Portales cuando fue funado por estudiantes de la UTEM. Dos, porque ha aparecido una dirigencia estudiantil universitaria con una estrella de fuste: Camila Vallejo, cuya visión, belleza, tranquilidad y claridad están llamando poderosamente la atención. Tres, porque ya no está la Concertación en el gobierno, sino que la derecha.

Me voy a detener en estos dos últimos factores, partiendo por el último. Existe una visión de que la estrategia de la Concertación basada en la negociación, en avanzar en la medida de lo posible, se agotó. La ciudadanía se habría cansado de tratar con la Concertación, a quien terminó por visualizar como una suerte de capataz del país, optando por tratar con el “dueño” del país. En el caso de los estudiantes, parecen sentirse más cómodos tratando con “los dueños” de la educación privada – la derecha política y económica- antes que con sus “sostenedores” –la oposición representada por la Concertación-.

El otro factor, el de la existencia de una dirigencia estudiantil cuya lucidez ha permitido que hoy la discusión y los argumentos que se ponen sobre la mesa sean más limpios, más transparentes, no mediadas por lo posible, sino que por conceptos y valores. Con mucha fuerza han abordado un tema que a lo más ha sido tratado marginalmente hasta ahora: el negocio educacional, la masificación universitaria sustentada en el endeudamiento estudiantil. Como el negocio de La Polar, da crédito a cualquiera, después ve cómo lo aprieta para que pague su deuda. Lo mismo vale en aquellas universidades privadas que reciben a cualquiera, después se verá cómo se le hace pagar. La derecha ha hecho realidad el viejo slogan de la izquierda de los años 60: Universidad para todos, claro que para todos los que tengan los recursos económicos no importando si tienen los antecedentes académicos para cursar estudios superiores, total, para eso están las redes sociales, el capital socio-cultural que trae consigo. Y también para todos los que no tienen recursos económicos, claro que a costa de un endeudamiento de por vida.

El planteamiento estudiantil está abriendo la cancha a fin de instituir una educación superior gratuita o con un arancel diferenciado. Esto, que muchos ven hoy como impracticable, curiosamente es implementado en el resto del mundo. Pero nosotros, somos más papistas que el Papa.

El sistema que tenemos en Chile es tremendamente injusto, y lo que me llama poderosamente la atención es cómo ha podido durar tanto tiempo sin que los estudiantes se dieran cuenta -quizá recién ahora se percatan- que el sistema que tenemos los ahoga a futuro. Intentaré ser breve. Un estudiante de familia de bajos ingresos, debe optar por un crédito, lo que significa que después de egresar debe pagarlo; un estudiante de familia de altos ingresos, no tiene necesidad de optar a crédito puesto que su familia paga, y por tanto, al momento de egresar, ingresa al mundo del trabajo limpio, sin deuda. A ello, debe agregarse que si estamos ante dos egresados de una misma profesión, uno proveniente de una familia de altos ingresos y el otro de bajos ingresos, lo más probable que el primero acceda a un puesto de trabajo –por su red de contactos familiares- con mayor sueldo que el profesional cuya familia es de bajos ingresos. O sea. Este último, ganará menos y deberá pagar la deuda contraída, en tanto que el primero ganará más y sin pagar deuda alguna.

Cualquier duda estoy a disposición de mis queridos lectores.

La crisis de la representación política

En el mundo se está observando un rechazo o una desafección ciudadana hacia los sistemas políticos que los rigen. En el norte de África y el Medio Oriente contra regímenes dinásticos, donde los gobernantes se han estado perpetuando a lo largo de las últimas décadas sin vergüenza alguna. En España los indignados están repudiando tanto al partido gobernante, el PSOE, como a la oposición, con el grito “democracia real, ya”.

En Chile las tasas de reprobación al gobierno de Sebastián son mayúsculas; uno pensaría que las de la oposición, representada por la Concertación, serían menores. ¡Las pinzas! Normalmente, cuando baja la adhesión al gobierno, sube de adhesión hacia la oposición, pero lo que tenemos ahora es otra cosa: baja la adhesión tanto al gobierno como a la oposición. ¿Cuál es la adhesión que sube? Ninguna.

Hoy por hoy, sería mayoría aquella que no está ni a favor del gobierno, ni a favor de la oposición. ¿Cuál sería esta mayoría? Sería una suerte de oposición no parlamentaria, aquella que no está representada por los partidos políticos, la que no está inscrita en los registros electorales, y que por tanto, no vota, no se expresa por los canales que la democracia contempla. O bien, por quienes estando inscritos votan con resignación porque saben que los resultados tienden a estar predefinidos, porque la competencia, más que entre gobierno y oposición es entre los partidos al interior de cada conglomerado, dado que saldrá uno por cada lado gracias al sistema binominal que se ha mantenido incólume desde hace ya más de dos décadas.

La ciudadanía está empezando a captar que la realidad política, social y económica, bajo modelo imperante, no sufrirá mayores modificaciones por múltiples factores. Uno, porque fue dejado a sangre y fuego por la dictadura, los famosos “amarres”. Dos, porque para la mantención de dichos amarres está la heredera política de la dictadura, su fuerza pretoriana civil, los gremialistas de entonces, la UDI de hoy, que se siente incómoda en un gobierno cuyo presidente no es de sus filas, de quien desconfía, a punto tal que se ha consagrado como una oposición dura al interior del propio gobierno que lo está esterilizando a niveles preocupantes. Tres, porque la Concertación no ha tenido la fuerza política suficiente para exigir los cambios atrapado en la estrategia de “en la medida de lo posible”. Al respecto está la duda si existía una alternativa a esta estrategia, o bien, si lo posible podía ser más que lo que fue.

Desafortunadamente, hoy se está pagando las consecuencias de lo expuesto. Se creó una institucionalidad ambiental “en la medida de lo posible” que no deja contento a nadie, ni a moros ni a cristianos; se tiene una realidad educacional insostenible, pero que se ha sostenido todos estos años sobre la base de mirar para cualquier parte menos a dónde hay que mirar; se tiene un problema en la Araucanía, que se arrastra por decenas de años, sin que el sistema político sea capaz de hacerle frente y resolverlo.

Somos campeones para posponer la solución de los problemas; para chutear la pelota para adelante; para qué nos caiga la teja. Puede que ya estemos cansados de ser campeones en estas materias, lo que quizá explique el fuerte rechazo que sufren tanto el gobierno como la oposición parlamentaria. Lo que viene puede ser una revisión y modificación a fondo de nuestra realidad, o bien, que todo siga por la senda habitual, con cada uno en lo suyo.

junio 03, 2011

Entre Humala y Keiko

Este domingo es la segunda y definitiva vuelta presidencial peruana, la que tendrá lugar porque ninguno de los más de 10 candidatos que se presentaron en la primera vuelta obtuvo la mayoría absoluta. En dicha vuelta ganaron las que en su momento se calificaron como posturas extremas, perdiéndose quienes representaban posiciones moderadas.

Tres de los candidatos perdedores en la primera vuelta, obtuvieron una proporción de votos nada despreciables de cara a la segunda vuelta, razón por la cual, tanto Keiko como Humala, están intentando atraerlos para sí. Es así como Kuczynski y Castañeda se han volcado a favor de Keiko, en tanto que Toledo lo ha hecho a favor de Humala. Curiosamente, los argumentos dados para inclinarse a favor de uno u otro, son semejantes. Estiman que un candidato “garantiza” la democracia más que su contendor y ofrece más posibilidades de conformar un gobierno de unidad.

Los sectores medio y alto, se han cuadrado mayoritariamente con Keiko y tienen razones fundadas para hacerlo. El énfasis lo ponen en el temor que les depara Humala, haciendo la vista gorda en torno a lo que fue el gobierno de Fujimori. No deja de ser doloroso que Keiko tenga la posibilidad de ser escogida presidenta por la vía democrática en circunstancias que fue la primera dama del gobierno presidido por su padre que dejó una estela de corrupción y crímenes.

Al frente está Humala, quien tampoco tiene mayores credenciales democráticas. La curiosidad mayor está dada por el pronunciamiento de Mario Vargas Llosa a favor de Humala. Cualquiera creería que su pensamiento es más cercano al de Keiko, sin embargo quienes creen eso se equivocan, porque Mario, en términos políticos, es un demócrata a todo evento. Para él no hay dictaduras buenas y malas, no importando si son de derecha o izquierda, dado que todas son malas. Con Keiko tiene la certeza que se avecina una dictadura que será digitada por su padre; con Humala tiene la esperanza que no sea así. De ahí su opción por este último. García, el presidente actual, aunque ha proclamado ser prescindente, pocas dudas caben que su corazoncito está con Keiko, lo que no deja de ser sorprendente, puesto que en su momento fue perseguido por Fujimori.

En Perú, los partidos tradicionales, han sido barridos, prueba fehaciente de la fragilidad democrática en que se encuentran los peruanos y que abre cancha a aventuras populistas y al caudillaje. Es así como este domingo se ven enfrentadas dos opciones que dan para agarrarse la cabeza, donde todo puede ser. Desafortunadamente se trata de una tendencia mundial. En Argentina, hace casi una década atrás, a raíz del corralito, surgió el grito “que se vayan todo”, similar al que hace menos de un mes atrás surgió desde el kilómetro cero de Madrid en España, contra políticos, financistas y empresarios.

En Chile, la última encuesta nos ha revelado una significativa alza en la reprobación a la actuación gubernamental, la que no es compensada con un alza a favor de la oposición, lo que también revela que no nos estamos escapando a la tendencia mundial hacia el descrédito de la clase política. Revertir esta realidad es un desafío no menor, porque sin partidos políticos, o con partidos débiles, la democracia pierde sustento, y los gobiernos terminan por ser apropiados por personajes de la peor calaña. Ejemplos tenemos por doquier.