mayo 05, 2011

Asesinato de un asesino

Photo by Felix Koutchinski on Unsplash

Casi 10 años después del atentado a las torres gemelas en el corazón financiero del imperio, que ocasionó la muerte de miles de inocentes, es asesinado su mentor, Osama Bin Laden. No tengo dudas de su calidad de asesino y de estar al mando de una organización terrorista como es Al-Qaeda. Pero de allí a validar su ejecución y alegrarme por lo que no es sino un asesinato de Estado, hay mucho trecho.

Ello porque el asesinato de Osama implica validar la ley del talión, del ojo por ojo, diente por diente. La civilización, el desarrollo de la humanidad, asumo que ha procurado dejar atrás esos tiempos, para ser sustituido por el del imperio del derecho, del debido proceso, de la presunción de inocencia, y un largo etcétera.

Pero acá tenemos el resultado de una operación militar encabezada por un imperio que se ha erigido en el abanderado de la democracia, de la libertad, y de la justicia, pero que a la hora de la verdad no escatima en recurrir a procedimientos y acciones al margen de la legalidad, que lo hacen incurrir en crímenes de Estado.

Todo parece haber sido a contrapelo de cómo nos han enseñado a lo largo de la vida de cómo deben abordarse las cosas. Todo amparado en que la lucha contra el terrorismo es una guerra irregular que no puede darse en el marco de la ley. Así se explica la existencia de Guantánamo, un espacio donde el Estado se da el lujo de extraer confesiones bajo tortura. De ahí habría emanado la información que condujo a la localización del escondite de Osama.

Como dijera Aylwin, Osama murió en su propia salsa. Podían haberlo apresado y llevado a juicio, pero se prefirió ejecutarlo aún cuando estuviera desarmado, y delante de una de sus hijas de 12 años, porque más valía tenerlo muerto que vivo. Y no bastó con tenerlo muerto, además, se tiró su cuerpo al mar para evitar procesiones a su tumba. Me hizo recordar a Pinochet cuando, entre risas socarronas, ofreció a Allende subirlo a un avión hacia el exilio, pero asegurándose de hacerlo estallar en el aire para evitar su resurrección y/o peregrinaciones hacia el lugar donde sus restos descansaran.

No creo que matando la perra se haya acabado la leva. Con lo realizado, USA se ha rebajado al nivel de los terroristas, con el agravante de hacerlo con el soporte del Estado. Siento que se ha perdido la brújula.

4 comentarios:

  1. Estimadísimo Rodolfo,
    Gracias una vez más por tu columna. Sólo un apunte acerca de la pérdida de brújula de EU: cuando uno considera los datos históricos del Tío Sam, y a eso algo me he dedicado, las acciones agresivas y cruentas son un contínuo.
    am

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  2. Anónimo1:38 p.m.

    Es un modo de operar que me recuerda la escuela de las Américas.

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  3. Desde luego un lamentable acto de barbarie que contradice los ideales de las sociedades "modernas" y visibiliza lo siniestro que puede ser el poder en manos del estado. Un acto que debería ser reprochable, en voz alta... por el contrario, lo que vemos es la condescendencia (España, Alemania...) con ese tipo de "soluciones"... algo huele a podrido.

    Saludos desde Berlín!

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  4. Rodolfo:quise escribir sobre el tema,pero no lo hice.
    Este era un problema sin solución digna y civilizada.No se podían hacer los lesos y dejar de perseguirlo.No parecía conveniente llevarlo a la justicia:se produciría una efervesencia incontrolable.Optaron por hacerlo desaparecer y no dejar rastros "encontrables", aunque eso significara violar la soberanía de un aliado en quien no parecen confiar demasiado.
    Callejón sin salida que deja muy mal parada a la raza humana, civilizada en algunos aspectos, y bárbara y brutal en otros.
    Página negra de la historia de principio (Torres Gemelas) a fin (asesinato del causante)
    Saludos.

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