abril 29, 2011

Todo por un caballo

La noticia no dejó de sorprender. A pocos días del fallecimiento de un diputado como consecuencia de la aparición de un caballo en una de las rutas nacionales, otro accidente similar se produce en otra ruta, afortunadamente sin consecuencias fatales. Los afectados fueron los pasajeros de un taxi impactado por un caballo, quienes quedaron todos con lesiones de carácter leve, excepto uno, con lesiones de mediana gravedad.

Por desgracia, en esta ocasión el caballo no era un caballo cualquiera, dado que estaba relacionado con Sebastián. Según las versiones emanadas de la fiscalía que investiga el accidente, este caballito, sería propiedad de una sociedad en la que tendría participación el Presidente de la República. Al conocer la noticia no pude menos que agarrarme la cabeza pensando en dos cosas. Una: hasta cuándo vamos a ver involucrado a nuestro presidente en sociedades privadas cuando debiera estar centrado en la tarea de la conducción política del país. Dos: qué hubiese pasado si este caballo hubiese sido el que ocasionó la muerte de un diputado de la UDI. Lo más probable que la coalición de gobierno estaría ardiendo.

Si bien el tema pudiese parecer irrelevante, reducible a un mero hecho policial, lo concreto es que es imposible que no trascienda de dicha esfera e invada el plano político, por más tangencial que sea el rol que el presidente juegue en él.

Como era de esperarse, la vocera de gobierno señaló con rotundidad que considera bastante rebuscado vincular al presidente con el accidente del caballo por el solo hecho de que había una persona que estaba a cargo de este caballo, que por cierto no era el presidente.

Sin embargo lo rebuscado es que el presidente intentara conservar acciones de la principal empresa de aviación nacional, del equipo más popular de fútbol, y de uno de los canales de televisión, sin que el país se arrugara siquiera. Tuvo que vender sus acciones con fórceps. Y cuando creíamos que eran todas las acciones que tenía, aparece este accidente, que nos dice que sigue conservando acciones de otras sociedades.

La moraleja que nos deja este accidente, es la inconveniencia de que un presidente esté implicado en empresas privadas, al menos durante su período de gobierno. Por tanto, debiera desprenderse de todas las acciones de empresas o sociedades que sigue conservando para que de una vez por todas se pueda centrar en lo que le corresponde en el minuto actual: gobernar el país. Esto se le ha dicho en todos los tonos, desde todos los lados, incluyendo sus propios partidarios.

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