febrero 17, 2011

Desde Berlín

Estando en plena Alexander Platz de Berlín, puedo observar parte de la huella que dejó la era comunista a través de la arquitectura dominante en aquella parte de la ciudad que estuvo bajo su férula. Cemento, mucho cemento, todo grisáceo, líneas rectas, edificación simétrica, todo igual como queriendo hacer juego con el igualitarismo que pregonaban los próceres comunistas.

Produce cierto escozor caminar por donde hubo un muro que dividía la otrora capital de Alemania, y que fue repartida entre los países triunfadores como una suerte de botín al término de la segunda guerra mundial. Berlín del este quedó en manos de los comunistas, y Berlín del oeste en manos de las llamadas fuerzas aliadas, compuestas por USA, Inglaterra y Francia. Geográficamente Berlín quedó inserta dentro de lo que fue Alemania Oriental, la llamada República Democrática de Alemania, la comunista, la de Erik Hoenecker, primer ministro que terminó sus días refugiado en Chile en los albores de la transición chilena. Berlín del este se constituyó en la capital de la Alemania comunista.

La otra Alemania, la Occidental, instaló su primer gobierno posguerra en Bonn, con Konrad Adenauer como Primer Ministro. Berlín oeste se encontraba aislada de Berlín oriental por el muro, y de la República Federal de Alemania, como se llamó a la Alemania Occidental, por alambradas.

La caída del muro a fines de los 80, como consecuencia del derrumbe del imperio soviético, es todo un símbolo de un cambio de época, del término de los tiempos de la guerra fría que imperó desde el fin de la última guerra mundial. Alemania se reunificó, no sin dificultades, y Berlín es todo un símbolo. El esfuerzo por dejar atrás el pasado y mirar el futuro es mayúsculo. Allí donde campeó la intolerancia y la discriminación, hoy avanza a pasos agigantados hacia la tolerancia, la integración, la no discriminación.

Da mucho gusto caminar por las planas calles de Berlín y respirar multiculturalidad. Los alemanes están experimentando un proceso acelerado hacia una modernidad sin renuncia a su pasado, sin olvido. Por estos días una exposición titulada Hitler y el pueblo alemán nos recuerda lo que fue el Tercer Reich mostrándonos el contexto en el que surge y sus consecuencias. Su objetivo no es otro que el de reflexionar respecto de cómo fue posible que el gobierno de Hitler llegara a los extremos de crueldad que llegó, y también reflexionar en torno a la pasividad y complicidad del pueblo alemán frente a las medidas que fue adoptando hasta llegar a lo que se denominó “la solución final” fraguada en las afueras de Berlin.

Mientras veía esta exposición, me fue imposible evitar una cierta analogía, guardando las proporciones, con nuestro país, e imaginé una exposición equivalente en Chile, y que por analogía llamaría “Pinochet y el pueblo chileno”.

Impacta observar el dinamismo de Alemania, su resurgimiento de entre las cenizas de una guerra y de una división que alcanzó a durar casi medio siglo, que ha abierto sus brazos a la inmigración, y que hoy parece que tendrá que resignarse a asumir el liderazgo de la recuperación económica de Europa.
Escribo estas líneas mientras en los países árabes sus gobiernos tambalean como consecuencia de manifestaciones populares incitadas por sectores medios instruidos vía internet –facebook, twitter, etc.-  que se esparcen como regueros de pólvora. Salí de Chile con Mubarak al frente del gobierno de Egipto, y llegué a Europa con Mubarak renunciado y con cuentas bancarias por totales inimaginables. Bastó que Obama le quitara el piso para que se cayera. Pero esto es tema para otra columna.

En Chile, aún buscan entrenador para su selección nacional de fútbol. Dudo que encuentren a alguien que le llegue a los talones del loco, y si lo encuentran dudo que lo dejen trabajar. Desafortunadamente los dirigentes que tenemos creen que son los dueños del boliche.

En lo político, el verano chiliensis ha sido aderezado con la historia inventada por la Jacqueline para allegar recursos. Al final de algunas vueltas de carnero el gobierno de Piñera la ha confirmado en su puesto de intendenta, pero dejando a la vista grietas entre los partidos aliados que han aprovechado la ocasión para mostrarse los dientes.

En Alemania, la noticia del día está dada por la acusación al ministro de Defensa alemán de haber plagiado partes de su tesis doctoral. Este escándalo está afectando al político alemán más popular del momento. Como podemos ver, en todas partes se cuecen habas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario