septiembre 24, 2010

Los díscolos

La reciente salida de madre de un senador DC, Hosain Sabag, quien decidió no respetar el acuerdo de la bancada DC y de la Concertación, al votarse las modificaciones a la ley antiterrorista presentada por el gobierno, volvió a poner sobre la mesa un tema ancestral: el descolgamiento, el transfuguismo, o en el lenguaje actual, la discolidad.

Normalmente las razones aducidas son de conciencia, las que le dicta la razón. Lo anterior supone que todas las actuaciones, decisiones que uno adopta se rigen por el imperio de razones fundadas. En el caso de los ciudadanos de a pie que no militan en ninguna corriente política el concepto de discolidad no existe porque efectivamente uno en cada momento decide, opta según su parecer, estando en libertad para hacer y deshacer según lo que se le antoje.

Distinto es el caso de quienes voluntariamente han adherido a un ideario, a un partido político, a una particular corriente de opinión, y más aún, cuando actúan en representación de un electorado, esto es, han sido elegidos en virtud de su adhesión a un conjunto de ideas, y que por ello, militan en una instancia política en particular.

Si observamos el escenario político de los últimos 20 años en Chile, podemos ver que en los 90 prácticamente no existieron díscolos, los que se asoman con el despertar del nuevo siglo y cobran fuerza en estos últimos años. Arturo Frei es uno de los primeros, creyendo que su apellido causaría mella en la candidatura de Lagos. Posteriormente, Flores y Schaulsohn hicieron de las suyas, cruzándose a la vereda del frente. Luego tenemos a Marco, el díscolo por excelencia, y cuya fuerza introdujo una cuña en la Concertación, que al final del día terminó por posibilitar el ascenso de la derecha al gobierno.

Los díscolos son capaces de producir dolores de cabeza a moros y cristianos, que corroen la democracia, tal como el sistema binominal. Son causa y efecto de este sistema. Hay muchos díscolos potenciales, que son quienes permanecen en los partidos gracias al sistema binominal porque en caso contrario sus opciones electorales se reducen ostensiblemente. Otros que no se aguantan, pateando el tablero.

Existen díscolos de izquierda y derecha: entre los primeros destacan Navarro y Arrate, en tanto que entre los segundos, Zaldívar y Ravinet, siendo más que probable que a ellos se sumen más temprano que tarde los Sabag, padre e hijo.

Los díscolos parecen olvidar que la adhesión partidaria es voluntaria y que por tanto los acuerdos partidarios son para ser respetados. En caso contrario no tendrían razón de ser. Si después de dar la pelea al interior del partido, se adopta un acuerdo que me disgusta, que violenta mi conciencia y que no estoy dispuesto a aceptar, lo más razonable es irme del partido y no esperar que me echen. Y si ostento cargos de representación popular a nombre de alguna instancia partidaria, también debiera renunciar a tales cargos. Se asume que uno está en tales cargos no por su figura ni su cara, sino porque representa un ideario, un conjunto de valores encarnados en la instancia partidaria que representa.

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