agosto 25, 2010

Estamos bien .... en el refugio .... los 33

Con este mensaje, tipo twitter por lo escueto, los mineros dieron testimonio de muchas cosas. Cuando ya nos aferrábamos a duras penas a un milagro, éste se produjo desatando la alegría y emoción de todos. La constatación de que están vivos nos devolvió el alma al cuerpo. En pocas palabras, yendo al hueso, respondieron tres interrogantes claves: ¿cómo estaban? ¿dónde estaban? y ¿quiénes estaban?

No obstante los esfuerzos de autoridades, técnicos y profesionales, rescatistas, familiares, ellos parecían no arrojar resultados. Por momentos cundía el desánimo. Las alternativas se cerraban. En una de ellas se logró dar con los mineros atrapados. Todo parece un cuento, un cuento que aún no termina porque los mineros continúan atrapados y el proceso de rescate pareciera que tomará su tiempo. Los expertos señalan entre 3 a 4 meses. Tanto para ellos como para sus familias serán meses muy duros.

El Ministro de Minería, desde el primer minuto estuvo al frente de las decisiones, en el lugar mismo, sin hacerle el quite a la compleja responsabilidad, escuchando, sumando. En su rostro se delataba preocupación, cansancio, responsabilidad. Intentando que la racionalidad no se viera avasallada por la emocionalidad. Siempre con la verdad en la mano, aunque doliera. Nunca se imaginó lo que le depararía el cargo que ocupa, un cargo cuyo peso tradicional en el gabinete siempre es de segunda o tercera categoría; nunca se imaginó la diferencia que significa ser gerente de una empresa y ministro de un sector productivo tan importante como la minería. Debe haber constatado la brutal diferencia entre gerenciar una empresa a gerenciar un sector de la vida nacional.

Como ya se ha dicho hasta la saciedad, la mina implicada nunca debió haber sido reabierta. Presiones, promesas, debilidades, posibilitaron la reapertura. Una reapertura que retrata de alguna forma el drama de Chile y de muchos otros países. En este caso, la precariedad, la inseguridad laboral; en otros casos, la precariedad ambiental. Todo esto revela que nuestras defensas como cuerpo colectivo están muy bajas, sin mayor capacidad de reacción. Los sindicatos diezmados, atomizados, por una legislación que los destruye, los desalienta. Es imprescindible reconstruir el movimiento sindical, un nuevo modelo centrado en la calidad de vida laboral, no meramente reivindicacional salarial.

La calidad de vida laboral es mucho más que la remuneración; tiene que ver con el clima organizacional, con el trato y la relación entre colegas, entre autoridades y subordinados; tiene que ver con las condiciones de seguridad y ambientales, con la estabilidad laboral. Bajo los niveles de desarrollo científico-tecnológico sin precedentes en que nos encontramos, las condiciones de trabajo de muchos compatriotas, como el de los mineros, de los(as) trabajadores(as) temporeros(as) es inaceptable.

Que lo ocurrido con los mineros no pase desapercibido y nos sirva de lección para tener fuentes laborales decentes que no nos hagan pasar por estas verguenzas en un sector en el que las ganancias no son menores. Que no se nos venga a amenazar, como suele hacerse, con que si nos ponemos muy pesados, muy estrictos, el negocio dejará de ser rentable y las inversiones se irán a otra parte.

Con el entusiasmo de saberlos vivos, se ha iniciado un proceso de rescate complejo y largo. Aún no podemos cantar victoria, sino al menos hasta que el proceso culmine con el logro del gran objetivo: rescatar vivos a los 33. 

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