agosto 06, 2010

Atrapados sin salida

Escribo con la incertidumbre respecto de si los 34 mineros atrapados en un yacimiento minero cerca de Copiapó alcanzarán a ser rescatados con vida. Según versiones oficiales, los mineros contarían con alimentos y oxígeno por 72 horas. Todo esto siempre y cuando hayan logrado acceder a un refugio localizado a cerca de 100 metros del derrumbe. No existe comunicación con los mineros al momento de escribir estas líneas y los familiares muestran signos de nerviosismo creciente. Las autoridades buscan mantener la calma y la frialdad para adoptar las medidas pertinentes. Desde las 14 horas del jueves los mineros se encuentran aislados. Los escépticos temen lo peor. La empresa no ha dicho ni pío.

No es primera vez en Chile ni en el mundo. De tiempo en tiempo estas noticias nos sobrecogen y recuerdan las condiciones laborales, los trabajos que muchos siguen desempeñando para ganarse el pan nuestro de cada día con el sudor de su frente. Condiciones que ya en las primeras décadas del siglo pasado denunciara Baldomero Lillo. Los mineros no son personajes de cuello y corbata, por el contrario, son jóvenes y vigorosos que envejecen a poco andar gracias a condiciones de trabajo imposibles de sostener para cualquier hijo de vecino. En esos tiempos las condiciones eran draconianas bajo la tutela de brutales administradores representantes de los dueños.

El progreso se mide porque hoy no mueren tantos como en el pasado, porque las condiciones de seguridad son mayores, pero así y todo, bajo el nivel de desarrollo tecnológico y de adelantos existentes es inaceptable que sigan existiendo trabajos sin las mínimas condiciones de seguridad. Accidentes siempre habrán, pero es inexcusable que ellos se den por eventuales relajamientos en materia de seguridad.

Que no se nos venga a decir que la seguridad tiene un costo. Efectivamente tiene su costo, pero ello no es excusa para no incurrir en él. Que no nos amenacen con que si se obliga a incurrir en costos para proveer mayores niveles de seguridad, entonces muchas mineras se verían forzadas a cerrar por no ser rentables, y en consecuencia se cerrarían fuentes laborales. Nada justifica relajamiento alguno cuando de por medio está la vida de las personas.

Uno de los representantes del sindicato de los mineros denunció que la mina no cuenta con ninguna de las dos vías de escape estipuladas en la normativa legal minera, lo que sería gravísimo.

Lo primero es lo primero: salvar la vida de los mineros. Después deberemos delimitar responsabilidades, y que ellas no se diluyan como ha sido tradicional, perdiéndose en el laberinto de las triquiñuelas legales de quienes poseen los recursos para torcerle la mano a la justicia.

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