noviembre 19, 2009

La formación por competencias (parte 4)

En mi última columna afirmaba que la formación por competencia era un camino erizado de espinas. En efecto, no es llegar y cambiar la formación tradicional. Si no queremos que sea un mero cambio cosmético, de mercadeo, el cambio conlleva enormes desafíos en los más diversos planos.

De partida la clase convencional con el profesor al frente dictando cátedra y los estudiantes escuchando impávidos debe dar paso modalidades de enseñanza donde los estudiantes asuman un rol activo y el profesor actúa como guía, facilitador, orientador, dando pistas, sugerencias. El profesor ya no es aquel que da conocimientos, recetas empaquetadas como si fueran platos de comida en la boca del estudiante, sino que aquel que ayuda a identificar los ingredientes que deben configurar las comidas, orientarlos respecto de los tiempos de cocción, dejándoles que prueben lo que han elaborado y abriendo la posibilidad de que se equivoquen, de que una y otra vez elaboren los platos hasta que les salga a pedir de boca. El profesor ya no tiene el monopolio del conocimiento, ya que éste se encuentra en distintas fuentes, particularmente en Internet, así como en otros profesores.

El conocimiento ya no es suficiente por sí mismo ni está dado, es preciso que sea complementado con habilidades, destrezas, actitudes, amén de que debe ser construido, armado, lo que difícilmente es logrado individualmente. La complejidad de los problemas del mundo de hoy es imposible de abordar a partir de una genialidad individual, de un girosintornillos. De allí la necesidad del trabajo grupal, del trabajo en equipo donde cada uno de sus integrantes asume distintos roles. La estructuración de estos grupos de trabajo, la distribución de los roles al interior de ellos, y la evaluación son tareas que deben asumir los profesores bajo este nuevo paradigma educativo que en su mayoría no saben enfrentar. Mal que mal los profesores universitarios lo son no por sus competencias pedagógicas, sino que por sus conocimientos en las disciplinas que se traten. Por tanto, estos profesores necesariamente deben ser acompañados en este proceso de cambio por quienes se manejan en estas nuevas esferas.

Lo expuesto implica una verdadera revolución en el trabajo en aula y fuera de aula. Las sesiones de aula dejan de ser expositivas en las que “se pasa materia”, dado que se asume que los estudiantes llegan a ellas ya premunidos de los conocimientos adquiridos a través del estudio autónomo, buscando, filtrando material bibliográfico de las mas diversas fuentes bajo la orientación del profesor. Bajo el nuevo paradigma las sesiones en aula pasan a ser sesiones de trabajo, de discusión, de aclaración de conceptos, alternativas, dudas, cobrando un sentido nuevo. Obsérvese que este nuevo esquema supone que los estudiantes llegan a las clases con la “materia estudiada”, hábito que rara vez se encuentra presente en ellos. En consecuencia, al igual que los profesores, ellos requieren de un acompañamiento que viabilice este cambio. Por ello las instituciones que han optado por esta senda, por lo general han resuelto incluir unidades organizacionales, destinadas a posibilitar, facilitar este proceso apoyando a profesores y estudiantes por la vía de promover, difundir, estimular las buenas prácticas, las buenas experiencias.

En la próxima columna haremos alusión al trabajo fuera de aula. Mal que mal, entendida la competencia como la movilización, la puesta en acción, de un conjunto de capacidades en contextos específicos reales, es impensable una formación que no vaya mas allá de la que se imparte en las universidades. Solo cobra sentido si dentro del proceso formativo se hace partícipe un tercer actor: el medio social, la empresa productiva, de servicios, pública o privada. De esto conversamos en la semana que viene.

1 comentario:

  1. FInalmente es un cambio en la economía del saber y su foco ¿no?.
    La pregunta del millón de dolares no apunta a más activismo en el aula sino al cómo podemos generar ambientes centrados en el aprendizaje del estudiante ¿no?

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