noviembre 03, 2009

La formación por competencias (parte 1)

La cobertura de la educación superior en las últimas décadas se sitúa por sobre el 50% en los países desarrollados, en tanto que en Chile está bordeando el 40%. Ello a pesar de la mala calidad de nuestra educación básica y media. No obstante ello, las universidades están incrementando sus vacantes, por lo que necesariamente deben hacerse cargo de las características del alumnado que ingresa a sus aulas. Más encima quienes están ingresando provienen de familias sin mayor capital social-cultura, de primera generación, esto es, cuyos padres no son profesionales.

Por otro lado, vivimos tiempos de un desarrollo científico-tecnológico sin precedentes, acompañado de un proceso de globalización y de niveles de competencia inéditos, que han están cambiando el peso de las distintas industrias y forzando profundas transformaciones en el seno de las empresas que hoy demandan profesionales con competencias en sus ámbitos específicos, sino que de aprender a aprender, a trabajar en equipo, a trabajar bajo presión y en base a resultados. De esto también debe hacerse cargo la universidad.

Para enfrentar estos dos desafíos, la universidad ha dejado de ser una artesanía para pasar a ser una industria. En consecuencia, inevitablemente, los modos, usos, costumbres, contenidos que les eran propios, están en revisión, y muy probablemente lo seguirán estando por mucho tiempo. Es en este contexto que surge el enfoque por competencias.

Antes los peldaños de la escalera eran de conocimientos, hoy lo serían las competencias, las que no solo incluyen a los conocimientos, sino las habilidades o destrezas y las actitudes, los comportamientos. Encierran lo que se ha dado en llamar el saber conocer, el saber hacer, el saber estar y el saber ser. Las competencias están asociadas a la puesta en acción, la movilización, la aplicación de las capacidades en contextos específicos, esto es, en los momentos y lugares apropiados. En cambio las capacidades tienen una connotación estática, de potencial, “tenemos la capacidad de”, que es distinto de la competencia, cuya concepción es de carácter dinámico, donde se ponen en juego una combinación de capacidades.

Si bien el concepto de competencia tiene un origen utilitarista, de satisfacción de las demandas del mercado, del mundo empresarial, también tiene una concepción ciudadana, de equidad, de justicia, que busca abordar aquellas competencias genéricas, blandas o transversales vinculadas a las competencias, entre otras, para trabajar en equipo, bajo presión, orientado a resultados; para dialogar, expresarse y comunicarse por escrito, en forma gráfica y oral, para reflexionar. Estas competencias son fuertemente demandadas no solo por las empresas, sino que por la sociedad en conjunto. Una sociedad constituida por ciudadanos con estas competencias no solo será más productiva, sino que más democrática, más crítica, más reflexiva, con menores posibilidades de que a sus ciudadanos los pasen por el aro.

3 comentarios:

  1. A los lectores de este artículo: sugiero hacerle caso a Rodolfo. Sabe de lo que está hablando.

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  2. Al respecto creo que hay dos movimientos ante la masificación de la educación superior. Ambos no siempre son sincrónicos.
    El primero dice relación con la necesidad de centrarse en el aprendizaje del estudiante y responsabilizarse por este. Así, el saber disciplinar del profesor es condición necesaria pero no suficiente en la Ed. Superior.
    Lo segundo, dice relación con la profesionalización y el desarrollo competencias en los estudiantes, es una demanda de diversos actores sociales.
    El problema es que muchas universidades hablan de competencias, pero no todas ellas dicen lo mismo. ¿Qué entendemos pues por "desarrollo de competencias"? Es algo que debemos clarificar y discutir.

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  3. Rodolfo3:05 a.m.

    Si Andrea, el tema de lo que se entiende por competencia no está dilucidado. En general respecto del concepto, sí creo que lo está, pero no así respecto del nivel de profundidad (novato, avanzado, experto, etc.) ni de su desarrollo, temas que en su momento debemos, como bien dices, clarificar y discutir.

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