noviembre 14, 2008

El desafío postmunicipal

Los resultados de las recientes elecciones municipales debieran alertar a la clase política y a la ciudadanía respecto del camino a seguir. Cuando me preguntan quién ganó en ellas, mi respuesta es: nadie, porque si alguien ganó fue la abstención, la no inscripción, la cantidad de votos nulos y en blanco.

El padrón electoral ha envejecido en términos alarmantes. Los jóvenes no se inscriben: ayer representaban más del 30% del padrón electoral, en tanto que hoy representan menos del 10%. En paralelo cada vez son más quienes se abstienen, a pesar que el voto es obligatorio, y su magnitud es tal que resulta prácticamente imposible multar a quienes estando inscritos no votan. Y cada vez son más quienes votan nulo o en blanco.

En síntesis, la apatía está ganando terreno, y siendo la nuestra una democracia representativa, al ser cada vez menos quienes emiten votos válidos, se genera un cuadro en que los candidatos elegidos -alcaldes, concejales, o los parlamentarios, o el presidente de la república- nos representan menos. Lenta y persistentemente estamos deslegitimando un sistema político, el democrático.

El tema es complejo. El camino fácil nos lleva a disparar contra la clase política, y no nos van a faltar razones para ello, pero a nosotros, como ciudadanos de a pie, también nos cabe una responsabilidad. Reclamamos porque se repiten el plato una y otra vez, pero al mismo tiempo los reelegimos una y otra vez; reclamamos porque en campaña ensucian la ciudad, pero por lo general los elegidos son quienes más empapelan las ciudades.

Recuerdo el caso de un candidato que estando en plena campaña, recorriendo los barrios en bicicleta con sus adherentes, se detuvo en una plaza y comenzaron a repartir folletos en las casas. En una de ellas, el candidato sostuvo una animada conversación con una pobladora. Esta, al recibir un díptico, le consultó al candidato: “¿Acaso UD. me va a pagar la cuenta del agua?”. Sorprendido, el candidato solo atinó a contra preguntar: “¿Y acaso usted cree que mi función como su representante será pagarle la cuenta del agua?”. No escapará a la comprensión del lector que el candidato en referencia no ganó, y sí haya ganado quien ante similar pregunta diera cualquier otra respuesta conducente a sembrar la esperanza.

No creo que la clase política sea capaz de renovarse por la vía de la apatía, muy por el contrario, lo será por la vía de nuestro involucramiento, de incrementar nuestra tasa de asociatividad, de integrarnos a las más diversas organizaciones, sean estas políticas, sindicales o sociales. Hoy suelen penar las ánimas en las juntas vecinales, en los sindicatos. El individualismo está haciendo presa de nosotros, no dándonos tiempo para nuestra vida en sociedad, y eso lo estamos pagando caro en términos políticos. Revertir esto es el gran desafío postmunicipal, válido para todos los partidos políticos, para todos nosotros.

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