julio 27, 2007

A parar la usura

Desconozco el nivel de magnitud del endeudamiento de los chilenos en relación a sus ingresos y en relación a otros países, pero de tiempo en tiempo vuelven a asomar casos puntuales preocupantes.

Recientemente, el Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC) ha puesto sobre la mesa el costo de las compras a crédito.

Preocupante porque el grueso de quienes recurren a este sistema de compra son los sectores de ingresos medios y bajos, quienes terminan pagando las ganas sin percatarse de lo que efectivamente están pagando. Resulta chocante que quienes tienen menores ingresos terminan pagando mucho más por los mismos bienes o servicios que quienes ganan más. O sea, a los pobres no solo les pesa tener bajos ingresos, sino que además deben para doble.

Lo peor es que cuando se compra al crédito nadie sabe cuánto se termina pagando. Como encantadores de serpientes, las empresas tienden a destacar el valor de las cuotas sin explicitar el valor final, el cual no solo incluye las cuotas sino los intereses y las comisiones que tienden a ocultarse.

Existen casos en que compras a 7 meses, esto es, en 7 cuotas, alcanzan a más que duplicar el precio contado. En estas condiciones es para fundir a cualquiera. Más encima atractivas promotoras buscan tentarnos ofreciéndonos más y más tarjetas.

Esto significa que el nivel de actividad económica está dado no solo por los ingresos pasados o presentes, sino que por los futuros. O sea, estamos comprometiendo ingresos futuros cada vez que efectuamos compras al crédito. En el pasado estas últimas solían estar reservadas para adquisiciones de bienes inmuebles, sin embargo en la actualidad los créditos se han extendido al consumo de cualquier cosa gracias al poder milagroso de las tarjetas plásticas de crédito surgidas de la mano de la innovación tecnológica y de las nuevas tecnologías de información y comunicación.

Estas tecnologías son las que han viabilizado la masificación de las tarjetas y frente a los abusos y engaños en los precios ¿qué hacer? ¿pedirle al gobierno que intervenga? Lo que haga el gobierno va a ser siempre insuficiente en materia de control, aunque sí puede hacer mucho en materia de proveer información sobre el costo de los créditos, como de hecho está haciendo, así como de alertar a los consumidores.

Sin embargo, todo esfuerzo gubernativo en esta materia será en vano si nosotros no somos capaces de hacer valer nuestros derechos, de exigir conocer los precios finales en toda compra crediticia, conocer su composición, esto es, cuánto del valor final es resultado de comisiones. La usura no se erradicará si los consumidores no nos ponemos las pilas, resistiéndonos de comprar productos no estrictamente necesarios y/o a precios exorbitantes.

julio 20, 2007

La política por los suelos

Hace tiempo que no incursiono en la crónica política por una simple razón: decepción. No obstante mi voluntad por tratar de ver siempre el vaso medio lleno antes que medio vacío, los hechos se están encargando de defraudarme. No es un tema que se circunscribe a la clase política, sino que abarca todas las esferas. La sociedad en que nos encontramos está muy lejos de aquella a la que aspiramos o por la cual luchamos.

Cuesta encontrar a algún actor político, social, empresarial, deportivo u otro que logre escapar al cálculo y la lógica mercantil que nos atraviesa y penetra como una droga de la cual no nos desembarazaremos tan fácilmente. En pocas palabras, me atrevería a afirmar que ya nadie sabe para quien trabaja, o por quien vota.

Con nuestra primera mujer presidenta, todo parece ponerse cuesta arriba por más que intentemos ser optimistas. Algunos afirman que la Concertación se ha vuelto una bolsa de gatos. No lo digo yo –un simple ciudadano común y corriente-, sino que altos dirigentes de la propia Concertación que tienen una responsabilidad ante el país, ante los militantes. No conformes con ello, cuando por primera vez la Concertación tiene mayoría en ambas cámaras, resulta que para cada proyecto que envía al Congreso tiene que transpirar la gota gorda para enrielar a los parlamentarios. Cada vez hay más díscolos que después de haber salido electos junto con la presidenta con el compromiso de respaldarla, salen con el pastel de que se deben a los electores antes que a los acuerdos partidarios; que se deben a sus conciencias.

Con motivo de la votación por recursos adicionales para el Transantiago, Adolfo Zaldívar desde Lota, anunció su postura contraria a la propuesta gubernamental; otros la negociaron. Adolfo se rebeló ante un acuerdo de su propio partido, la DC. Ahora, para la nominación de dos miembros ante el directorio de TVN, los candidatos propuestos por el gobierno fueron rechazados porque a Adolfo se le sumó Alejandro Navarro del PS con la peregrina tesis que la presidenta estaría siendo engañada. Por momentos tengo la sensación que la irresponsabilidad está haciendo presa de algunos políticos incapaces de lavar sus trapos sucios en casa para salir lanza en ristre cual salvadores de la patria, poseedores de la verdad revelada, cual nuevos dioses.

La derecha por su parte es incapaz de capitalizar la situación por el eterno maridaje entre la política y los negocios que la cruza y que esteriliza el peso de las críticas que en ese plano realiza sobre la Concertación. Prueba de ello es el candidato presidencial que tiene en carrera, incapaz de separar aguas a pesar de su vitalidad e imaginación. Sus peores adversarios los tiene en la propia derecha que no pierde oportunidad para chaquetearlo.

Nos hace falta otro clima.

julio 13, 2007

Las organizaciones que necesitamos

Nos encontramos en lo que muchos ya están denominando la sociedad del conocimiento por el valor que éste está teniendo. Mientras en el pasado los recursos más valiosos que podían tener los países eran la tierra, los recursos naturales, la energía, en la actualidad el conocimiento pareciera estar en la cresta de la ola. Todo el mundo habla de él, y dado que el conocimiento se encuentra en las personas, está cobrando relevancia el tema de la gestión de las personas asociándolo a la gestión de las organizaciones y del conocimiento propiamente tal con el fin de sacar provecho de él, rentabilizarlo, ser el elemento diferenciador.

Es así como las organizaciones se están percatando de la necesidad de generar ambientes en su interior que alienten el desarrollo del conocimiento que poseen las personas y que éstos lo compartan. Se está descubriendo que a una organización donde reina la participación por sobre la alienación le va mejor; que le conviene ser anticiparse a los problemas antes que toparse con ellos, esto es, ser proactiva antes que reactiva. Pero para ello el personal debe sentirse partícipe de la organización y de su destino, y por tanto ser tratado como tal. Y el ambiente reinante debe ser colaborativo, donde todos están dispuestos a compartir, a trabajar en equipo, uno para todos, todos para uno.

Un ejemplo muy gráfico lo estamos teniendo por estos días a raíz de la actuación de la Roja en la Copa América y de la rojita en el campeonato mundial de la sub 20 en Canadá. Cuando cada uno trabaja para su santo, los conocimientos y habilidades personales no se comparten, la organización se pierde en un desgaste que termina por costarle caro. Todo lo contrario de lo que cualquiera puede observar en la rojita. La diferencia termina por expresarse en resultados.

La organización debe concebirse como un ambiente donde prime un clima constructivo, no destructivo donde el aire parece cortarse con cuchillo. Sí, y donde los reclamos tengan un talante propositivo antes que reivindicativo. Pero además se requiere que las relaciones entre quienes laboran en las organizaciones se caractericen por la sinceridad, la autenticidad, no la hipocresía; donde las decisiones y los comportamientos sean transparentes, no oscuras.

Estas son las organizaciones verdaderamente exitosas, donde las ideas y el conocimiento crecen y se comparten más allá de las rentabilidades mayores o menores que se tengan; más allá de los mercados que se ganen o pierdan; más allá de su tamaño, grande o pequeño. La gracia reside en que trabajemos mancomunadamente, con alegría, no porque no queda otra. Mal que mal nuestra existencia se nos va entre la familia y el trabajo, por lo que una buena o mala vida en ellas revela nuestra calidad de vida.

Uno de los mayores desafíos que tenemos en Chile es justamente que en el grueso de sus organizaciones, de toda índole, reine semejante ambiente: donde todos vayamos a la parada, en las buenas y en las malas.

julio 05, 2007

El pedregoso camino al desarrollo

En la primera mitad del siglo pasado Chile optó por un modelo proteccionista de desarrollo industrial y de fomento a la producción nacional dado por fuertes barreras arancelarias. En los años 70, dicho modelo es alterado sustantivamente eliminándose todo vestigio de protección a la producción nacional por la vía de las rebajas arancelarias, modelo que se mantiene inalterado hasta la fecha ya por más de 30 años.
Si bien no nos ha permitido cruzar el umbral del desarrollo, algunos indicadores –incremento del PIB per cápita, disminución de los niveles de pobreza, consumo energético, etc.- señalarían que vamos camino hacia allá. Estaríamos a medio camino.
Todo ello sin un desarrollo tecnológico propio, con una inversión en investigación y desarrollo por debajo del 1% del PIB, con un importante volumen de exportaciones aunque basado en la extracción de recursos naturales sin mayor valor agregado, y con el apoyo de la adquisición o arriendo de tecnología importada. Será posible alcanzar un desarrollo sin algún grado de desarrollo tecnológico propio? Y que este desarrollo sea sustentable?
Se ha asentado toda una cultura, tanto en el mundo empresarial, financiero y político, así como en la población, que más temprano que tarde alcanzaremos el tan ansiado desarrollo sin algún grado de desarrollo tecnológico propio y un cambio en nuestro patrón de comportamiento. Mi hipótesis es que el camino por el cual transitamos es insostenible.
Si bien el desarrollo tecnológico suele medirse vía indicadores tales como la relación entre el gasto en investigación más desarrollo y el PIB, el total de patentes de residentes nacionales, o la tasa de ingenieros e investigadores por la población total económicamente activa, lo que de verdad debiera importar es la balanza comercial y la cantidad y calidad del empleo que se tiene.
Sí, porque en los momentos de verdad, aquellos momentos críticos, cuando no se dispone de las tecnologías apropiadas –concebidas como paquetes de conocimientos o conocimientos encapsulados- con capacidad y autonomía no solo para aplicarlas, sino para gestionarlas y modificarlas, se nos paraliza o disminuye nuestra capacidad de reacción y adaptación, reduciendo las opciones a seguir. Esta incapacidad es la que de alguna manera parece estar tras las dificultades del Transantiago y del manejo de residuos por parte de CELCO entre otras experiencias.
En este contexto nuestro país depende fuertemente de grandes empresas nacionales y transnacionales con gran capacidad para desplazar sus plantas y capitales de un lugar a otro según las condiciones imperantes en cada lugar. Esta realidad, junto con la ausencia de un desarrollo tecnológico propio de cierta envergadura, que atienda a nuestras necesidades y características, nos hace perder autonomía en la toma de decisiones y nos restringe el espacio de soluciones a nuestros problemas de mayor complejidad.