A parar la usura
Desconozco el nivel de magnitud del endeudamiento de los chilenos en relación a sus ingresos y en relación a otros países, pero de tiempo en tiempo vuelven a asomar casos puntuales preocupantes.
Recientemente, el Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC) ha puesto sobre la mesa el costo de las compras a crédito.
Preocupante porque el grueso de quienes recurren a este sistema de compra son los sectores de ingresos medios y bajos, quienes terminan pagando las ganas sin percatarse de lo que efectivamente están pagando. Resulta chocante que quienes tienen menores ingresos terminan pagando mucho más por los mismos bienes o servicios que quienes ganan más. O sea, a los pobres no solo les pesa tener bajos ingresos, sino que además deben para doble.
Lo peor es que cuando se compra al crédito nadie sabe cuánto se termina pagando. Como encantadores de serpientes, las empresas tienden a destacar el valor de las cuotas sin explicitar el valor final, el cual no solo incluye las cuotas sino los intereses y las comisiones que tienden a ocultarse.
Existen casos en que compras a 7 meses, esto es, en 7 cuotas, alcanzan a más que duplicar el precio contado. En estas condiciones es para fundir a cualquiera. Más encima atractivas promotoras buscan tentarnos ofreciéndonos más y más tarjetas.
Esto significa que el nivel de actividad económica está dado no solo por los ingresos pasados o presentes, sino que por los futuros. O sea, estamos comprometiendo ingresos futuros cada vez que efectuamos compras al crédito. En el pasado estas últimas solían estar reservadas para adquisiciones de bienes inmuebles, sin embargo en la actualidad los créditos se han extendido al consumo de cualquier cosa gracias al poder milagroso de las tarjetas plásticas de crédito surgidas de la mano de la innovación tecnológica y de las nuevas tecnologías de información y comunicación.
Estas tecnologías son las que han viabilizado la masificación de las tarjetas y frente a los abusos y engaños en los precios ¿qué hacer? ¿pedirle al gobierno que intervenga? Lo que haga el gobierno va a ser siempre insuficiente en materia de control, aunque sí puede hacer mucho en materia de proveer información sobre el costo de los créditos, como de hecho está haciendo, así como de alertar a los consumidores.
Sin embargo, todo esfuerzo gubernativo en esta materia será en vano si nosotros no somos capaces de hacer valer nuestros derechos, de exigir conocer los precios finales en toda compra crediticia, conocer su composición, esto es, cuánto del valor final es resultado de comisiones. La usura no se erradicará si los consumidores no nos ponemos las pilas, resistiéndonos de comprar productos no estrictamente necesarios y/o a precios exorbitantes.
Recientemente, el Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC) ha puesto sobre la mesa el costo de las compras a crédito.
Preocupante porque el grueso de quienes recurren a este sistema de compra son los sectores de ingresos medios y bajos, quienes terminan pagando las ganas sin percatarse de lo que efectivamente están pagando. Resulta chocante que quienes tienen menores ingresos terminan pagando mucho más por los mismos bienes o servicios que quienes ganan más. O sea, a los pobres no solo les pesa tener bajos ingresos, sino que además deben para doble.
Lo peor es que cuando se compra al crédito nadie sabe cuánto se termina pagando. Como encantadores de serpientes, las empresas tienden a destacar el valor de las cuotas sin explicitar el valor final, el cual no solo incluye las cuotas sino los intereses y las comisiones que tienden a ocultarse.
Existen casos en que compras a 7 meses, esto es, en 7 cuotas, alcanzan a más que duplicar el precio contado. En estas condiciones es para fundir a cualquiera. Más encima atractivas promotoras buscan tentarnos ofreciéndonos más y más tarjetas.
Esto significa que el nivel de actividad económica está dado no solo por los ingresos pasados o presentes, sino que por los futuros. O sea, estamos comprometiendo ingresos futuros cada vez que efectuamos compras al crédito. En el pasado estas últimas solían estar reservadas para adquisiciones de bienes inmuebles, sin embargo en la actualidad los créditos se han extendido al consumo de cualquier cosa gracias al poder milagroso de las tarjetas plásticas de crédito surgidas de la mano de la innovación tecnológica y de las nuevas tecnologías de información y comunicación.
Estas tecnologías son las que han viabilizado la masificación de las tarjetas y frente a los abusos y engaños en los precios ¿qué hacer? ¿pedirle al gobierno que intervenga? Lo que haga el gobierno va a ser siempre insuficiente en materia de control, aunque sí puede hacer mucho en materia de proveer información sobre el costo de los créditos, como de hecho está haciendo, así como de alertar a los consumidores.
Sin embargo, todo esfuerzo gubernativo en esta materia será en vano si nosotros no somos capaces de hacer valer nuestros derechos, de exigir conocer los precios finales en toda compra crediticia, conocer su composición, esto es, cuánto del valor final es resultado de comisiones. La usura no se erradicará si los consumidores no nos ponemos las pilas, resistiéndonos de comprar productos no estrictamente necesarios y/o a precios exorbitantes.