junio 08, 2007

Megaempresas

En las últimas décadas hemos observado, tanto en Chile como a nivel mundial, gran cantidad de fusiones empresariales enmarcado en un desenfrenado proceso de globalización. Los autodenominados “expertos” –formados en las cunas del neoliberalismo- aplauden dichas fusiones publicitando sus enormes ventajas: economías de escala, penetración en nuevos mercados, acceso a tecnologías de punta. Y como broche de oro, reducciones en los precios de los productos y/o mejoras en la calidad de los bienes/servicios comprometidos con ganancias para todos, productores y consumidores. O sea, un mundo de bilz y pap.

Sin embargo, estos mismos expertos ocultan la otra cara de la medalla: los despidos de trabajadores que muchas de estas fusiones conllevan, colusiones para el bloqueo al ingreso de nuevas tecnologías o nuevas empresas, la postergación de los pagos a los proveedores, el control de los mercados en manos de pocas empresas que suelen conducir a la generación de ganancias monopólicas y la destrucción de empresas imposibilitadas de competir y/o de negociar en mínimas condiciones de equidad con las megaempresas.

De 1999 a la fecha, en el sector del supermercadismo, los dos principales actores concentraban el 40% de las ventas del sector; al año pasado bordeó el 60%. Los mismos expertos que pregonan la libre competencia, ahora no le hacen asco a la concentración de los mercados en manos de pocas empresas pregonando a los cuatro vientos las ventajas que trae a los consumidores. Incluso llegan a plantear que los precios en estos hipermercados han contribuido a una disminución en los precios de a canasta de alimentos.

Lo descrito no se circunscribe a dicho sector ni a nivel nacional, sino que se extiende a otros sectores y a nivel internacional. Igual fenómeno se observa en los sectores bancario, automotriz y de las comunicaciones, entre otros.

Desconozco la existencia de estudios por parte de expertos en la temática acerca de las ganancias netas que para la sociedad pudiera estar reportando esta concentración de los mercados en pocas manos. De chicos nos han enseñado que el libre mercado supone la existencia de miles de consumidores y productores donde la mano invisible del mercado define los precios de los bienes/servicios que se transan en él. Sin embargo, ahora, de la noche a la mañana, los mismos que nos enseñaron esto, ahora nos vienen a decir que la concentración no necesariamente es mala. Claro que no, siempre y cuando se tenga al frente a un Estado capaz de inhibir y frenar todo intento colusión y abuso de posiciones monopólicas.

Desafortunadamente la realidad nos dice que los Estados tienden a ser capturados o corrompidos por estos monstruos empresariales.

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