noviembre 17, 2006

El PPD en ascuas


El fin de mes, el Partido por la Democracia tendrá Consejo General, que si bien fue convocado para reformar sus estatutos, lo más probable que termine centrado en la crisis en que se debate. Crisis que no deja de ser preocupante por tratarse de un actor relevante en la política chilena y en la coalición de la que forma parte.
Esta crisis se ha desatado por el eventual involucramiento de algunos de sus militantes en hechos que se encuentran en investigación. No obstante el doloroso momento partidario, visualizo con optimismo la realidad actual. De partida, veo con buenos ojos que la sociedad se escandalice frente a hechos reprobables, que los denuncie y solicite las sanciones correspondientes. Ojalá esta actitud no pase al olvido con el tiempo si queremos que no se repitan. En este sentido, más que nuevas leyes, normas, reglamentos, es indispensable elevar las exigencias de probidad por parte de nosotros a terceros, y a nosotros mismos.
Dentro del PPD la reflexión debe ser a fondo y creo que ella es posible. Entre sus protagonistas destacan Sergio Bitar y Fernando Flores, quienes si bien hoy parecen estar en trincheras opuestas al interior del partido, no hay que olvidar que tienen una historia común que debe ser mucho más fuerte que sus diferencias.
Esta historia común que debe primar está dada porque ambos fueron ministros del gobierno de Allende; porque ambos fueron relegados a isla Dawson por Pinochet, y posteriormente exiliados. Sergio fue senador por la primera región y cuando decidió no volver a postular, solicitó a Fernando que postulara por el partido. Bajo el lema “Me tinca Flores”, éste logró la senaturía.
Fue la última elección partidaria la que produjo el distanciamiento, elección en la que se produjeron realineamientos impensables en el pasado. Girardi y Schaulsohn tendían a formar una dupla de miedo en las elecciones internas, y no recuerdo que Sergio se alineara con ellos. Sin embargo, ahora Guido y Jorge se encuentran rotundamente distanciados. Estas diferencias tenían consecuencias electorales internas, y en el peso que los distintos grupos finalmente tendrían en los procesos de tomas de decisiones. Tema no menor cuando de un partido de gobierno se trata y por tanto, con militantes con posibilidades de acceder a puestos gubernamentales.
No cabe duda que al PPD no le ha hecho bien acceder al gobierno a poco de nacer: le ha faltado la travesía por el desierto, la historia larga, aunque ella no garantiza nada. La ausencia de esta historia obliga a reforzar la selección y formación política de sus militantes.
Si bien la convivencia interna pareciera verse deteriorada, existe la convicción que la gran mayoría de los militantes no están involucrados en hechos reprobables, lo que junto a la calidad humana e inteligencia de Sergio y Fernando, obliga a restaurar la convivencia interna sin esconder la basura bajo la alfombra.

noviembre 10, 2006

¿Con alambritos?

La semana pasada escribí afirmando que en el tema de la corrupción habían saltado los tapones. Más temprano que tarde iban a saltar. La capacidad de la sociedad para tolerar actuaciones ilícitas y/o indebidas está dada por el tipo de tapones que se tienen. En la sociedad que tenemos estos tapones son de alta capacidad, esto es, aguantan mucho. Se hace la vista gorda una y otra vez. La haremos nuevamente. ¿O arreglaremos los tapones con alambritos? La reacción que se observa nos permite abrigar la esperanza que no se hará la vista gorda. Habrá que ver si pasada la tempestad se habrá ido al fondo de la cuestión o se dejará que el tiempo sane heridas que posteriormente se reabren con mayor fuerza.

En esta ocasión el partido que está en el ojo del huracán es el PPD. Dos de sus tres senadores están enfrascados en una disputa sin cuartel. Dos posiciones que reflejan distintas maneras de ser y hacer política. Lo que está en jaque no son los principios del PPD, ni la política en sí. La política existe per se, nos guste o no. Existe desde el minuto que el ser humano es un ser social, o lo que es lo mismo, un ser que ha decidido vivir en sociedad. El cambio desde la apacible vida rural a la vertiginosa urbe no es gratis. Mientras más alta sea la tasa de urbanización, de gente que vive en ciudades, mayor incidencia tiene la política.

Lo que está en juego no es la política, sino que su ejercicio, su práctica. El problema no son sus principios, sino que sus dobles estándares, las acusaciones al voleo, los clientelismos, los sectarismos, la discrecionalidad en la asignación de recursos y cargos, la hipocresía, males todos que afectan no solo a los partidos, sino que recorre a la sociedad entera, y a muchos de nosotros. Por lo general rasgamos vestiduras ante hechos deplorables y dejamos de mirarnos a nosotros mismos.

Los partidos no son sino un espejo de la sociedad que representan, por lo que difícilmente cambiarán si la sociedad, esto es, nosotros, no cambiamos. Nos gusta mirar a los partidos tomando palco, sin involucrarnos, pero si no lo hacemos, la congénita debilidad partidaria persistirá, y agudizará, al igual que las malas prácticas. Desafortunadamente la sociedad que estamos construyendo, que privilegia el individualismo por sobre lo colectivo, la competencia por sobre la solidaridad, la alienación por sobre la libertad, no fortalece la adscripción partidaria.

En el caso particular del PPD gran parte de la crisis que la afecta tiene sus raíces en lo grotesco que resulta la disonancia entre sus principios y sus prácticas. Un partido que nació contra la dictadura, a favor de la democracia, la diversidad, el medio ambiente, la no discriminación, la convivencia pacífica, la justicia y los derechos humanos, si se mirara al espejo, al espejo de su propia realidad, probablemente le costaría reconocerse al observar las innumerables denuncias de irregularidades que afectan a algunos de sus militantes de mayor o menor peso. Más allá de la presunción de inocencia hasta que no se compruebe culpabilidad alguna, lo cierto es que existe un viejo adagio que nos dice que “cuando el río suena, es porque piedras trae”.

Nació hace ya más de 15 años como una gran promesa que a la fecha no ha logrado despegar no obstante el esfuerzo de pocos o muchos de sus militantes, por comportamientos indebidos de pocos o muchos de sus militantes que se posicionan al lado de distintos próceres según la ocasión. No obstante ser un partido nuevo, incurre en prácticas internas impropias.

En sus recientes elecciones internas, era primera vez que se presentaron dos candidaturas a su presidencia, lo que parecía una muestra de su madurez y capacidad para encarar el desafío que supone una competencia interna. Craso error, pues todo indica que las diferencias de entonces subyacen en la crisis actual.

Poco después de derribarse las torres gemelas en Nueva York, en el PPD circuló un folleto en el que se hacía alusión a las torres gemelas del PPD: Ávila y Girardi por su protagonismo y capacidad para atraer votos al partido. Una de estas torres se derrumbó hace unos años: Ávila, quien fue expulsado; la otra, Girardi, se mantiene. En ese tiempo, ambos eran diputados con aspiraciones senatoriales. Hoy ambos son senadores, no sin dificultades: arrebataron la senaturía, no a la oposición, sino que a la democracia cristiana. El mediatismo de ambos sepultó a dos políticos convencionales: Hamilton y Zaldívar. Qué ganó el PPD? Ahora, de los 3 senadores con que cuenta, en el escenario más pesimista, conservará uno, Muñoz Barra, ya sea por que expulsen o renuncien Girardi y/o Flores; en el escenario más optimista, que el PPD logre articular un acuerdo sobre la base de un cambio radical en su convivencia interna y sus prácticas, y sea capaz de mantener a los tres senadores, escenario ideal, pero por lo mismo, poco probable. El escenario más probable es aquel que en el que al final de este jaleo termine son 2 de sus 3 senadores.

Lo expuesto invita a reflexionar respecto de la selección de sus candidatos al parlamento y de quienes propone para ocupar cargos en el gobierno; a ingresar a un período de penitencia con el retiro o renuncia a los cargos de gobierno que ocupan sus militantes para seleccionar a quienes tienen las capacidades técnicas y con real espíritu de servicio público para ocuparlos.

noviembre 03, 2006

Saltaron los tapones

Una vez más ha saltado a la palestra el tema del uso, o mal uso, de recursos públicos. Esta vez, a raíz de las platas de Chiledeportes, institución que se asume responsable de promover el deporte en el país, ya sea el de alto rendimiento como de masificarlo. Es un tema que se arrastra desde hace tiempo y que se relaciona con una manera nefasta de ver y encarar la política: la del clientelismo político. Concepción por completo ajena al sentido más profundo y pleno de lo que se debe entender por democracia porque desequilibra la igualdad de oportunidades al privilegiar a unos por sobre otros promoviendo el rastrerismo, la obsecuencia.

Si queremos abordar de verdad el problema, debemos ir más allá del hecho puntual y no dejarnos llevar por apasionamientos momentáneos que obnubilarán las posibles alternativas que permitan reducir la repetición de hechos y conductas delictivas y reprobables.

De partida los partidos políticos y la ciudadanía deben asumir su responsabilidad. Los primeros deben reflexionar acerca de su razón de ser y rol dentro de una democracia. Dentro de los partidos políticos existe la idea generalizada que su razón de ser es la conquista del poder, y que éste, en democracia, se consigue con votos, los que se alcanzarían a base de prebendas y favores. Pero ojo, que la existencia de este problema no es exclusivo de la democracia. Las dictaduras, también se apoyan en ellas, con el agravante que lo hacen en un contexto peor: sin oposición y ante una ciudadanía totalmente desprotegida.

De hecho, uno de los problemas que tiene la oposición en Chile reside en su falta de credibilidad en estas materias porque ella se procreó en los tiempos de gloria de Pinochet. Sus principales dirigentes fueron en su tiempo sus alcaldes y/o ministros secretarios de la presidencia o de instituciones gubernamentales que manejaban cuantiosos recursos a su antojo sin rendir cuenta ante nadie y con una oposición relegada a la ilegalidad que arriesgaba la tortura, muerte, desaparición y/o exilio.

Esta cordón umbilical de la oposición con la dictadura, que a la fecha no ha podido romper, ha impedido que la alternancia haya tenido lugar, facilitando la permanencia de la Concertación y que la ciudadanía persista en sus preferencias por ella no obstante el desgaste que está experimentando en su andamiaje gubernamental, el deterioro en las relaciones entre los partidos y al interior de ellos.

La ciudadanía, nosotros, también tenemos una dosis de responsabilidad en esta materia al no asumir el insustituible e indelegable rol de control que nos corresponde. Nada peor que hacer la vista gorda o quedarse en la denuncia de pasillo. La democracia pasa por ejercer y practicar la ciudadanía, esto es, copar espacios, no dejar el camino libre a los sinvergüenzas, activar controles, denunciar arbitrariedades y no practicarlas.

En este plano, lo que está ocurriendo con Chiledeportes constituye una gran oportunidad y es en extremo saludable. Nos energiza, nos involucra y refuerza la necesidad de no dormirnos en los laureles para que los gatos de campo hagan de las suyas.