octubre 02, 2006

Reciclables

Vivimos tiempos de vorágine, donde todo parece cambiar incesantemente. La vida útil de los bienes/servicios se está reduciendo progresivamente, salvo la de nuestras vidas, pero no la de nuestro período laboral. Me asombra constatar la frecuencia con la que renovamos nuestro vestuario, nuestros electrodomésticos, nuestros conocimientos, nuestros trabajos. En cuanto a los bienes y servicios, ya sea por la atosigante publicidad que nos invita a estar a la última moda, ya sea por la aparición de nuevos modelos de los mismos productos con nuevas y mayores capacidades. Me asombra constatar la volatilidad de los puestos de trabajo. Parecen acabarse aquellos tiempos en los que se ingresaba a una empresa y se jubilaba en ella. El nuevo paradigma es el de “andar a salto de mata”, cambiarse de un lugar a otro, con la correspondiente reducción del nivel de compromiso de la empresa con el trabajador, y de éste con la empresa. Quienes tienen las competencias y/o los pitutos más apetecibles del mercado son los que no pueden sustraerse a la seducción de niveles de remuneración más elevados en nuevos puestos de trabajo para satisfacer sus crecientes y sofisticadas necesidades. Ello aún a costa de mayores niveles de tensión, de deterioro de la vida familiar y de la convivencia social. Todo sea por “ascender”. Quienes no tienen las competencias más demandadas y/o los contactos requeridos corren serio riesgo de ver cercenada su permanencia en el mercado laboral. Surge entonces la necesidad de capacitarse, de renovarse, de multiplicarse, de recrearse, de reinventarse, de buscar nuevos horizontes, nuevas oportunidades. En efecto, lo que empezó como “algo lógico” en la evolución del mundo, está terminando por desestabilizar y precarizar nuestro trabajo. Bajo esta realidad, ¿cuántos de nosotros podemos creer que podremos llegar a la edad de jubilar “trabajando”? ¿no habrán otros más jóvenes, más actuales, capaces de ser más eficientes, más productivos? El progreso, la modernidad, los avances, la innovación, la globalización, la competitividad, como quiera que se definan, muestran estas características que se pueden resumir en el surgimiento de la persona de “usar y tirar” como de alguna manera lo anticipara Aldous Huxley en su “Un mundo feliz”. En este contexto, de aceptación acrítica, impotente y sin mayor reflexión de lo que ocurre en los tiempos que vivimos, como si todo fuera irremediable, lo que empezó como un camino de progreso liberador, se está volviendo en contra nuestra. En un mundo reciclable, donde es bicho raro aquel que se mantiene por años con el mismo trabajo, el mismo automóvil, viviendo en la misma casa y con la misma señora, no debiera extrañarnos que de la noche a la mañana nos quieran tirar a la basura, ni que se le haga el quite al compromiso, y a la responsabilidad consiguiente.

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