mayo 23, 2006

Desde Contulmo

En semana santa estuvimos en el lago Lanalhue, a unos 180 km al sur de Concepción. Llegamos sin mayores expectativas, solo con el deseo de pasar unos días tranquilos, lejos del mundanal ruido. Tuvimos la fortuna de llegar a un lugar paradisíaco, y más encima con días esplendorosos. Pero lo mejor estaba por venir.

En el hotel donde alojamos se nos invitó a un concierto en Contulmo, pueblo de no más de 5000 habitantes localizado en la parte sur del lago, cuyas características son no habituales: calles amplias, ordenadas, limpias; los letreros de sus casas comerciales son de madera artísticamente talladas, con gran cantidad de casas patrimoniales que dan cuenta de su origen en base a una fuerte influencia de la colonización alemana. También está dentro de las 50 comunas más pobres del país con las consecuencias pertinentes, entre las que destaca el alcoholismo.

En este contexto, en el teatro de Contulmo nos aprestamos para ver y escuchar a una orquesta infantil conformada por 30 niños bajo la batuta de su entusiasta y activa directora. El auditorio estaba lleno, silencioso, embobado escuchando los sonidos que fluían de los más diversos instrumentos musicales al compás de los movimientos de los niños.

Recordé Macondo pues lo que escuchaba y veía me parecía macondiano, surrealista, más propio del absurdo. Se trata de una de las mejores orquestas estudiantiles a nivel nacional, donde no existe conservatorio ni escuela tradicional de música. Me sentí en presencia de una suerte de milagro, algo que invita a levantar la mirada, la esperanza, que tenemos remedio, que es posible salir adelante hasta en las peores condiciones, desde las situaciones más adversas.

Estos niños, aparentemente condenados a un futuro sin destino, a un vacío existencial, son una palpable demostración de la capacidad que tiene todo ser humano para revertir, torcer el camino que aparentemente tiene por delante. En este caso, a través de la música, así como también pueden serlo el deporte, la pintura y la lectura, entre otras actividades.

Pero para que ello ocurra, es imprescindible voluntades y manos dispuestas a apoyar, a ir más allá de su metro cuadrado, de sus intereses inmediatos. En este caso, profesores –sí, profesores, los que hoy muchas veces son vilipendiados- para quienes sus alumnos son sus hijos. Profesores a quienes les gusta trabajar con los niños, que quieren verlos salir adelante, que son capaces de viajar periódicamente decenas de kilómetros.

Esta iniciativa nació en 1994 a partir de los retiros musicales que tenían lugar por estos parajes de la mano de un matrimonio de profesores que querían desarrollar la cultura y el arte allí donde estuvieran y por sugerencia de quien tenía a su cargo la orquesta infantil del conservatorio de la Universidad Austral de Valdivia –hoy SEREMI de Cultura de la 10ª región-. Sin embargo, recién en 1999 logró materializarse con el respaldo de la comunidad y sus autoridades.
Su éxito ha sido tal que han logrado consolidar anualmente las semanas musicales de Contulmo, y han sido invitados a lo largo del país e internacionalmente.

1 comentario:

  1. Anónimo12:57 p.m.

    Estimado Rodolfo,

    estoy gratamente sorprendido con esta publicación, me alegra que hayas podido disfrutar y apreciar como en algunos rincones del país las ilusiones, sueños y esperanzas van acompañados de música interpretada magistralmente por niños.

    Conocí, en una de esas tantas correrías por el sur, esta bella localidad llamada Contulmo a orillas del Lago Lanalhue. Una semana de aventuras, tranquilidad, contacto con personas tranquilas, con espíritu de superación y armonía con la naturaleza.

    Insto a quienes puedan leer este comentario a que vayan a la zona podrán viajar por los alrededores conocer Tirúa, Cañete, la Cordillera de Nahuelbuta, recorrer Purén y contemplar los parajes que defendían los guerreros mapuches.

    Tienen una página web con indicaciones para visitarlos...
    como siempre Rodolfo tus publicaciones son un acierto, en esta oportunidad para salir de la rutina y mágicamente recordar, soñar y viajar en el pensamiento.

    René Solar Jara

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